sábado. 20.04.2024

Brexit, el fracaso europeo

BREXIT

La consumación del Brexit supone algo más que el fracaso de la Unión Europea como proyecto fundante ya que trasciende al plano estrictamente político y económico para sumergirse en la pulpa nutritiva de un frustrado aggiornamento de Europa como entidad continental por la imposibilidad de unos marcos mentales comunes identitarios y de creación de subjetividades ya que, se quiera o no, sin Gran Bretaña el proyecto europeo resulta irremediablemente incompleto. Pero además, sustancia la quiebra de la posmodernidad como basamento ideológico y metafísico para el ordenamiento de la sociedad y la hegemonía cultural que representa. La caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación alemana, junto al desmembramiento de la URSS y la restauración del capitalismo en estos países, inspirarían una ofensiva político ideológica acerca del fin de la historia, del fin de las ideologías y la victoria final y contundente del capitalismo neoliberal. El soporte filosófico para este capitalismo sin responsabilidad social era la posmodernidad.

En La condición posmoderna Lyotard define a la posmodernidad “como un estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, la literatura y de las artes a partir del fin del siglo XIX” (Lyotard, 1994). Estamos ante un estilo de pensamiento que desafía las nociones modernas de la verdad, la razón y la objetividad, fruto del pensamiento cartesiano y de la idea de progreso positivista. Eliminada la idea de progreso –el futuro no tiene por qué suponer una vida mejor parta las mayorías sociales abismadas a la pura supervivencia- y desterrados los grandes relatos –ideologías- la posverdad puede ser una justificación resignada de la irracionalidad económica.

Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía en el año 2001), escribió un artículo publicado en la revista Social Europe, The end of neoliberalism and the rebirth of history, en el que señalaba las consecuencias negativas de la aplicación de las políticas neoliberales (que incluían reformas laborales encaminadas a debilitar a los sindicatos y facilitar el despido de los trabajadores, así como políticas de austeridad con el intento de disminuir la protección social mediante recortes del gasto público social) en la calidad democrática de los países a los dos lados del Atlántico Norte (incluyendo España), así como en el bienestar de las clases populares de los países donde tales políticas se han estado aplicando. La evidencia de que ello ha sido así es clara y contundente. una enorme influencia sobre tales establishments y que eran, y son, los que se benefician más de la aplicación de tales políticas, beneficios que están basados, según Stiglitz, en una enorme explotación de las clases populares, cuya calidad de vida ha empeorado considerablemente como resultado de la aplicación de esas políticas. Una de las consecuencias de esta realidad ha sido el enorme crecimiento de las desigualdades en la mayoría de estos países en los que tales políticas se han aplicado.

Este imperio de la posmodernidad en las meninges filosóficas de la Unión Europea, como magma constituyente de su esencia identitaria, ha supuesto el desmayo del gran proyecto de la Europa social y los procesos de convergencia cuya finalidad era que el ciudadano comunitario tuviera los mismos niveles de bienestar con independencia de su nacionalidad o residencia, cosa que ha sido todo lo contrario. Sin esta premisa, ya el proyecto europeo comenzó a sufrir una desnaturalización preocupante. La Unión Europea como referencia exclusivamente de recortes aplicados dura lex, sed lex, las presiones para promover procesos de austeridad que suponía un serio maltrato a las clases populares comunitarias, la demonización del gasto público con fines de equilibrio y justicia social, no ofrecía un atractivo referencial de pertenencia. Sólo una atolondrada socialdemocracia, en el caso británico, imprimía incoherencia al proceso con un Jeremy Corbyn abogando por la permanencia en una Unión Europea donde no es posible la aplicación de su programa de nacionalizaciones.

En este contexto, Gran Bretaña está más cómoda controlando su economía y sus fronteras sin ningún tipo de imposición y volcándose al comercio en el ámbito de la Commonwealth y los tratados con EE.UU. La posmodernidad ha resultado tan lesiva en términos de deterioro social y político, que ha producido en el contexto europeo la implosión del proyecto continental por haber optado por los intereses minoritarios de la usura y la especulación. Un primer antecedente del europeísmo se encuentra en la Reorganización de la sociedad europea (1823), una obra escrita por el socialista utópico francés Henri de Saint-Simon en colaboración con Augustin Thierry, en la que proponía la formación de una federación de los países europeos con la finalidad de hacer progresar las «artes de la paz», es decir, la ciencia y la industria, que para Saint-Simon era los instrumentos del progreso económico y social. Sin progreso económico y social, sin las bases de la igualdad, Europa queda reducida a un grupo de financieros jugando al monopoly.

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