jueves. 28.03.2024

El bloque constitucionalista y la calidad democrática

sanchez rajoy moncloa

El “bloque constitucionalista” tiene para Rajoy la virtualidad de dotarle con la capacidad de ejercitar toda la sustancia coercitiva del poder, al margen de la política, sin prácticamente oposición

La vida pública española muestra un dintorno de simplificaciones y reduccionismo que no son producto de la frivolidad sino de una estrategia cuyo objetivo es dotar a los acontecimientos políticos de una gravidez que les aleje del contacto con el suelo de los hechos. Manca finezza. La democracia tiene condiciones existenciales; tiene que ser posible, tiene que realizarse, es decir, tiene requisitos que se cumplen o no, y en diversos grados. Si faltan, la democracia es imperfecta, deficiente, puede llegar a estar pervertida, a convertirse en un instrumento de opresión como ya advertía Aristóteles. La política, en definitiva, como la física tiene reglas que no se pueden infringir, o al menos, infringir impunemente. Los severos acontecimientos que estamos viviendo en nuestro país, y de los cuales el conflicto de Cataluña, que ha estado germinando durante siete años sin que se haya encontrado la manera de enfocarlo políticamente, es un apéndice de una crisis general y poliédrica, y que si se tiene una mínima disciplina intelectual para contemplarla desde cierta distancia crítica es posible reconocer que nos encontramos ante una profunda crisis española, un fracaso de la convivencia, que es siempre un fracaso del sistema político que ha sido incapaz de encauzar el conflicto.

El encarcelamiento de parte del gobierno catalán al grito de “quien la hace la paga”, a pesar de los interrogantes sobre la competencia del tribunal, la vulneración del derecho a la defensa e incluso sobre la interpretación de los hechos que se instruyen  -con la coda democráticamente esperpéntica de un fiscal general beligerante políticamente-, por mucho que el gobierno se esfuerce en hacer apelaciones a la normalidad y a proclamar la independencia de la justicia, es un escenario difícil de imaginar en la Europa democrática. Hay en todo ello unos contextos realmente preocupantes, que trascienden al hecho concreto del caso catalán, puesto que pueden extrapolarse al ámbito de la limitación de la disidencia, mediante la constricción de la política como elemento axial de la vida pública, la acotación de lo posible y la descalificación del pensamiento crítico. La intervención en Cataluña no se ha limitado al independentismo, el gobierno catalán ha aprobado bastantes leyes muy progresistas, que sistemáticamente han sido rechazadas por los gobiernos del PP y tumbadas por su Tribunal Constitucional. Baste como muestra que el Tribunal Constitucional suspendió una ley “catalana” que impedía a las empresas energéticas cortar el suministro eléctrico a las familias pobres durante el invierno. Lo mismo ha ido ocurriendo con otras regulaciones “catalanas” sobre desahucios, la igualdad de género, el fracking, etc.

Ello supone una actitud frentista, de polarización, que propugna la uniformidad, la criminalización de cualquier identidad de resistencia, la imposibilidad de alternativa, la incapacidad del régimen político de inclusión de la diversidad en el ámbito político y la libertad de criterio en el formato polémico de la vida pública. El “bloque constitucionalista”, tan deseado y que tanto rédito político le ha dado a Mariano Rajoy, representa la abolición de los recursos políticos ante problemas políticos en virtud de criterios posideológicos, planteando el conflicto desde la grave unilateralidad coercitiva del poder donde todo se ha de sustanciar en términos de vencedores o vencidos. Y esta polarización cuestiona mucho más directamente el régimen del 78 que el propio independentismo. El elemento más extravagante del “bloque constitucionalista” sin lugar a dudas es el PSOE, con un no menos extravagante concepto de su posición y función en la sociedad, con el autonominalismo de “partido de Estado” o “oposición de Estado” lo que supone, teniendo en cuenta que las múltiples crisis y quiebras que soporta la nación tienen génesis en los déficits democráticos constituyentes del Estado actual, una limitación ideológica para constituirse en una auténtica alternativa a las políticas de la derecha y en su potencial capacidad de transformación de unas instituciones en evidente decadencia.

El “bloque constitucionalista” tiene para Rajoy la virtualidad de dotarle con la capacidad de ejercitar toda la sustancia coercitiva del poder, al margen de la política, sin prácticamente oposición. De esta forma, los conservadores se permiten amenazar al gobierno vasco con las mismas medidas que las ejecutadas en Cataluña si las fuerzas abertzales ganan en influencia política, al ejecutivo de Castilla-La Mancha, si se vuelve demasiado izquierdista por la aportación de Podemos o en la misma Cataluña si las fuerzas independentistas ganan las próximas elecciones y continúan con los deseos soberanistas. Todo esto dificulta las condiciones existenciales de la misma democracia.

El bloque constitucionalista y la calidad democrática