viernes. 29.03.2024

Profundizar la democracia, recuperar la confianza

Nuestro país está viviendo el mayor desprestigio de la política y de los políticos desde el inicio de la democracia; desprestigio que alcanza a la totalidad de sus instituciones...

Nuestro país está viviendo el mayor desprestigio de la política y de los políticos desde el inicio de la democracia; desprestigio que alcanza a la totalidad de sus instituciones y de las organizaciones sociales, políticas y económicas. La mayoría de los ciudadanos no confía en nada ni en nadie.

Mal asunto, además de muy delicado. Todos debiéramos tomar buena nota de ello. Tal percepción no es fruto de la casualidad,  sino que existen razones de fondo más que suficientes, que hay que analizar en profundidad si queremos que se recupere la confianza ciudadana perdida.

Sin duda la incapacidad política para dar solución a la crisis económica y muy especialmente la falta de respuesta a los 6.000.000 de parados, tanto a nuestros jóvenes, con cerca del 60 por ciento de ellos sin empleo y sin perspectiva alguna de encontrarlo a corto plazo, como a esos trabajadores parados de larga duración, ha contribuido sobremanera en esa crisis global de confianza. A lo que se ha añadido esa imposición de Europa y aceptada por los Gobiernos de España, de imponer como única salida políticas de austeridad, que ya todos conocemos y sufrimos.

Junto a éstos, son muchos más los elementos que la han acrecentado: la corrupción política y económica y la falta de medidas concretas para evitarla por parte de quien tiene en su manos la posibilidad real de hacerlo; la utilización de las instituciones en beneficio propio; el recurso, sin pudor a la mentira, al engaño como instrumento de acción política; el desmantelamiento por los actuales gobernantes de las partes esenciales del estado del bienestar; una reforma laboral que refuerza el poder a los empresarios y perjudica a los trabajadores; la falta de un debate político serio y razonado, en el que prime la propuesta y el acuerdo, en lugar del insulto, la descalificación del contrario, el regate corto, el golpe de efecto, el titular del periódico y sobre todo “y tú mas”, para esconder la realidad y confundir a los ciudadanos. Y todo ello aderezado por un número importante de medios de comunicación –no todos afortunadamennte- al servicio de intereses y grupos muy concretos, algunos de ellos claramente antidemocráticos, que no solo no informa, sino que desinforman, manipulan y enredan, contribuyendo con ello a aumentar la desconfianza. Son demasiados ejemplos los que nos confirman esta realidad.

Para que los ciudadanos recuperen la confianza perdida se necesita profundizar en la democracia. Hacerla más real y cotidiana. Extenderla e interiorizarla. Soy de los que creen que haría falta una refundación del sistema,  una reformulación, un nuevo concepto de democracia mucho más amplio del que nos dotamos en la transición y que nos permitió alcanzar amplias cotas de bienestar y libertad.

No vale ya un mero lavado de cara, sino que el cambio a de ser real y profundo.  Es necesario actuar con rapidez, vaya a ser que cuando se haga los ciudadanos hayan dado definitivamente la espalda.

Hoy, un estado democrático de verdad, debiera ser algo mucho más amplio que aquél en el que el poder se obtiene a partir de la votación ciudadana cada 4 años, y se somete solo a examen al final del mandato. El voto periódico de los ciudadanos es fundamental, pero insuficiente.  La acción política, en todos sus niveles, debe construirse cada día y estar sometida permanentemente a examen por parte de los ciudadanos, las instituciones y las organizaciones sociales.

Los cambios pasan por articular mecanismos de democracia real y participativa mucho más amplios que los existentes actualmente; deben existir unas instituciones de control y participación social autónomas e independientes, con autoridad y reconocimiento social, no sometidas al poder político de turno, y mucho menos a los vaivenes de éste; el poder económico debe estar sometido al político y no al revés como ocurre ahora, poniendo la economía al servicio de la sociedad y no de los grupos económicos; debemos tener unos medios de comunicación auténticamente autónomos e independientes de los poderes económicos y políticos, cuya autonomía sea real y no una ficción o una quimera, como es en estos momentos.

En definitiva, una democracia que será creíble cuando los ciudadanos tengan la posibilidad cierta de intervenir diariamente en ella y sepan que cuando sucedan acontecimientos como los que estamos viviendo en nuestro país desde hace ya  demasiado tiempo, existan mecanismos institucionales rápidos y eficaces, capaces de actuar frente a los responsables directos, ya sean personas, colectivos, organizaciones o instituciones, por importantes que estos sean.

Habría que añadir una nueva cultura ciudadana verdaderamente democrática, que sea intolerante e intransigente contra todo lo que suponga abuso, engaño, manipulación, mentira y utilización de las instituciones y el poder democrático en beneficio propio. Una cultura de defensa de lo público, frente a lo privado; de lo colectivo, frente a lo individual; donde se prime el esfuerzo  frente al amiguismo y el enchufismo.

Un sistema que pueda terminar de una vez y para mucho tiempo con los métodos de los Barcenas y todo lo que esto supone; con los Camps o los Matas;  con los ladrones de los ERES; con los Urdagarin y los Torres; con los Díaz-Ferran o los Arturos Fernández, con los Bankias, o las CAM, con las estafas de las preferentes y las de Afinsa; con los políticos o empleados públicos que se corrompen y con las empresas y ciudadanos dispuestos a corromper. Un sistema en el que todos sepamos que el que la hace la paga de verdad; y en el que hacerse rico sin trabajar no sea un mérito o galardón, sino que tenga la reprobación y el desprecio social.

Este debiera ser el auténtico debate social, sin olvidar las soluciones crisis y al paro, que ha de iniciarse desde ya y desde todos los estamentos, siendo el eje central de un programa capaz de producir los grandes cambios que la sociedad demanda y el país necesita, que de paso una nueva forma de hacer y entender la política, que abra las puertas a una nueva generación de personas comprometidas y capaces, tanto en la derecha como en la izquierda,  muy alejada de los vicios de la actual, capaz de afrontar con seriedad y rigor el futuro de este país.

Profundizar la democracia, recuperar la confianza