viernes. 29.03.2024

El Consejo se deshincha

En el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio pasado España e Italia parecía que habían conseguido casi todo lo que pretendían: recapitalización directa de los Bancos por los fondos europeos, la pérdida del status “senior” de los préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM) (es decir, que no tendrán prioridad en caso de ‘default’) y la posibilidad de que estos fondos compren Deuda pública con una

En el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio pasado España e Italia parecía que habían conseguido casi todo lo que pretendían: recapitalización directa de los Bancos por los fondos europeos, la pérdida del status “senior” de los préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM) (es decir, que no tendrán prioridad en caso de ‘default’) y la posibilidad de que estos fondos compren Deuda pública con una condicionalidad limitada. Y, como siempre que Alemania cede a las medidas que los demás le piden para salir del apuro, los mercados financieros reaccionaron con fuertes alzas. Pero esa reacción espasmódica al alza no tenía en cuenta los numerosos cabos que quedaban por atar .Y cuando se ha analizado más de cerca los acuerdos del Consejo, ese entusiasmo se ha enfriado, la prima de riesgo ha vuelto a subir y las Bolsas a bajar. Estamos casi como estábamos. Por Florencia ha pasado Nuriel Rubini y nos ha recordado que, o Europa avanza de forma rápida y decidida hacia la integración económico-financiera, lo que requiere una verdadera unión política, o nos vamos a des-unir, empezando por reducir el perímetro geográfico del euro.

Pero, aunque ahora se vayan aguando, los acuerdos del Consejo iban en la buena dirección. Monti y Rajoy jugaron bien sus cartas, con la eficaz ayuda de Hollande. Su negativa a aprobar nada, ni siquiera el plan de crecimiento del que eran los máximos beneficiarios, si no se tomaban medidas para evitar la retroalimentación entre las deudas públicas y la crisis bancaria y para contener los tipos de interés, tenía toda la lógica económica y política. De nada sirve un plan de crecimiento con efectos en el medio plazo, si de forma inmediata no se detiene la asfixia financiera.

Bajar los tipos de interés es la mejor ayuda al crecimiento, la más inmediata y la más fácil de obtener. Pero para eso hace falta que el BCE tome medidas que no parece dispuesto a tomar. Acaba de bajar, como estaba previsto, su principal tipo director al 0,75 %. Se esperaba más que un modesto cuartillo, pero no deja de ser un momento histórico para la política monetaria europea, puesto que nunca en su corta historia había estado por debajo del 1 %.

Además, el BCE ha dejado claro que no piensa aplicar ninguna medida no convencional, es decir, préstamos a largo plazo a los Bancos y compra de deudas públicas en los mercados secundarios para ayudar a los países en dificultad fiscal como España. Es decir, que el Consejo ha vuelto a prometer grandes novedades pero para un mañana incierto mientras que de momento no se hace lo que se podría ya hacer. No es extraño que los mercados desconfíen y que economistas americanos, como Rubini, estén convencidos de que los europeos no harán lo que hace falta hacer para salvar el euro, por mucho que lo juren y perjuren cada día.

Lo que también ha hecho el BCE es rebajar del 0,25% al 0% la retribución de la liquidez que los Bancos mantienen en Frankfurt. Se trata de estimularles a que usen esa liquidez, que obtienen del propio BCE al 1%, para aumentar su oferta de crédito a familias y empresas. Es dudoso que, si los Bancos estaban dispuestos a perder el 0,75% para mantener una liquidez que no se atreven a usar, cambien de opinión por un 0,25 % adicional. Y además, también está claro que la demanda de crédito flaquea cada día a medida que la economía se va parando. La política monetaria ha alcanzado así el límite de su capacidad de intervención.

Los acuerdos del Consejo se van deshinchando cada día que pasa. El único acuerdo que nadie había cuestionado era la mayor flexibilidad en el plan de ayuda financiera a los Bancos, para poder recapitalizarlos directamente desde los fondos de rescate europeos sin tener que pasar por el Estado y, evitando así, aumentar su deuda. Eso hacía aumentar automáticamente la prima de riesgo, los mayores intereses exigidos devaluaban los títulos de la deuda que ya tenían los Bancos en sus balances, lo cual empeoraba su situación financiera y aumentaba sus necesidades de recapitalización. Ese círculo vicioso creado por el procedimiento de ayuda podía ser resuelto cambiando el procedimiento, como al fin parecía que se había conseguido.

Pero eso solo se podrá hacer cuando se establezca un mecanismo de supervisión unificada de los Bancos europeos a través del BCE. Se dice que para finales de este año, pero ya se sabe cuán despacio van las cosas en el palacio de Bruselas. Puede que los Bancos y las Cajas españoles no puedan esperar tanto. Y mientras no esté funcionando un supervisor bancario europeo, los préstamos a los Bancos tendrán que seguir pasando por el Estado, aunque luego se puedan rehacer las cuentas y traspasar el ESM la deuda pública creada transitoriamente.

Pero ya se cuestiona que eso sea posible. El propio SPD se opone ahora a que los préstamos para recapitalizar los Bancos no aumente la deuda de los países y 150 profesores de economía alemanes han firmado un manifiesto en contra de avanzar en la unión bancaria sin mecanismos de control políticos y de que el ESM pueda comprar deuda pública sin gran condicionalidad.

No son solo ellos. Algunos países, de vuelta a casa, se lo han pensado mejor y están echando el freno y la marcha atrás. El Gobierno finlandés se opone, en realidad ya lo dijo antes de dejar Bruselas a cualquier compra de deuda pública en el mercado secundario. Si es así, uno de los grandes logros que Rajoy y Merkel parecían haber conseguido, se convierte en letra muerta.

Los términos del acuerdo eran ciertamente vagos. Actualmente los fondos de rescate ya pueden comprar deudas públicas, pero solo para los países que ya están intervenidos y obligados a un programa de ajustes. Se trataba precisamente de que esas compras de deuda relajaran los mercados y evitaran la intervención y la fuerte condicionalidad macroeconómica que ello implica. Parecía que se había aceptado el principio, pero sin precisar muy bien con qué clase de condicionalidad. Habrá que esperar a más precisiones del Eurogrupo en su reunión del próximo día 9 de julio.

A pesar de todo, Merkel sacó adelante la aprobación parlamentaria de los Tratados sobre disciplina fiscal (llamado “fiscal compact”) y el ESM. Falta ahora que el Tribunal Constitucional los avale, rechazando los numerosos recursos presentados. Debe rendir su veredicto la próxima semana y esperemos que sea favorable, con pequeños ajustes al margen. Lo contrario no sería un detalle, sino el parón definitivo de las medidas anticrisis, tan laboriosamente concebidas en los últimos meses.

Pero es evidente que a los alemanes la píldora les parece demasiado amarga. Los titulares de prensa son elocuentes: “el riesgo bancario español transferido al contribuyente alemán”. Aparte de que algunos académicos opinan que concentrar la política monetaria y la supervisión bancaria en una misma institución puede crear un conflicto de intereses. Y en eso no les falta razón, por un argumento parecido no me pareció en su día adecuado que se le adjudicara al Banco de España la supervisión bancaria. Y a la vista de lo ocurrido quizá tampoco me faltaba razón.

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