jueves. 28.03.2024

La huella de José Martí en Aragón

El 19 de mayo de 1895, hace ahora 120 años, moría en la localidad cubana de Dos Rios, en combate contra las tropas coloniales españolas, José Martí, el poeta, pensador y político considerado como el padre de la patria, de la República de Cuba.
José-Martí

El 19 de mayo de 1895, hace ahora 120 años, moría en la localidad cubana de Dos Rios, en combate contra las tropas coloniales españolas, José Martí, el poeta, pensador y político considerado como el padre de la patria, de la República de Cuba. Su muerte en combate y su legado político lo convirtió, ya para siempre, en un referente emancipador de los pueblos de América Latina en su lucha tanto contra los restos del ya caduco imperio colonial español, contra la emergente codicia de los Estados Unidos, no sólo en el Caribe sino en el conjunto de América Latina.

La trayectoria vital del joven Martí se halla vinculada, además de a su lucha por la independencia de Cuba del anacrónico sistema colonial de la España de finales del s. XIX, a su período en que, como deportado político, residió en tierras de la metrópoli. En efecto, fue un 15 de enero de 1871 cuando, como consecuencia de sus ideales, tras ser detenido, fue embarcado hacia España como deportado político. A su llegada, residió en Madrid en donde aprovechó para matricularse en la Universidad Central aunque, parece ser, en aquella etapa de su vida, los estudios no figuraban entre sus prioridades y prefiere, en aquella España en la que reinaba Amadeo I de Saboya, cuyo trono era zarandeado por la agitación carlista y la efervescencia republicana, el joven Martí mantiene contactos con el ambiente cultural de la época, entre los cuales figuraban los escritores aragoneses Marcos Zapata y Eusebio Blasco. De igual modo, su vena literaria, le impulsa a colaborar en diversos órganos de la prensa republicana federal madrileña de la época.

Ante el abandono de sus estudios universitarios, y proclamada ya en España la I República el 11 de febrero de 1873, poco después, concretamente en el mes de mayo de dicho año, José Martí decidió solicitar el traslado de su expediente académico a la Universidad de Zaragoza, entonces situada en el desaparecido edificio de la Plaza de la Magdalena, para continuar sus estudios en la capital de Aragón, una ciudad provinciana que, por aquel entonces, contaba con apenas 70.000 habitantes. De este modo, durante su estancia en Zaragoza, Martí aprobaría las 8 asignaturas que tenía pendientes de Derecho y, además, se matriculó por libre en otras 10 asignaturas de Filosofía y Letras, estudios que terminó en septiembre de ese año tan republicano que fue 1873 aunque, al no pagar las tasas de sus estudios universitarios, no pudo recoger ambos títulos.

Ciertamente, es conocida la importancia histórica de José Martí, aunque no tanto su vinculación con la ciudad de Zaragoza. Sobre este tema, hace ya algunos años el profesor Manuel García Guatas publicó un libro titulado La Zaragoza de José Martí (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1999) que recupera esta parte de la trayectoria vital del político cubano en la capital aragonesa, en la cual residiría desde finales de mayo de 1873 hasta mediados de noviembre de 1874. Martí se alojaría primero en la Fonda de Félix Sanz sita en la C/ Manifestación nº 13, donde una placa recuerda este hecho, y, más tarde, en la C/ del Olmo, pral. 3º.

Aquellos 18 meses de estancia en la ciudad de Zaragoza, como señala García Guatas, fueron “el período de su juventud que huella más duradera dejará en su cultura universitaria y en su vida afectiva”. Y ciertamente fue así: ya hemos aludido a cómo en la Universidad de Zaragoza terminó sus estudios en Derecho y Filosofía y Letras, graduándose en ambas titulaciones y, por lo que respecta a su vida afectiva, como él mismo confesaba en sus Versos Sencillos escritos en 1891, en aquella Zaragoza de la I República, “tuve un buen amigo, y allí quise a una mujer” de los cuales sabemos sus nombres: Fermín Valdés era el amigo y la joven Blanca Montalvo su primer y gran amor, que también vivía, como él, en la C/ Manifestación y a la que recordaría más tarde en sus Versos Sueltos:

“Para Aragón en España

tengo yo en mi corazón

un lugar, todo Aragón,

franco, fiero, fiel, sin saña.

Si quiere un tonto saber

por qué lo tengo, le digo

que allí tuve un buen amigo,

que allí quise a una mujer”.

De Blanca Montalvo sabemos que más tarde se casaría con José Simeón Pastor y que aquel primer amor de Martí, que tanto le marcó, sería un recuerdo que siempre vincularía su corazón con la capital de Aragón.

Por ambas circunstancias, la huella que Zaragoza dejó en Martí será indeleble y la ciudad aragonesa la rememorará el poeta y político cubano más tarde tanto en su prosa como en sus versos.

La correspondencia de José Martí durante su estancia en la capital aragonesa está plagada de referencias a su vida en Zaragoza, con frecuentes alusiones a su siempre precaria salud y, también a sus escasos medios económicos con los que subsistir.

Por otra parte, la actividad pública del joven Martí en la Zaragoza republicana de 1873 fue intensa: acude a diversas tertulias políticas, al teatro, entabla amistad con personajes de la época. Como bien señalaba García Guatas, “la Zaragoza que va a vivir Martí es una ciudad azotada por el cierzo y no menos agitada por la prensa”, mayoritariamente de tendencia republicana, como era el caso de La Democracia, La República, El Estado Aragonés o El Federalista, publicaciones con las que simpatizaba el joven político cubano y se sabe que incluso llegó a colaborar con el Diario de Avisos que editaba el republicano Calixto Ariño e incluso se supone que tuvo contactos con la logia masónica “Caballeros de la Noche nº 68”.

Durante sus meses de estancia en Zaragoza, a donde llegó al poco de haberse proclamado la I República, Martí asiste a una sociedad en plena ebullición política. De hecho, como señala García Guatas, “pocos momentos de la historia de Zaragoza y del país se han mostrado en tan breve tiempo tan agitados y plagados de sucesos por la situación de guerra y sublevaciones civiles como los que le tocó conocer a José Martí entre mayo de 1873 y noviembre del siguiente año”. Este fue el caso de los constantes enfrentamientos entre monárquicos y republicanos, a la aparición de un incipiente movimiento obrero organizado (recordemos que en Zaragoza se había celebrado en 1872 el II Congreso de la AIT), a la intensa actividad desempeñada desde el Gobierno Civil por aquel admirable político republicano federal que fue Víctor Pruneda, a sus intentos de asentar las bases de una democracia republicana con el mismo tesón que combatía a la reacción carlista, e incluso, a las consecuencias que en la capital aragonesa tuvo el golpe de Estado llevado a cabo en Madrid el 3 de enero de 1874 y que puso fin a una efímera I República española, la cual sería reemplazada por el régimen del general Serrano, preludio de la ya inminente restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. Desconocemos si Martí hubo podido pelear, junto con el también cubano “negro Simón” en las barricadas que los zaragozanos levantaron en Puerta Cinegia, en el Mercado o en la Puerta del Duque para hacer frente al golpe militar pero lo cierto es que las tropas sublevadas aplastaron con prontitud la heroica resistencia popular. Martí, que siempre fue consciente de los riesgos que implica la lucha por la justicia y por la emancipación, tal vez pensase en los sucesos de Zaragoza de enero de 1874 cuando dejó escrito de forma vibrante que,

“Todo hombre de justicia y honor pelea por la libertad donde quiera que la vea ofendida, porque eso es pelear por su entereza de hombre, y el que ve la libertad ofendida y no pelea por ella, o ayuda a los que la ofenden, o no es un hombre entero”.

No menos conocidos son los versos en los que hermana Martí la bravura de los aragoneses y cubanos en su lucha contra la tiranía, bien sea ésta la guerra civil alentada por la reacción carlista que asolaba las tierras aragonesas en aquellos años de 1873-1874, bien fuera la inaceptable dominación colonial a que España sometía a la isla de Cuba:

“Estimo a quien de un revés

echa por tierra un tirano

lo estimo, si es un cubano,

lo estimo, si aragonés.

La influencia en su trayectoria vital del período zaragozano de José Martí es destacada por García Guatas pues, para dicho autor, “parece claro que Martí tuvo que empezar a forjarse como poeta de acción y a poner pasión en sus versos durante su estancia en Zaragoza, pues la ciudad que conoció y vivió pasó en menos de dos años por todas las vicisitudes y agitaciones que ha configurado la historia de España en el siglo XIX”.

Mientras todo esto le sucedía a Martí durante el tiempo en que vivió en Zaragoza, dos destacados aragoneses partían para Cuba: este era el caso de Benigno Rebullida y Micolau, nombrado por la República Gobernador Civil de la isla y de dilatada trayectoria en las filas del Partido Republicano Democrático Federal (PRDF) en Aragón, y del joven capitán médico Santiago Ramón y Cajal. De ellos sabemos los nombres, no podemos decir lo mismo de los más de 700 aragoneses deportados a Cuba durante estas fechas por motivos políticos: carlistas, republicanos cantonales y, como señalaba el conservador Diario de Avisos de Zaragoza el 9 de septiembre de 1873, “los no menos temidos obreros internacionalistas”.

Al margen de su actividad política, la inquieta mente de Martí se interesa por la cultura, escribe su primera obra de teatro, un drama titulado Adúltera así como algunos poemas. Además, siente fascinación por las pinturas de Goya, manifiesta su entusiasmo por el proyecto de construcción del ferrocarril transpirenaico de Canfranc cuyos primeros estudios promovió, siendo ministro de Fomento de la I República, el destacado jurista y político federal aragonés Joaquín Gil Bergés. De este modo, en 1881, cuando ya se hallaba afincado en Nueva York, comentó José Martí en una de sus colaboraciones como corresponsal de prensa la noticia de la aprobación de la nueva vía internacional que tuvo lugar el 10 de diciembre de 1881:

“Y dentro de España, todo es júbilo por la creación del nuevo ferrocarril a través de los Pirineos, que el Senado acaba de autorizar, y que correrá de la alegre Zaragoza a la solitaria Huesca y subirá por el alto Aragón, rico en niños y en mozas robustas, a Jaca y Canfranc, de donde irá a unirse en un túnel de cuatro millas que horadará a los Pirineos por la garganta de Somport, y saldrá a la luz en Francia, en tierra de magníficos viñedos. Se enlazará, salvando montañas, con el ferrocarril del centro y sur de Francia” (La Opinión Nacional, caracas, 28 diciembre 1881).

Por otra parte, Martí dejó patente también su firme rechazo ante el conservadurismo clerical, razón por la cual, ante la figura de Pedro Arbués, aquel inquisidor ejemplo patente del antijudaísmo católico del s. XV posteriormente elevado a los altares, no duda en calificarlo como “el asesino canonizado, el inquisidor devoto”.

El recuerdo de la figura de José Martí permanece vivo en la Zaragoza actual y, de este modo, el 10 de abril de 1984 se colocaron sendas placas en su honor tanto en la casa en la que habitó en la C/ Manifestación, como en la Universidad de Zaragoza. Por otra parte, en el año 1995, con motivo del centenario de su muerte, se hizo entrega al ministro de Cultura de Cuba de los títulos de licenciado en Derecho y Filosofía y Letras de Martí, el cual nunca llegó a recogerlos para carecer de dinero para pagar las tasas de su expedición y, además, se colocó un busto de bronce en la entrada al Paraninfo universitario “como recuerdo permanente a uno de sus alumnos más célebres”.

Ahora, con motivo del 120 aniversario de la muerte del poeta, del político que se convirtió en el “apóstol” de la independencia de Cuba y, por extensión, de la emancipación de los pueblos de América Latina, recordamos su memoria, unida para siempre a Zaragoza, a esta ciudad que tanto amó en la que, el recuerdo de su cierzo, de su temprano amor y de su agitación política y cultural, le impulsaron nuevos bríos para sus ideales poéticos, literarios y de liberación y justicia social con los que es permanentemente recordado pues, como nos dice una inscripción mural colocada en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, “Corta es la vida que nos concedió la naturaleza, pero imperecedero es el recuerdo de una vida bien cumplida” y la de Martí, sin duda, lo fue.

La huella de José Martí en Aragón