viernes. 29.03.2024

Si miras la realidad, frenas

Tanto en el Congreso de los Diputados como en los Parlamentos Regionales están reuniéndose Comisiones de reconstrucción. Con un mensaje que trasmitir: “miremos la realidad y frenemos para pensar”. Porque la vuelta a la normalidad no debe ser para volver a vivir como si no hubiera pasado nada. “Todo igual que antes” es el peor mensaje que se puede mandar a la ciudadanía. Observamos con preocupación que ahora con las vacaciones proliferan botellones, fiestas, comidas multitudinarias, playas y mucho turismo. Esa normalidad de la locura nos destruye es un falso slogan de ¡viva la libertad!; parece que hay prisa por regresar a vivir la vida sin pensar en los demás y en el futuro del planeta. ¡Inmenso error!

Esta pandemia está sacando a la luz lo mejor y lo peor de cada uno, y por supuesto de los lideres que nos gobiernan. Trump, Bolsonaro, Boris Johnson y algunos otros la viven como una supremacía de la genética, como una prueba que había que superar con un fuerte contenido de prueba de esfuerzo de la masculinidad. La discriminación con la que se ha tratado a las victimas nos deja un largo listado de agravios: el caso de los geriátricos, el tratamiento discriminatorio a poblaciones marginadas y las muy diferentes reacciones sociales que estamos viviendo.

Si queremos salir de la crisis del Covid-19 con un compromiso común debemos priorizar las políticas sociales y la lucha contra las desigualdades, porque la situación en que estamos no es la mejor forma de afrontar un nuevo reto

Hay en todo esto un discurso engañoso que sugiere que las desgracias nos unen y no nos discriminan. ¡Mentira! Es falso. Si trabajabas en una residencia de mayores, o en la sanidad pública, tu vida valía poco; pero ahora vale menos. Por eso, paremos y reflexionemos. Si seguimos la tendencia que nos imponen desde el sistema dominante podemos llegar a convertirnos en un riesgo biológico y que lleguen a tener razón los que dicen que los robots son el futuro porque no contaminan. La alfombra de la normalidad es una trampa para que todo siga igual.

Hay que reinventar nuevas formas de producir, de convivir, de movernos, de consumir, de financiarnos y, además, mejorar la formación de las personas, con un nivel de transparencia que permita reconstruir lo que ya es obsoleto y no tiene futuro. En ese proyecto la transparencia tiene un papel esencial para el cambio de cultura que se precisa. Recordemos a Beberidge cuando decía que para conquistar nuevos espacios -sean económicos, políticos o sociales- tienen que tener un sentido para la ciudadanía. Por ello, es muy importante saber qué deseamos conseguir, y hacerlo juntos. Gandhi nos recordaba siempre que “lo que haces por mí sin mí, lo haces contra mí”

El primer paso es construir en confianza. Y la confianza en la democracia no es ciega, sino que se gana con instituciones transparentes, abiertas y eficientes, que se comprometan a rendir cuentas tanto en lo formal del gasto como en lo cultural de la participación. Miremos a la Unión Europea y sus orientaciones acerca de las políticas para cambiar e innovar en el modelo productivo y el modelo energético, para crear un empleo de más calidad, modernizar el tejido empresarial y revertir el deterioro medioambiental. Esa reconstrucción requiere tanto una fuerte inversión de fondos públicos como mucha resiliencia y una gran empatía.

Reconstruir desde la proximidad en un proceso innovador es una garantía de futuro y un verdadero reto. Hay que diseñar una nueva cadena de suministros que con proveedores de proximidad nos den seguridad con vistas al futuro. Está todo inventado: solo tenemos que recuperar las experiencias que se han desarrollado en los clusters de cercanía que han garantizado suministro y precio, creando un empleo en su entorno.

Es evidente que estos proyectos no surgen sin una política pública que lo impulse y precisan también de una colaboración con las Universidades Públicas para impulsar y financiar planes de investigación centrados en las prioridades regionales y que el conocimiento sea transferido con garantía en el proceso. Este cambio, esta recuperación del espacio perdido, puede tener como aliado una nueva visión para un plan de recuperación de los territorios vacíos. Aquí juegan un papel esencial las comunicaciones, tanto viales como digitales. Dos brechas a las que tenemos que dar solución para solucionar los problemas territoriales.

Con el proyecto de reconstrucción podemos hacer un país con el espíritu de buscar oportunidades mediante la innovación, y en el que colectivos muchas veces minusvalorados recuperen su valor empírico y se les dé el protagonismo que la convulsión vivida les ha otorgado. Estamos entrando en la nueva normalidad, en el que se está reconociendo el valor de los sectores que consideramos estratégicos. Y esa valoración de los sacrificios también debe monetizarse.

Si queremos salir de la crisis del Covid-19 con un compromiso común debemos priorizar las políticas sociales y la lucha contra las desigualdades, porque la situación en que estamos no es la mejor forma de afrontar un nuevo reto. Un reto que es consecuencia del déficit democrático que arrastramos pues nuestro sistema político lleva demasiado tiempo transitando por un pasillo demasiado estrecho y se precisa una salida de confianza en sus instituciones. Necesitamos fortalecer la democracia institucional, y ese fortalecimiento se conseguirá a medida que las instituciones independientes sean fortalecidas con más independencia y los medios necesarios. La democracia no se ha llegado a realizar plenamente, sino que se ha quedado alejada, y eso ha creado la sensación de que sirve más a los intereses de unos pocos que a una ciudadanía expectante y perpleja que no comprende -porque no se sabe o no se quiere- cuál es su principal misión: fortalecerla ejerciendo los derechos. Participando en los procesos. Y exigiendo el derecho a saber para que la rendición de cuentas sea un procedimiento para abrir las instituciones.

Una política de reconstrucción va a presidir el debate político de las próximas décadas. Por consiguiente, la sociedad civil debe fortalecerse y constituirse en una gran alianza para conseguirlo. La sociedad civil debe de impulsar foros abiertos que asuman este debate y sean capaces de aportar soluciones para que los programas políticos se puedan nutrir de las propuestas. Estas iniciativas de participación pueden consolidar una democracia muy debilitada.

Si miras la realidad, frenas