jueves. 28.03.2024

¡Ay Europa!

La frialdad de la política económica está avivando el populismo, el nacionalismo y la xenofobia.

empleo-europa

La frialdad de la política económica está avivando el populismo, el nacionalismo y la xenofobia

He firmado la carta abierta que, promovida por el profesor Castaldi y suscrita por académicos y personalidades como Bouman, Barón, Giddens y otros mil firmantes, está dirigida a los presidentes de la Comisión Europea, Parlamento Europeo, Consejo Europeo, Banco Central Europeo y Eurogrupo, en la que pedimos que se impulse una política de integración porque una de las lecciones que hemos aprendido de esta crisis es que no podemos vivir en un mercado único con una moneda única y, sin embargo, diecinueve políticas económicas y fiscales diferentes. El paso dado en 2012, con el aliento a la unión bancaria, es un reconocimiento de que esa asimetría es insostenible a largo plazo. Ahora se hace preciso otro paso en el camino de la integración global.

Desde que se inició la crisis económica los ciudadanos europeos estamos esperando de sus instituciones una visión clara y ambiciosa para el futuro. Esperamos esa hoja de ruta y un calendario concreto, antes de que se produzca un efecto indeseable de disgregación. Grecia nos ha puesto a prueba, y la forma en la que se está negociado no es un buen modelo integrador. Hay medios, otras soluciones, mil formas para salir de una bancarrota, pero nunca imponiendo la humillación, exigiendo un sufrimiento a los más débiles, para dar protección a los banqueros acreedores. Así no se construye Europa.

“¡Ay Europa!”. Con esta frase el profesor Habermas nos alertaba hace años de que el déficit democrático (los ciudadanos no pueden controlar las decisiones políticas de la Comisión y del Consejo) es el mejor camino para la pérdida de la legitimidad. En la susodicha ‘carta abierta’ se contempla a Europa  “como un niño perdido del que nadie se hace cargo”. Los desempleados reclaman el plan de reindustrialización que no llega y, por otro lado, la ciudadanía reclama el control democrático del Parlamento Europeo que hoy es de muy baja intensidad.

La crisis ha puesto de manifiesto la burocratización de las instituciones y su ineficacia por la parálisis que produce la obligada unanimidad para llegar a un acuerdo. Las limitaciones presupuestarias se han efectuado de una manera brusca, mientras que la deuda de los Estados ha puesto de manifiesto que los que nos han endeudado, nos han hipotecado las libertades.

Por ello defiendo, que no hay que reducir la deuda por la intransigencia de Merkel sino porque sin deuda seremos libres, las políticas presupuestarias no estarán condicionadas ni viviremos bajo la vigilancia de la troika. Pero hay que decir bien alto que no es posible alcanzar esa libertad mientras se protejan paraísos fiscales y no se persiga eficazmente al fraude organizado. Por otro lado es muy difícil abordar una política fiscal progresista, mientras se permitan legislaciones tributarias competitivas con escandalosos efectos de deslocalización. Tiene que desaparecer el caciquismo tributario de todos los territorios e incidir en una perspectiva del ‘nosotros’ en lugar del ‘para mí’ que acaba reduciendo la moral y la política a una cuota, y la ética a una formalidad.

Defiendo una Unión con una bandera, pero observo que la bandera de las estrellas no es el sueño azul de todos los europeos, sino que cada uno se envuelve en la de su tierra. Y así los de la Europa del Sur no nos sentimos seguros, no vemos la integración, no vemos un plan de futuro, observamos muchos problemas, como nos señala Pisani-Ferry, sin política exterior ni de seguridad ni de defensa, sin garantías para sentirse europeos y desear convivir en una sociedad más justa.

Sin embargo, es posible. Cuando Draghi dijo que impulsaría “todo lo que fuera  necesario”, avisaba a los ‘buitres’ que dejaran de hacer daño a los intereses de la deuda. Ahora es el momento de hacer todo lo necesario, abordar los cambios, incluidos los estatutarios. Una hoja de ruta con tiempos, sabiendo a donde vamos, lo que representa el sacrificio ciudadano, lo que aportan los que se han enriquecido con este imperfecto mercado. Comprobar que la solidaridad funciona y que se solucionan las desgracias de los pueblos, pensando más en el ser humano que en el interés de los créditos, porque esa economía fría está avivando el populismo, el nacionalismo y la xenofobia.

¡Ay Europa!