Si tuviéramos que buscar una imagen que definiera el esperpento ocurrido el pasado miércoles 6 en el Capitolio de Washington, probablemente la mejor sería la de Jake Angeli presidiendo el Senado de EE.UU. durante unos minutos disfrazado de bisonte.
Este ególatra seguidor de Trump, lo es también de la red Qanon, una especie de secta que domina las redes sociales predicando teorías de la conspiración, entre las que sobresale señalar a los miembros del Partido Demócrata y al propio Joe Biden, como peligrosos comunistas miembros de una red de pederastia mundial.
Pero a pesar de sus grotesca apariencia no son gentes como para tomárselas a broma, su poder en apenas unos años se ha incrementado exponencialmente cada vez con más influencia en Twitter y Facebook.
Probablemente una parte de los más de 70 millones que han apoyado a Donald Trump sean seguidores de Qanon, impulsada por ese peligro ideólogo mundial de la extrema derecha que es Steve Bannon.
Bannon también dispone de su propio medio de comunicación digital, en el que se impulsa peligrosamente las teorías de Qanon, a una parte importante de todos esos millones de votantes, que se las creen a pies juntillas.
Por eso no debemos confundir el análisis, costará más o menos pero Trump se va a ir de la Casa Blanca, a pesar del peligro en el que nos va a tener sumidos estos 14 días, no olvidemos que tiene en sus manos incluso el poder nuclear, pero el “Trumpismo” ha llegado para quedarse, allí y aquí.
Nuestras democracias muestran sus debilidades ante este tipo de personajes e ideologías, porque la aparición de las redes sociales les abre un abanico infinito de posibilidades de extender sus ideas.
Todo ello a pesar de que Facebook y Twitter hayan hecho algo insólito como bloquear las cuentas a un todopoderoso Presidente de EE.UU.
Quizás la paradoja de Trump sea que esté sacando lo peor y también lo mejor de nuestros sistemas democráticos. Que haya logrado que la democracia se ponga en tensión para defenderse de este tipo de personajes que pretenden acabar con ella.
Pero no podemos ni debemos bajar la guardia. Aunque la imagen del próximo día 20, precisamente en ese lugar ayer allanado, nos dé tranquilidad y confianza. Observar a Joe Biden y Kamala Harris asumir el poder será una gran noticia, una preciosa imagen, pero la semilla que Donald Trump ha cuidado durante estos últimos cuatro años ha germinado, no lo debemos olvidar.
Ver la imagen de ese personaje venido del pasado disfrazado de bisonte no nos debe dar risa, sino antes al contrario debe ponernos alerta del peligro que se nos viene encima. A EE.UU. y al resto del mundo.
Trump, Qanon, Bannon, Angeli con sus decenas de millones de seguidores, los que se ven y los que no, han perdido una batalla pero no la guerra.
A las 24 h después lo aseguró Trump en un nuevo comunicado. Admitía que “su mandato acaba pero seguirá luchando para devolver a EE.UU. su grandeza, porque esto es sólo el principio” y ya sabemos lo que significan esas palabras, pero justo a las 24 h emitó otro diciendo todo lo contrario.
Así es Trump no se inmuta cambiando su discurso, o mintiendo descaradamente..
La era de Trump acaba es evidente, pero no la del “trumpismo”, debemos grabar a fuego esta idea para que su contraataque, que lo habrá, no nos pille de nuevo desprevenidos.
La democracia es un bien muy preciado, lo sabemos quienes aún quedamos vivos de aquella etapa en la que en nuestro país no la teníamos y debemos recordárselo constantemente a las nuevas generaciones.
Habrá que estar alerta, desde las instituciones, desde los medios de comunicación y especialmente las redes sociales. Vigilar cada mensaje, cada movimiento, para poder reaccionar a tiempo evitando como ocurrió el miércoles que sus cómplices, que los tienen, les abran de nuevo las puertas de otros Capitolios.
Veremos...