jueves. 28.03.2024

¿Quién habla en nombre del gentío?

oclocracia

Recordaba hace unos días Iñaki Gabilondo el artículo publicado el pasado fin de semana del 6 de Octubre en Financial Times por el historiador Simon Schama, en el que se interrogaba sobre quién hablaba hoy en nombre de la gente. 

Hacía alusión a un mal de nuestro tiempo, esos líderes carismáticos que vendían esa idea tóxica de que ellos y sólo ellos hablaban en nombre de la gente. De manera genérica como si la gente fuera algo uniforme y no plural.

La oclocracia es tremendamente destructiva para la democracia, porque o eres un seguidor incondicional de la mayoría o si se te ocurre discrepar te conviertes en un peligroso traidor

Introducía un antiguo concepto que muy pocos conocíamos, el de oclocracia que utilizó Ovidio allá por el siglo II a.d.c., considerándolo el mayor peligro para nuestra moderna democracia.´

Oclocracia es sinónimo del gobierno de las muchedumbres, de la masa, del gentío en contraposición de democracia que es el gobierno del pueblo. Tiene que ver también con la demagogia y el populismo que impregna la política actual, la nacional y la internacional.

Con la aparición de las redes sociales se observan también aprendices de oclócratas que a imagen de los respectivos líderes y parece ser que por delegación de los mismos, se encargan de convertirse en representantes de un todo cuando apenas lo son de una minoría dirigente, en especial entre los partidos políticos.

La oclocracia es tremendamente destructiva para la democracia, porque o eres un seguidor incondicional de la mayoría o si se te ocurre discrepar te conviertes en un peligroso traidor.

Así en la escena internacional se vislumbran numerosos seguidores, partidarios y defensores de esta perversión de la democracia, especialmente entre dirigentes políticos poderosos. Quien primero enseñó su patita fue Donald Trump desde su campaña a la presidencia de EEUU se ha encargado, con éxito a la vista de sus resultados electorales,  de implantarla en un país que parecía idóneo.

A pesar de creerse los dueños del mundo el pueblo americano es profundamente inculto, lo que supone un caldo de cultivo ideal para un peligroso patán como Trump.

De no ser por esa “cualidad” resultaría impensable que alguien que cada vez que abre la boca, o escribe un twit suelta un exabrupto, o lo que es peor una sandez de consecuencias imprevisibles, siguiera teniendo su nivel de popularidad y se resistiera a lo que debería ser evidente, el triunfo del “Impeachment” que los demócratas y una parte de los republicanos han puesto en marcha.

Todo parece indicar que quizás por esa oclocracia que ha logrado imponer durante sus años de mandato, salga indemne del mismo e incluso que pueda ser reelegido sin apenas despeinarse.

Hoy en día uno de los mayores peligros para la humanidad, si excluimos el propio ser humano, es Donald Trump. Él solito ha puesto en peligro desde el equilibrio geopolítico con sus tensiones reciente con Irán, o su apoyo ambiguo a las locuras de Erdogan contra los kurdos por mucho que lo quiera edulcorar con amenazas de sanciones, hasta la situación económica mundial con una irresponsable guerra comercial que podrían ser los causantes de la próxima crisis que ya llama a nuestra puerta. 

Pero el oclócrata Trump tiene también discípulos aventajados en Europa. La figura de Boris Johnson no sólo se le parece en lo físico, también en el efecto devastador que puede suponer para su país y la UE en su conjunto.

Sus últimas locuras que van desde el avance suicida hacia el Brexit, hasta ser capaz de cerrar el Parlamento Británico por primera vez en su historia no tienen límite. 

El problema para el mundo es que lamentablemente sus técnicas funcionan, ayudadas por una falta preocupante de alternativa. Ni en EEUU ni en Gran Bretaña se vislumbra alguna figura que les pueda poner freno.

Ni Joe Biden que se supone como el demócrata mejor situado, ni la eterna promesa de la izquierda inglesa Jeremy Corbyn parecen hoy capacitados para poderles ganar las próximas elecciones. 

Quizás porque para competir con gentes tan faltas de principios no se puede ir con los métodos clásicos, sino que hay que enfangarse un poco y no parece que ninguno de los señalados sean de ese estilo.

Con ese panorama parece que al menos el futuro de la oclocracia en ambos países es muy prometedor. 

Tampoco nuestro país se libra de la epidemia, en nuestro caso con una mezcla de puro fascismo que creíamos muerto y enterrado, pero que gracias a los errores de unos y otros ha resurgido con fuerza, quizás no tanto electoral como de poder de introducción en nuestra sociedad.

La aparición de VOX y su líder Santiago Abascal ha permitido mostrar su verdadero rostro. Pero sobre todo la influencia que en los pocos meses de vida ha sido capaz de trasladar al resto de partidos de la derecha extrema, PP y Cs.

El punto de inflexión se dio en las elecciones andaluzas y el pacto de gobierno a tres bandas para desbancar al PSOE. Después vinieron Murcia, Castilla León y especialmente Madrid capital y comunidad.

Los dirigentes de VOX han sido capaces de impregnar con una velocidad vertiginosa como si de un peligroso filovirus se tratara no sólo su ideología, también su retórica e incluso sus tics públicos.

Escuchar a la nueva presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso intervenir en un debate en su parlamento sobre la quema de iglesias de 1936, o a su Alcalde José Luis Martínez-Almeida sobre los derechos de la mujer no tiene nada que envidiar a lo que aseguran los ultras de VOX Iván Espinosa de los Monteros o Javier Ortega Smith.

Quizás la máxima expresión haya estado en las barbaridades dichas por este último sobre las “Trece rosas rojas” que ya han tenido respuesta en sendas denuncias.

Pero no nos podemos descuidar sobre su influencia social y política. Debería ser de obligada visión para su estudio la entrevista que el pasado jueves le hizo Pablo Motos a su líder en “El hormiguero”, con record de audiencia y exponiendo su cara más amable y cercana. Ese cambio debe hacernos mantener las alertas elevadas al máximo.

¿El franquismo renace de sus cenizas o quizás siempre ha estado latente de manera silenciosa en nuestra sociedad? 

A pesar de la tranquilidad irresponsable de la izquierda durante demasiados años que teorizaba sobre la primera hipótesis, se ha demostrado lo acertado de la segunda. 

Se ha perdido una oportunidad histórica de haber realizado una profunda labor pedagógica durante los años que se ha estado en el poder, quizás por esa mala conciencia que tiene esa izquierda de pensar que ese poder pertenece de manera natural a la derecha y que cuando lo alcanzan se está sólo de paso.

En estos 40 años de democracia se ha sido incapaz de desactivar esa bomba de relojería que ahora nos puede estallar en la cara. Observar las largas colas de gentes en peregrinación al panteón donde ha estado enterrado el dictador resulta vergonzoso, la resistencia numantina que han puesto en práctica al cumplimiento de una decisión tomada en el Congreso de los Diputados indica que algo no va bien y seremos unos irresponsables si esta vez no nos tomamos muy en serio el peligro.

Conviene recordar que aún el Gobierno del PSOE, a pesar de lo que aseguró en un principio, no ha sido capaz de quitar las humillantes (especialmente para sus víctimas) medallas que un torturador como “Billy el niño” sigue luciendo.

Porque el problema no es la extrema derecha, el peligro real es la derecha extrema. No sólo es VOX es aún mayor Cs y PP impregnados de sus tesis reaccionarias.

La izquierda desaprovechó esos años en el poder, alguna etapa con mayorías absolutas y ha vuelta a hacerlo siendo incapaz de poner en marcha un gobierno de progreso. 

A día de hoy no sabemos si las últimas encuestas que van apareciendo se van a concretar el próximo 10-N, pero lo que parece previsible es que el equilibrio derecha-izquierda no va a mejorar y lo que es peor todo indica que estas elecciones sólo van a servir para un resurgimiento del PP, al que se le dan subidas de entre 28 y 34 escaños.

Si eso se confirmara algunos gurús de la nada debieran engrosar con rapidez las lista de parados, porque van a crear el caldo de cultivo ideal para que se concrete la opción con la que sueñan los poderes fácticos de este país y los de fuera, una “Grosse koalition” PSOE-PP.

Utilizando el símil vírico esa experiencia podría traer como consecuencia que el filo virus inoculado desde VOX al PP podría pasar al PSOE y significar así una enfermedad mortal para la izquierda.

Y para rematar la jugada ahora llega la sentencia del “Proces” que azuza de nuevo el avisero de Catalunya. Ahí existen otros espécimenes de estas características, tanto Puigdemont como Torra los son. Pero eso da para otra reflexión.

Veremos…

¿Quién habla en nombre del gentío?