viernes. 19.04.2024

Una pregunta ingenua: ¿este país está para fiestas?

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Silencio (Octavio Paz)

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.


Cifras de hoy: más de 208.000 infectados, casi 22.000 fallecidos, miles de ingresados muchos de ellos en la UCI. Familias rotas por el dolor. Ese es el panorama.

Mientras tanto fomentado erróneamente desde ciertas televisiones en especial la dedicada a la tele basura, la gente desde sus ventanas y terrazas monte fiestas y jolgorios, se supone que para levantar el ánimo a unos vecinos deprimidos por el confinamiento.

Como dice mi admirado Enrique Villareal “El Drogas”: “Estoy harto de sirenas y canciones que apagan los aplausos anónimos”. Lo dice él líder de una banda de rock con 40 años a sus espaldas

Algunos se lo han tomado al pié de la letra y cada mañana, tarde, o lo que es peor noche, se dedican a exponer sus bafles al exterior obligando al resto a escuchar su música favorita, organizan conciertos de los instrumentos que practican, o simplemente preparan un bingo de balconing.

A ver; parece que no se han enterado que en este país en apenas mes y medio hay miles de muertos, un 60% ancianos de residencias, muchos más infectados, miles que o están o han estado ingresados, muchos de ellos en UCI, que no se puede despedir a los seres queridos y que el personal sanitario llega exhausto a sus casas después de una desigual lucha con el monstruo.

Las miles, millones de personas afectadas por ese inmenso drama no están, no estamos para escuchar desde el exterior el sonido, o ruido del fiestón de los insensatos irresponsables.

No estamos, ni lo estaremos en mucho tiempo, porque esta tragedia va a marcar para siempre nuestra sociedad.

En EE.UU. los atentados del 11-S dejaron más de 3.000 muertos, la séptima parte de aquí hasta el momento actual y el país conmocionado se sumió en el dolor y en un silencio respetuoso por las víctimas más de un año. ¿Aquí con 20.000 no debemos hacer lo mismo?

Cada vez que expreso esta idea públicamente salen los niñatos de turno, esa generación que ha vivido cómodamente de la nuestra que pelea en primera línea de fuego contra este virus, para lanzarme un “cállate viejo gruñón” como si de un insulto descalificador se tratara.

No, no me callo, entre otras cosas porque jamás en mi vida me he callado y si otros más potentes no lo consiguieron no vais a venir vosotras y vosotros a lograrlo.

Guardaos vuestras fiestas, juergas y jolgorios para cuando salgáis, que por cierto en mi opinión injustamente lo haréis antes que nosotros. Entonces os vais a un paraje solitario y allí sin ningún pudor podéis asesinar al silencio.

Sí, sí, el silencio, la mayor medida terapéutica que existe ante la pandemia. Ese silencio que sirve de alivio a quien o bien sufre este cruel coronavirus, lo ha sufrido, o lo hacen sus seres queridos.

Ese silencio que en mis largas horas de pasar por sus garras agradecía como si de la mejor medicina se tratara. Ese que esta gente rompe sin piedad, sin ninguna empatía, sin respeto a los demás.

Señores de Tele 5 o Antena 3, dejen de fomentar la fiesta porque este país no está para mucho jolgorio. Está para el recogimiento, el recuerdo, el respeto a las y los que sufren. Está para curar las heridas  provocadas por el cruel coronavirus, para la solidaridad silenciosa, para el apoyo de la empatía.

Como dice mi admirado Enrique Villareal “El Drogas”: “Estoy harto de sirenas y canciones que apagan los aplausos anónimos”. Lo dice él líder de una banda de rock con 40 años a sus espaldas.

Porque los que actúan de otra manera probablemente lo hagan por personalismo, por dar la nota en primera persona, por egocentrismo y desde luego huyendo del anonimato que predica Enrique.

Saldremos de esta, saldremos juntos, pero desde el respeto a los demás, desde la solidaridad, desde el silencio sanador.

Esta crisis nos ha traído dos regalos inesperados; la reducción de la contaminación del planeta y el silencio. Cuidémoslos a partir de ahora, no los volvamos a asesinar.

A ver chavales repetir conmigo: no estamos para juergas, no estamos para fiestas

Veremos…

Una pregunta ingenua: ¿este país está para fiestas?