viernes. 29.03.2024

Nueva normalidad; anormal… sin fiestas

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A partir del próximo 21 de Junio nuestro país (ponga aquí cada cual el que desee) entra en lo que han venido a denominar “nueva normalidad”, que desde luego no tiene nada que ver con la anterior al inicio de esta terrible pandemia.

Resulta evidente que en algunos aspectos sí se le va pareciendo, precisamente los más negativos. El ser humano irrumpe de nuevo como elefante en cacharrería, en una naturaleza que comenzaba a recuperarse en esos dos meses de su ausencia.

Parece tener mucha prisa por recuperar hábitos extremadamente peligrosos en el momento actual, con el virus todavía ahí fuera. Aunque deberíamos decir dentro y fuera, ya que es donde lo tenemos y expandimos.

Por esa razón deberíamos reflexionar sobre algo en lo que todos los expertos coinciden; las aglomeraciones que provocan el acercamiento social excesivo, son el caldo de cultivo perfecto para el SARS 2-Covid 19. Por eso este verano y especialmente en otoño debemos evitarlas.

Del debate ¿economía o salud?, pasamos al de ¿fiestas o salud? y se debe apostar con claridad por la segunda opción, que salva vidas y reduce mucho sufrimiento

Porque esta época del año trae habitualmente multitudinarias fiestas en los pueblos de nuestro país. Juerga, jolgorio, relaciones estrechas, alegría, buen humor y alcohol, mucho alcohol. Ese producto que desinhibe y hace ignorar el peligro; éste también.

Por eso los diferentes gobiernos autonómicos están planteando y los que no lo han hecho deberían hacerlo, que este año se suspendan esas fiestas (potestad de los respectivos alcaldes) y en mi opinión debemos hacerles caso.

Ya habrá tiempo el año que viene de recuperar el tiempo perdido. Este año la prudencia aconseja no realizarlas, ni mucho, ni poco; nada. Nos jugamos demasiado en ello.

De hecho, algunas, quizás las más importantes, ya lo han decidido. Así no ha habido Fallas, ni Semana Santa, ni feria de Abril de Sevilla, ni los famosos Sanfermines. Probablemente tampoco se realicen las de la noche de San Juan, o las Semanas Grandes de Vitoria, Bilbao y San Sebastián.

Porque a este virus le agradan las multitudes, las distancias cortas, la proximidad es donde con mayor facilidad se transmite y las fiestas serían el caldo de cultivo ideal para su fortalecimiento y repunte (otra palabra que ya forma parte de nuestro lenguaje habitual).

Del debate ¿economía o salud?, pasamos al de ¿fiestas o salud? y se debe apostar con claridad por la segunda opción, que salva vidas y reduce mucho sufrimiento.

Este año no debe haber fiestas en verano y especialmente en otoño para frenar al virus. Los alcaldes deben entender el riesgo y la responsabilidad que asumirían de no hacerlo y  todos debemos ayudar y colaborar con  nuestra sensatez y nuestra prudencia, no forzando decisiones que estarían contra nuestra seguridad sanitaria.

Quizás sería muy adecuado hacer pequeños homenajes al vecindario fallecido, o que ha sufrido, como consecuencia de esta pandemia.

Con un llamamiento especial. No podemos, no debemos, rebelarnos contra decisiones responsables con irresponsabilidad social. No podemos, no debemos ante una suspensión sensata plantear unas insensatas fiestas alternativas como pretenden algunos colectivos en Pamplona.

Para ello habría que hacer un llamamiento a los líderes sociales, especialmente en Pamplona a las poderosas Peñas, para que se impliquen en esta necesaria medida de seguridad.

Ahora que se abre el debate sobre lo que haremos o no el próximo 6 de Julio y días sucesivos, conviene tener en cuenta todo lo comentado en esta reflexión.

Este 2020 por nuestro bien, por el bien de todas y todos, no debe haber fiestas de ningún tipo.

Veremos…

Nueva normalidad; anormal… sin fiestas