jueves. 18.04.2024

Un país de irresponsables

alvia

Esperábamos en la estación. 21,40 y ya estaba anunciada la llegada por el andén cuatro. Transcurrieron unos minutos vacíos en los que nada ocurría, hasta que se borraron todos los letreros, como si la anunciada llegada, y el Alvia, y la esperanza de los alegres abrazos de bienvenida hubieran dejado de existir. En realidad, sin que nos diéramos cuenta, habían dejado de existir...

Tras la confusión inicial, el comienzo del sonido de sirenas, el incierto anuncio del accidente y algunas noticias tímidas, cargadas de incertidumbre, comenzó un tiempo a la vez vertiginoso y eterno: el drama de las noticias que no llegan y la tragedia de las que llegan... y, poco a poco, estamos inmersos en la negra certidumbre de lo irremediable...

Hace cuatro años, pero parece que es hoy.

Y es hoy, porque desde entonces se ha sucedido una larga cadena de irresponsabilidades.

Antes de nada hay que ser bien nacidos y agradecer:

A aquella muchacha, guarda de seguridad en la estación de Compostela que -viajando su novio en el Alvia y sin saber qué había sido de él- mantuvo el tipo, el tono y la serenidad, ayudando a aliviar los ánimos de los familiares. A aquella muchacha, embarazada de ocho meses, que habiendo perdido a su padre y a su cuñada, y teniendo a su hermano en la unidad de quemados, aún mantuvo los fuelgos suficientes para apoyar a unos y otros...

Y a los médicos y personal sanitario de Compostela, que se autoconvocaron y multiplicaron para no dar abasto atendiendo a todo el que lo necesitaba.

Y a los vecinos de Angrois que hasta arrancaron las puertas de sus casas para hacerlas servir de camillas.

Y al equipo de psicólogos de Compostela, y a los equipos de Protección Civil. Y a los equipos forenses que trabajaron sin parar. Y a los equipos judiciales.

Y a los policías nacionales que trabajaron sin descanso y atendieron a las familias. y a mucho y muchos más...

La España de bien, responsable, que siempre sale al paso, que siempre sale del paso.

Y al Juez Aláez que inició com empeño y honradez una instrucción impecable.

Hubo un maquinista insensato, imprudente, desgraciado, que produjo la tragedia.

Pero cuando pasamos esa página nos encontramos con ese ejército de irresponsables que siempre esconden la cara y las manos, que no son capaces de dar el paso al frente y decir: "yo lo hice", o "yo no fui capaz de prevenirlo". O "yo no lo pretendía pero generé las circunstancias que nos hicieron desembocar en esto".

Los culpables de que cuatro años después aún tengamos la herida abierta, e incluso de que hayamos tenido que luchar con nosotros mismos para no dejar que se genere rencor en nuestras entrañas.

Prefiero no citar a nadie, pero tenemos un país de irresponsables y cobardes, que han escondido su mayor o menor implicación en medio de un camino judicial que -desde que marchó Aláez- cuando menos ha sido flojo, fluctuante, contradictorio y timorato: como si estuviera mirando hacia donde no tenía que mirar. Y la ha escondido en las comisiones técnicas. Y la ha escondido en el Ministerio de Fomento: en el de antes, en el de después y en el de ahora: porque impulsó, o permitió, un trazado indebido de la vía. Porque permitió una indebida señalización, y no supo suplirla con otros mecanismos. Y porque a día de hoy aún no la ha instalado.

Y se esconden en ADIF, y en RENFE: una vergüenza que -aparte del maquinista y de uno más, tarde mal y nunca- aún no se haya dilucidado toda una lista de responsables, en mayor o menor medida.

Y se esconden, también muchos, en los escaños de los parlamentos -en Las Cortes y en Galicia-, impidiendo una vez tras otra, las investigaciones sobre el accidente.

Hoy comparto con vosotros el dolor. Y comparto el orgullo de contar con la gente (nuestra gente de siempre) que citaba al principio. Pero debo compartir la vergüenza de pertenecer a un país donde demasiados irresponsables siempre ocultan las caras y las manos, y no salen al frente, o impidan que hagamos las cosas bien.

Hasta cuatro años después no se ha logrado que exista una Comisión de Investigación en el Congreso, porque ha habido -¡vergüenza debe daros, compañeros!- quienes la han obstaculizado. Y no es porque no se ha intentado ¿verdad, Odón?

Pero estoy seguro -a pesar de todo- de que lograremos reconstruir un país libre de esos irresponsables.

Un país de irresponsables