sábado. 20.04.2024

Patriotas sin patria

Las derechas españolas no tienen patria. O, al menos, no tienen la patria legítima que propugna la Constitución.

La única alternativa que exhiben las derechas españolas para oponerse a cualquier diálogo con los independentistas catalanes es la de la confrontación a ultranza: la ruptura total. Y en eso coinciden con las pretensiones de Puigdemont.

Desde que Rajoy comenzó a poner mesas petitorias de firmas contra el Estatut, no hemos visto al PP hacer una sola propuesta que contribuya a lograr que España sea la patria común de todos los españoles. Tras aquellas mesas petitorias vinieron las propuestas de boicot a la compra de productos catalanes, que indirectamente perjudicaba a muchos proveedores del resto de España, y después la inacción y aquella famosa e inútil táctica de esperar a que “bajara el suflé” (Rajoy dixit).

Por el camino las derechas han ido perdiendo apoyos en Cataluña, hasta llegar en las últimas elecciones a la casi irrelevancia. Con lo que se ha puesto de manifiesto que es mentira que las derechas estén tratando de defender a los catalanes no independentistas. Porque de ser así, se habrían llevado una parte significativa del voto del 48% que en la actualidad están en contra de la independencia.

Por el contrario, las derechas han decidido abandonar a su suerte a esos catalanes no independentistas, dejando muy claro que lo que defienden no es una España única, unida y avenida. Sino que procuran revolver las aguas para pescar votos en el resto de España. Les interesan los votos, no la patria, ni la Constitución, ni la unidad de España que tanto proclaman.

Es legítimo que piensen que no hay que conceder indultos. Pero tienen la obligación ante los españoles, de explicar cómo arreglarían alternativamente el problema. Pero de eso no hablan. Porque no tienen alternativa, y porque utilizan Cataluña como moneda de cambio para obtener sus votos en Madrid, o Andalucía. Y de paso, para radicalizar más aún las divisiones y el enfrentamiento entre españoles.

Quienes entendemos que Cataluña es España exigimos cada día que se busquen opciones de diálogo y de entendimiento, para impedir que se alimente la ruptura. Para consolidar la unidad de España. O, si se quiere, para consolidar una patria de todos. Porque no tiene sentido proclamarse patriotas y no mover un dedo para construir patria. O peor: poner palos en las ruedas de cualquier iniciativa que trate de aunar la participación de todos en una patria común.

Por desgracia, estamos asistiendo al inicio de una furibunda campaña del PP, Ciudadanos y Vox contra los posibles indultos a los líderes independentistas condenados (que ya llevan cumplida la tercera parte de su pena). Pero a ninguno de los tres grupos les hemos escuchado una alternativa a los indultos, que proponga un camino para resolver el problema de Cataluña, y -por tanto- para mejorar la vida de los catalanes no independentistas a quienes dicen defender. Y, lo que es más importante: para construir una patria unida y en paz.

Si dejaran hablar a sus instintos, muy probablemente nos explicarían que la alternativa es sojuzgar a Cataluña: colocarla en un estado de excepción permanente, o “invadirla” militarmente, arrastrando por el fango el mandato de la Constitución, que define muy claramente el modelo de España, el modelo de patria, que determina para nuestro Estado de Derecho, y que nada tiene que ver con el sojuzgamiento de ningún territorio ni ciudadano.

Nos encontramos así con que las derechas españolas no tienen patria. O, al menos, no tienen la patria legítima que propugna la Constitución. Y se refugian, cada cierto tiempo, en esa especie de ínsula Barataria en la que quieren convertir la madrileña plaza de Colón. A la sombra de una inmensa y hasta exagerada bandera, a la que ellos le quitan el significado de representar la patria que define clara y rotundamente la Constitución.

“Patriotas” sin patria. Podríamos remedar a Espronceda, en su canción del pirata y escuchar lo que en el fondo de su conciencia (porque seguro que algo de ella le queda) escucha Pablo Casado cuando trata de articular una estrategia: “mi única patria los votos”. Una estrategia para su medre. No una estrategia para España.

Los verdaderos patriotas no dan por perdida Cataluña, y se imponen la muy difícil obligación de recomponer España. Aunque les cueste un puñado de votos. Porque cualquier patriota que de veras quiera construir y reconstruir España no mira los votos: mira lo que establece y ordena la Constitución.

Nos encontramos, pues, con un camino de muy difícil tránsito, plagado de “patriotas” que se envuelven en una bandera de conveniencia, como muchos de esos petroleros que terminan contaminando de chapapote nuestras costas.

Y esa derecha (que cada vez va siendo más uniforme y única) apátrida, refugiada en la plaza de Colón, que se niega a renovar y hacer funcionar las instituciones democráticas, y que no es capaz de proponernos un modelo de patria -ni siquiera recitando el texto constitucional, porque no les conviene-… con miedo al futuro, se refugia cada vez más en los reflejos de un pasado que no ha aportado a nuestra Historia más que desgracias y tragedias.

Patriotas sin patria