jueves. 28.03.2024

Un lumpen en la Casa Blanca

Una simbiosis perfecta. Trump no habría logrado la presidencia sin el Partido Republicano, ni el Partido Republicano hubiera podido ganar sin Trump.

Carlos Marx, en “El 18 Brumario de Luís Bonaparte”, describió muy bien la labor destructiva que –debidamente organizados- pueden desarrollar contra al progreso y a favor del poder establecido aquellos individuos “desclasados” o carentes de conciencia de clase definidos como “lumpen-proletariado”. En el fondo parásitos y especuladores de baja estofa que viven a costa de la sociedad productiva, y que suelen servir más que a ciegas a los poderes establecidos, porque es a través de éstos como obtienen el fruto de su especulación.

El Partido Republicano ya intentó por dos veces frente a Obama imponer directamente una vuelta atrás hacia unas políticas conservadoras. Pero el GOP, como su propio nombre y su trayectoria indican es un partido del “stablishment”. Y frente a una candidata demócrata también muy del stablishment necesitaba a alguien que pudiera llegar a conquistar el voto de los ideológicamente marginados, los desclasados, la gente sin conciencia ni de clase ni siquiera posiblemente de país; los descontentos, los “desilustrados”, si se me permite la palabra. Incluso muchos de los resentidos con el sistema, sea cual sea el signo de quienes manejan el sistema… Había que llegar a ese amplio segmento de un 40% largo de abstencionistas habituales, como un mecanismo para dar la vuelta a la situación.

Y Trump reunía las características adecuadas para hacer ese trabajo. Aunque es un millonario beneficiario del sistema, es un tipo que puede exhibir sin pudor alguno –y lo ha hecho rematadamente bien en la campaña- su falta de conciencia e ideología sólida, su carencia de discurso estructurado y coherente, su soez ignorancia incluso, y su burda condición de “no político”, capaz de conectar con varios millones de supervivientes del naufragio del sistema.

Trump ha sido el capataz destinado a reclutar, y convertir en un auténtico ejército, a esos lumpen que le han ayudado a diseñar su propio 18 Brumario.

Claro que con ese público solamente no habría ganado las elecciones. Pero la movilización de ese sector es el que podía añadir el repaso que necesitaba el Partido Republicano a su voto tradicional.

Ha tenido, por cierto, la inestimable ayuda de ocho años de incumplimiento y frustración de las grandes esperanzas que Obama concitó. Y la elección de una candidata demócrata tan claramente identificada con el stablishment, tan incapaz de ilusionar y movilizar a los sectores que necesitaban nuevas esperanzas. El Partido Demócrata –no lo olvidemos- perdió en algunos Estados clave y tradicionalmente demócratas, y entre algunos segmentos de la población objetivamente demócratas, donde esas esperanzas se habían visto malogradas.

En la madrugada electoral, el patético y vacío  discurso de Trump era el de un náufrago del “¿y ahora qué?”, invocando la presencia o el amparo de los Giuliani, de sus “doscientos generales”, de algunos senadores, para que le ayuden a reconducir hacia el sistema esa amalgama de victoria electoral que él ha conseguido. Reclamando a sus tapados “Luis Napoleón Bonaparte” del Partido Republicano que le ayuden a dar forma política a su particular Dieciocho Brumario.

Y podemos estar seguros de que los grandes poderes beneficiarios republicanos vendrán encantados en su ayuda para restablecer el orden, y afianzar más sólidamente un sistema que se les había ido un poco de las manos con las veleidades de Obama.

Y ya que hemos echado mano de Marx, podríamos seguir evocándolo y afirmar que Trump puede ser una recreación chusca de Bush hijo, por aquello de que la Historia se produce la primera vez como tragedia y la segunda como farsa… Aunque esta farsa ponga gravemente en evidencia a la llamada primera potencia mundial.

No obstante, todo esto debería hacer reflexionar a los “Ilustrados” del mundo sobre el ineficiente alcance de su pensamiento, y sobre su incapacidad (o flojera) para llegar a todos los rincones de la población con un proyecto capaz de generar un movimiento competente de progreso

Un lumpen en la Casa Blanca