viernes. 19.04.2024

Los infiernos del general Franco

Yo no brindé por la muerte de Franco. No me gusta la muerte, y jamás seré capaz de celebrarla

Sonó la escueta llamada antes de la madrugada, y quedé en silencio en la cama, ya incapaz de dormir. Una mezcla de alivio y vacío. Se acababa una época y ahora tocaba construir otra nueva, trenada de las ilusiones y realidades que habíamos ido forjando durante años…

No brindé, pero es cierto que durante todo el tiempo de su prolongada agonía, cada tarde, o noche, cuando llegaba a casa, me colocaba orientado en dirección al hospital de La Paz, con la “España en el Corazón” de Neruda en mis manos, y leía su poema “El General Franco en los infiernos”:

“…No mereces dormir
aunque sea clavados de alfileres los ojos: debes estar
despierto, general, despierto eternamente
entre la podredumbre de las recién paridas,
ametralladas en Otoño. Todas, todos los tristes niños
descuartizados,
tiesos, están colgados, esperando en tu infierno
ese día de fiesta fría: tu llegada.”…

En toda la truculencia del poema de Pablo Neruda, revivía con él ese merecido lúcido tormento de un Franco obligado a contemplar, con ojos imposibles de cerrar, todos los horrores que provocó al corazón de los españoles, a la vida de los españoles y en la muerte de los españoles, desde que comenzó a urdir traicionéramente su golpe contra la legítima Democracia.

Ese infierno lo han ido viviendo, de alguna manera, todos los que creyeron y vivieron de él, al contemplar día a día, durante cuarenta años, como una Sociedad -ajena a sus inútiles devaneos imperiales- ha ido construyendo y gozando, con el sudor de su frente y con la sangre viva de la convivencia, una Democracia para todos, capaz incuso de beneficiar a los alucinados incrédulos, fieles de la ilusa cofradía del “atado y bien atado”: miserable quimera.

Y ese infierno deberían irlo viviendo esos altivos herederos, ilegítimos beneficiarios de bienes mal ganados, viendo cómo deben ir perdiendo propiedades que no les pertenecen: la Casa Cornide, de A Coruña, el Pazo de Meirás, El Canto del Pico, en Torrelodones, las estatuas de Abraham e Isaac, usurpadas por Franco del Pórtico de la Gloria… Y esa experiencia cotidiana de que no son más que unos más en nuestra sociedad, que para ello es lo mismo que sentir que no son nadie…

Y ¿por qué no?: la creación de una comisión que -aunque sólo sea simbólicamente, deje constancia de que la fortuna de los Franco-Martínez Bordiú. Y de muchos otros gerifaltes de su régimen, no se justifica con las retribuciones legales que percibieron del erario público, y de sus puestos enchufados en las empresas públicas o semipúblicas.

Que los infiernos de Franco sean una sucesión de constataciones públicas del latrocinio. El latrocinio de bienes y fortunas. Y -lo que es más grave- el latrocinio de tantas vidas masacradas y frustradas, de tantas libertades truncadas, de tantos niños indebidamente adoptados, de tanta cultura y conocimiento impedidos, de tantos pensamientos prohibidos, de tanta sociedad abortada, de tanta solidaridad imposibilitada…

No basta con brindar:

Con paz y sin venganza, inauguremos, a partir de su histórico desahucio, los muchos infiernos que el general Franco se merece, y que se merecen quienes vivieron a costa de su protección, y a costa de los sufrimientos continuados de nuestro Pueblo.

Los infiernos del general Franco