martes. 23.04.2024

Los falsos debates

Se falsea el debate cuando quienes están gobernando en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos con el apoyo de determinadas fuerzas, o apoyándolas, quieran poner el veto a esas fuerzas para un gobierno a nivel del Estado

Me costó mucho votar socialista la primera vez. Fue en octubre del 82. Sé que mucha gente votó entregada, y algunos frotándose las manos al pensar en su futuro personal… Yo, extrañamente, deposité dolorosamente mi voto en la urna instalada en la Escuela Profesional Primero de Mayo en El Pozo del Tío Raimundo. No tenía más remedio: en enero de ese año se había consumado nuestra expulsión del PCE; la expulsión de los llamados “renovadores”, justo porque nos habíamos creído lo del Eurocomunismo. Tan profundamente, que todavía hoy me lo sigo creyendo.

Mi voto, que en ese momento fue de circunstancias, se convirtió en un voto de convencimiento ideológico. Y aunque algunas veces lo he tenido que hacer con cierta repugnancia –algunos candidatos, algunas fechorías, algún dislate…- se mantiene indemne, firme y hasta con altura de miras: la necesaria para que mi vista no tropiece con algún que otro candidato que podría disuadirme momentáneamente…

Esa convicción me da derecho a exigir que nadie la malogre. Y a pesar del torpe espectáculo que unos y otros han dado en los últimos días, no me la van a malograr. Ni mi convicción ni la de centenares de miles de personas que son conscientes de que su voto responsable es –como la poesía para Gabriel Celaya- “un arma cargada de futuro”. Y para eso –y aquí cito a Blas de Otero- nos “queda la palabra”. Y la firme voluntad de las ideas.

A partir de una decisión bien tomada, la del Comité Federal Socialista del pasado mes de enero, diversos dirigentes del PSOE han ido permitiendo y generando un conjunto de falsos debates que les han hecho perder el norte y la paciencia. Debates falsos porque no vienen cimentados en un esfuerzo objetivo de considerar la realidad, ni en una valoración adecuada del peso real que tiene el Socialismo ante la Ciudadanía: incluso cuando le retira su voto. Se apoyan más en las arenas movedizas de la propaganda de los adversarios y contrincantes (y hay que reconocer que tanto el PP como Podemos son dos buenos aparatos de propaganda), y de las orientaciones que marcan los grandes medios de comunicación. Todo ello, porque dejamos que pese más el marketing electoral que el necesario fundamento del proyecto propio.

Falso debate es el que les ha llevado a la trampa de la última desesperación suicida en la que han despedazado el partido: el repetido mantra de que el partido socialista tiene que asumir como prioritaria la responsabilidad de facilitar un gobierno. Pues no. La única responsabilidad de los socialistas es la de presentar una rotunda alternativa al destrozo social y político que ha realizado la derecha con el pretexto de la crisis. Y de esa línea estratégica, bien construida, bien explicada, bien negociada con la Sociedad –de la que se han olvidado con frecuencia-, es de donde han de surgir las tácticas concretas de cómo alcanzar de manera realista ese objetivo. Pedro Sánchez lo enfocó bien en la legislatura fallida, proponiendo un gobierno de centro-izquierda. Pero lo desarrolló mal. Si planteas un acuerdo a tres bandas no puedes firmar primero con uno y presentarle al tercero los hechos consumados. Y para obligar socialmente a los otros dos, tus propuestas, además de ser objetivamente aceptables para ambos –en un programa de mínimos-, han de estar muy explicadas ante la Sociedad y asumidas por ella. Pactadas, incluso, con los agentes sociales: ahí están los sindicatos, las organizaciones empresariales incluso, las asociaciones sociales de la enseñanza, de la sanidad, las culturales, las vecinales… No todo ha de ir de pasillos y despachos, aunque éstos sean de la Sede de la Soberanía.

Otro falso debate es el de cómo se ha afrontado la crisis real de organización territorial del Estado. Más bien de cómo no se ha afrontado. Han hurtado el bulto a la crisis de Cataluña, como si por no mirarla no existiera. Partiendo de una premisa cierta y sólida: la de no colaborar con el secesionismo, la de no aceptar un referéndum fuera del marco constitucional. Pero una cosa es mantenerse firme en esos principios, y otra es escurrir el bulto y dejar baldías las propias premisas federalistas. No se puede decir que se va a gobernar ignorando un problema que afecta directa y gravemente al 16% de la población, y que además supone un reto político de primera magnitud. ¿Qué extraño tabú, que no sea puramente electoralista, impide pactar con quienes están planteando ese problema darse un año para dialogar y para buscar acuerdos que reconduzcan la situación? ¿Tan grave es que uno de los apoyos de un gobierno se sustente precisamente en ese imprescindible diálogo?

Se falsea el debate cuando quienes están gobernando en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos con el apoyo de determinadas fuerzas, o apoyándolas, quieran poner el veto a esas fuerzas para un gobierno a nivel del Estado. Se basa en una falsa ideología, que su propia realidad cotidiana contradice. Tan falsos son esos debates que han conducido al esperpento de los días 30 de septiembre y 1º de octubre a las puertas de Ferraz, y en el interior de la sala de reuniones, cuyo titular, Ramón Rubial, se avergonzaría profundamente de cobijar tal despropósito.

Y ahora hay que afrontar ya no un debate falso, sino una posible falsa realidad. Han despedazado un partido por la pelea sobre una hipotética abstención para dejar gobernar a quien ni siquiera sabemos si se va a presentar. Y parece que el mandato subyacente de la Comisión Gestora es favorecer esa abstención. Otra batalla que ahondará la ruptura iniciada. Y total, para que Rajoy decida que pasa y que vamos a elecciones en diciembre. Porque se le ha dejado el campo libre. Y encima se le dan pistas: Javier Fernández, oficiando como presidente de la Gestora, decía certeramente en la SER: “hay una cosa peor que un gobierno en minoría de Rajoy, que es un gobierno en mayoría de Rajoy”. Que es lo mismo que decir: Rajoy, preséntate, que vas a ganar.

A eso se llama hacer un pan como unas hostias. A no ser que se apueste fuertemente por un casi imposible gobierno alternativo. Que sería la única salida válida al famoso trilema.

Los falsos debates