jueves. 28.03.2024

El etno populismo de Carles Puigdemont

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El hombre de Waterloo, como el conjunto de los movimientos etno—populistas de los que forma parte, cree que la democracia es sólo y solamente la expresión popular a palo seco. Siempre y cuando dicha expresión concuerde con su opinión y voluntad

Carles Puigdemont, como al perro flaco, todo se le vuelven pulgas. El hombre de Waterloo ha acusado a la Mesa del Parlament de Catalunya de vulnerar sus derechos. Entendámonos, no es el Estado autoritario quien, en esta ocasión, se le pone de frente sino el mismísimo Parlament. El enfrentamiento viene tras el dictamen de los letrados de la Cámara catalana donde se razona que el ausente, mientras siga en esa condición, no puede votar. Los letrados no hacen otra cosa que aplicar lo que decidió en su momento el Tribunal Constitucional.

La insolencia de don Carles es manifiesta. Es, en primer lugar, una reiterada indisciplina contra el TC, que alcanza su más grotesca  expresión en este enfrentamiento interno. Nos parece entender la clave de ese litigio. Es la siguiente: el hombre de Waterloo, como el conjunto de los movimientos etno—populistas de los que forma parte, cree que la democracia es sólo y solamente la expresión popular a palo seco. Siempre y cuando dicha expresión concuerde con su opinión y voluntad. Desprecia, pues, las normas y procedimientos de la democracia. No es el único. En todo caso es preocupante que nadie de sus amigos, conocidos y saludados le haya hecho entender dicha cuestión. Desde luego, su pintoresco abogado defensor -ese caballero del que hablamos hace días en ¿Quién es el abogado de Carles Puigdemont?-está por indicarle esa lección básica de la democracia. Ahora bien, rebañando en el interior de esa cultura etno—populista caemos en la cuenta de que la explicación la dio recientemente Quim Torra cuando se auto legitimó diciéndole a sus íntimos amigos, los llamados comités de defensa de la república, que «yo soy el pueblo». No es una cuestión de narcisismo sino de concepción política. Yo -o sea, El- soy el único intérprete de lo que le hago creer y decir al pueblo. El pueblo como siervo voluntario, se entiende. Es el campo abonado para el caudillismo.

Una sugerencia para el hombre de Waterloo: aproveche su activa holganza y estudie las obras del maestro Norberto Bobbio. Le hace falta.

El etno populismo de Carles Puigdemont