viernes. 29.03.2024

Segunda carta a la Reina Doña Sofía

reina

Considerando España una democracia avanzada y la Casa Real un modelo de transparencia, quiero creer que mi primera misiva llegó a sus manos.

Tengo la intuición que la mayoría de los lectores han sido mujeres. Así lo pretendía en un siglo que será calificado por los historiadores como el siglo de la mujer. Con una lectura transversal, lejos de clases sociales o ideologías.

Resulta que unos días después, su marido abandona el país en una especie de espantá torera tan enraizada en nuestra cultura carpetovetónica. Por el contrario, usted “mantiene el tipo”. Se queda en esta tierra dejándose ver de compras. Mantiene sus vacaciones, quizás como madre que piensa en su hijo, antes que nada.

No se fie de tanto consejero áulico con la bandera en la chepa y encima con crespón negro mientras deja morir tantos abuelos en las residencias. Aléjese de ellos. La llevarán a la ruina política

Si es así, falta le va a hacer al Jefe del Estado, porque la situación es complicada y lo será más en el futuro. De momento le enfrenta a una evidencia. Un padre que no está y una madre que protege a su hijo.

España es conocida en el mundo entero por su barriquería histórica. Nuestra historia trágica así lo demuestra. Pero ahora estamos en Europa, es el siglo veintiuno y un ordenador vale más que un fusil. Encima todo este embrollo se produce en medio de la dichosa pandemia donde cualquier persona sensata debe estar preocupada en salvar vidas y la economía en lugar de disquisiciones políticas sobre monarquía o república.

Majestad, no olvide que España es un país de retranca. Primero ponen el fuego muy fuerte y luego dejan que el puchero se vuelque

Así lo pienso porque me parece de sentido común cuando se tienen los conceptos de estado de los que participamos en la Transición.

Pero, Majestad, no soy un ingenuo ni usted lo debe ser. Al estar en Marivent deduzco que querrá ilustrar a su hijo con sus años de experiencia y la historia de la monarquía griega. Se ve a la Casa Real en una especie de inconsciencia autista.

Los pueblerinos sabemos de la utilidad de la retranca, tan útil para que no se volcara el puchero ante una lumbre fuerte. O en el atalaje de las caballerías de tiro para llevar un carruaje. A esa bonita palabra le doy un sentido político que a nuestra querida España le viene como anillo al dedo. No se fie de tanto consejero áulico con la bandera en la chepa y encima con crespón negro mientras deja morir tantos abuelos en las residencias. Aléjese de ellos. La llevarán a la ruina política. Porque, Majestad, no olvide que España es un país de retranca. Primero ponen el fuego muy fuerte y luego dejan que el puchero se vuelque.

Segunda carta a la Reina Doña Sofía