viernes. 29.03.2024

Podemos y el sarampión

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Desde 2015 apenas han pasado cuatro años. Nada, si se mira con perspectiva histórica. Y aunque todo el mérito no haya sido de Podemos, la limpieza ha sido enorme. Aquí ha caído desde el Rey hasta Rajoy...

En una sociedad democrática las noticias llegan a la llamada opinión pública, a las masas, a través de los medios de comunicación. Mas, ¿es ésta la realidad?

Las últimas elecciones aportan una realidad poliédrica con varias aristas. Nos podemos centrar en el fracaso socialista en Madrid con todo el viento a favor. En la debacle popular con los peores resultados de su reciente historia. En el desastre estratégico de Ciudadanos sin conseguir adelantar al PP ni encabezar la oposición. En las expectativas frustradas de Vox. En los cantos de sirena de Errejón que se han quedado reducidos a simple copla. O el problema de estado que significa el escaño europeo de los independentistas. Mas no. El gran derrotado de Mayo parece ser Podemos.

Es real el fracaso de los autodenominados “ayuntamientos del cambio” no tanto por la volubilidad del electorado español como por la ensoñación de “conquistar el cielo” cuando aún no se han fijado los pies en la tierra. Ese desastre cabe adjudicárselo a las llamadas confluencias que han querido ser cabeza de ratón antes que cola de león. Sin olvidar la responsabilidad de Podemos olvidándose de sus orígenes en pos de una supuesta pureza “anguitista” que a nada conduce en tiempos revueltos. Tampoco es de despreciar el “no lo vi venir” de la espantá de Errejón. Por todo ello, el corazón analítico que todos tenemos nos llevó a pedir en la noche electoral la cabeza de Iglesias.

Sin embargo, en la noche electoral guardó prudente silencio. Y a primera hora del lunes 27 compareció ante los medios para aceptar la derrota, plantear la autocrítica pero sin dimitir. A renglón seguido le entrevistaron en la Sexta en la mejor actuación política que le recuerdo. Sin estar formado el Gobierno de la nación. A falta de elaborar la política para cuatro años. Y a la espera de potenciar Europa ante el acoso de la extrema derecha, lo más fácil es dimitir, a lo que todavía le pueden obligar. Lo difícil es elevarse por encima del cortoplacismo y pensar con cabeza de Estado. Lejos de la prepotencia de “montar el consejo de ministros” en rueda de prensa, habló de ayudar, con la modestia de nuestros resultados y sabiendo el lugar que ocupan.

Se ha olvidado que hace un mes Unidas Podemos sacó tres millones setecientos mil votos. Comparando las dos elecciones, el mensaje es claro. Sánchez y el PSOE se han ganado a pulso la gobernabilidad del país. Pero queremos que vosotros ayudéis para no quedar en manos del veleta Rivera. Ahora bien, en las municipales y autonómicas os castigamos por vuestras divisiones y por la falta de equipos para gestionar el día a día. Maduraz y aprender, han dicho los españoles. Y así parece haberlo entendido Pablo Iglesias.

Comprendo que en la inmediatez de los “zascas” y los “tuiters” el fracaso parezca una de esas humaredas densa y verde de los sarmientos mojados en una cocina de invierno. Pero cuando se disipa el humo han de disfrutar del calor del trabajo bien hecho. Desde 2015 apenas han pasado cuatro años. Nada, si se mira con perspectiva histórica. Y aunque todo el mérito no haya sido de Podemos, la limpieza ha sido enorme. Aquí ha caído desde el Rey hasta Rajoy, pasando por Alfonso Guerra, el diputado eterno.

Con esa perspectiva, dos hechos han sido claves, si hacemos abstracción de la corrupción. La caída y ascenso de Pedro Sánchez aupado por las bases socialistas que, cual ave fénix, han levantado el Partido Socialista devolviéndole la hegemonía política. Y la moción de censura que descabalgó al PP del poder donde nadie duda que la batuta de la orquesta la llevó Unidos Podemos después de la intentona que marcó el camino.

Solo eso justifica de sobra la existencia de una fuerza política tan joven. Deben entender el fracaso como un sarampión. Y como tal enfermedad infantil cuidarla con medicamentos “políticos” y reposo. Mucho reposo. Cuando salgan de ella comprobarán que su cuerpo se ha quedado más flaco, pero se ha estirado. Entonces sólo quedará alimentarlo con guisos de sumas y no de restas, de multiplicaciones y no de divisiones.

En cuanto al futuro de Iglesias, no conozco las interioridades de Podemos. Aunque parece que el pago de la hipoteca, de los recibos de luz, agua, gas y teléfono, junto a la responsabilidad de criar a sus hijos le han convertido en un adulto político al que le deseo que, como Tomás Moro, nunca pierda la utopía.

Y, por si vale de algo, visto lo visto, lo mejor es dejar gobernar al PSOE en solitario. Se lo ha ganado y es lo mejor para todos. En Podemos, después de dos años históricos de las manifestaciones del 8 de Marzo, es hora de que en el siglo de las mujeres, una mujer lo dirija. Y , ¿entonces Pablo? Pues una buena idea sería nombrarlo representante ante la Unión Europea. Sería un mensaje para frenar los ímpetus de la extrema derecha. Quizás así, en un símil taurino, se corte la coleta. Muchos toreros han aportado más al mundo del toreo desde las fincas que en el albero. Ahí lo dejo.

Podemos y el sarampión