martes. 23.04.2024

La ayuda de la amistad (1)

La verdad es que esto hace mala pinta. La ola del 11S en Catalunya puede ser un tsunami que se lleve muchas cosas por delante, a menos que alguien abra la presa...

La verdad es que esto hace mala pinta. La ola del 11 S en Catalunya puede ser un tsunami que se lleve muchas cosas por delante, a menos que alguien abra la presa y deje salir agua. En esta historia es fácil buscar culpables, pero casualmente por lo general los culpables siempre están en el territorio del otro. Parece un Madrid Barça en que cada parte multiplica los penaltis en el área ajena e ignora totalmente los del área propia.

Los federalistas catalanes tampoco lo tenemos fácil. Si no que le pregunten a Pere Navarro cuando le corren a gorrazos los suyos en la tierra del Artur Mas por pixafreda, minga fría, y en la de Rubalcaba por independentista. Es cierto que en Izquierda Unida es otra cosa,  pero tampoco su federalismo ha concretado mucho más que el esperanzador documento con ICV-EUiA. Es cierto que se echa de menos la Catalunya abierta de la transición, comprometida en construir la España democrática, pero también la España abierta de la transición, aquella que aceptó una España de diseño asimétrico, ahora negado, capaz de distinguir que había nacionalidades y regiones.  Aquel fue el momento en que más se acercó la España oficial a la España real. La mayoría absoluta de Aznar y su proyecto de una España con ardor guerrero y reunificada, que ponía los pies en la mesa de los americanos y cantaba las cuarenta a los catalanes, catapultó a ERC. La sentencia de 2010 fue un guantazo a quienes habían votado el Estatut en referéndum y el final de aquel largo vodevil liquidó el prestigio que todavía gozaba la Constitución en Cataluña.

A falta de política los ciudadanos viven un choque entre los aparatos ideológicos de Estado, Cataluña en eso ya tiene maneras de Estado, ya sea propio, federal, confederal o imaginado. Sin embargo, es un choque asimétrico de David y Goliat en la que una de las partes siempre tiene al primo Zumosol con piedras del BOE en el bolsillo que toma carajillos con el Tribunal Constitucional y les habla de tú por el nombre de pila. Si uno tiene TV3 y compañía, el otro tiene la uno y la dos y los hermanos mayores de las TDT con la derecha cargada de defensas, centrocampistas e incluso extremos, y con la izquierda despoblada, sin ni siquiera un centro izquierdo. Una asimetría muscular solo parcialmente corregida con la energía social suplementaria de una rebelión inédita, la de las clases medias, la rebelión de la familia Ulises, calma pacífica en la superficie y gruesa mar de fondo.

Sin entrar en detalles, algo tendrá el agua cuando la bendicen y algunas cosas se deben hacer mal desde el Estado, desde el gobierno, pero también desde la sociedad española,  ante la erupción transversal, más allá del independentismo, del sentimiento de que más allá del Ebro ni se nos entiende ni se nos intenta entender.

El federalismo sui generis catalán, ayer mismo alma mayoritaria y hoy hijo de nadie, ninguneado así en la tierra como en el cielo, si quiere crecer y multiplicarse necesita que los amigos de la meseta, de la sierra o del litoral, pongan más cara de amigos y menos cara de yo a estos solo los conozco de vista. Más allá de las grandes palabras sobre patrias y voluntades la ayuda de la amistad puede ayudar a reconstruir el imaginario del amigo español, para que no parezca que los cerros bálticos quedan más cerca que los cerros de Úbeda.

Para lo otro, para construir el enemigo, David y Goliat ya se las pintan solos. 

La ayuda de la amistad (1)