jueves. 28.03.2024

¿Qué es eso de la “nueva política”? Falsos debates y viejas falacias

Es difícil entender el papanatismo militante de algunos periodistas y terturlianos que alaban continuamente no se sabe exactamente qué.

En los debates electorales que están realizándose en España es frecuente que algunos candidatos recurran al artificio de presentarse como la “nueva política” -supuestamente prístina y beatífica- frente a la “vieja política”, a la que se intenta caracterizar como un compendio completo de todas las maldades y defectos posibles.

Pero, ¿qué es realmente la “nueva política”? ¿Se puede hablar en las sociedades del siglo XXI de algo similar a una “nueva política” encarnada por unos líderes supuestamente incontaminados de todo vestigio de la política anterior? ¿Acaso los “nuevos” no tienen historia ni referencias?

El recurso a presentarse como algo “nuevo”, frente a lo viejo, lo desfasado y lo caduco, ha sido una moneda de uso corriente en buena parte de las experiencias más aventureristas y peligrosas de la historia política reciente. En no pocas ocasiones lo “nuevo” ha sido la coartada para perpetrar estrategias de carácter personalista y demagógico, sin que se diera la oportunidad a los electores a conocer previamente lo que realmente quería hacerse con esa etiqueta. De ahí, que yo nunca me fiaría de alguien que me dijera: “¡Vóteme a mí que yo soy lo nuevo!”. La cuestión no es si alguien es o no es “nuevo”, sino ¿qué es lo que pretende hacer realmente con nuestros votos?

Por eso, en los debates electorales que están teniendo lugar en España resulta preocupante el simplismo en el que han caído algunos líderes al presentarse como los “nuevos genuinos” (pese a que Sánchez también es un nuevo líder, que yo sepa). Al actuar de esta manera parece que consideran que esta circunstancia les exime de mayores explicaciones y detalles sobre sus propuestas concretas. Y tal como han discurrido algunos de estos debates ya hemos empezado a ver “¡cómo se las gastan los nuevos!” y sus corifeos mediáticos.

La cuestión fundamental, de cara a la clarificación del debate electoral, es ser conscientes de que tanto Iglesias como Rivera tienen su propia historia, sus antecedentes y sus referencias políticas, que les hacen menos “nuevos” de lo que ellos pretenden.

Iglesias Turrión viene del izquierdismo asambleario universitario más rancio y demagógico, ha sido militante de IU –que sepamos─ y sus referencias internacionales más inmediatas son el radicalismo de Syriza y Txipras en Grecia y el populismo de la Venezuela de Maduro y Chávez. Sin duda, dos ejemplos de experiencias “nuevas” auténticamente calamitosas. Después de aplaudir estos dos modelos y de implicarse en ellos, nada hemos oído decir al Sr. Iglesias sobre el enorme fiasco del Gobierno griego de Txipras, ni del despropósito absoluto de la experiencia chavista. De hecho, no se le ha escuchado ni una palabra sobre lo ocurrido en las elecciones venezolanas, ni sobre los encarcelamientos políticos de varios opositores a Maduro.

Por lo tanto, es difícil entender el papanatismo militante de algunos periodistas y terturlianos que alaban continuamente no se sabe exactamente qué.

De Rivera podríamos decir otro tanto. Desde luego, no puede sostenerse que es nuevo quien lleva diez años peleando en el difícil mundo de la vida política catalana. Aunque no solo. Algunos sostienen que sus antecedentes conocidos fueron las Nuevas Generaciones del PP. Lo cual no importaría mucho si sus planteamientos actuales fueran genuinamente diferentes. Pero, ¿cuáles son realmente sus referentes internacionales? ¿Quiénes son los partidos con los que participa en alguna organización internacional? ¿Los conservadores, igual que Rajoy? ¿Los liberales? ¿Los demócrata-cristianos? A veces se escucha decir a Albert Rivera que su modelo es Dinamarca. Pero eso es un país y no un partido. ¿De qué partido danés se considera heredero o imitador? ¿De los partidos conservadores de Dinamarca?

En fin, todo esto resulta muy poco serio. Y creo que los españoles nos mereceríamos más respeto a la hora de que cada cual argumente sus propias posiciones y propuestas políticas.

Y, por cierto, no estaría mal que algunos moderadores de debates fueran más imparciales y objetivos a la hora de distribuir los tiempos de las intervenciones, y que dejaran de mostrar tanta prisa por acallar los argumentos de aquellos candidatos con los que no coinciden. ¡Menudos ejemplos de nueva política!

¿Qué es eso de la “nueva política”? Falsos debates y viejas falacias