sábado. 20.04.2024

Normalidad democrática y victoria neta de Pedro Sánchez

Las consecuencias de la “derrocación” de Pedro Sánchez acabaron adquiriendo una categoría política propia y dieron lugar a un auténtico movimiento de regeneración social y política y de renovación del PSOE

Las elecciones primarias del PSOE, celebradas para elegir Secretario General, en contra de los propósitos, augurios e intereses de algunos se han celebrado de acuerdo a la normalidad democrática.

Por eso, al margen de la elección por mayoría neta de Pedro Sánchez como Secretario General, se puede decir que el ganador, como tal, ha sido el PSOE, que ha demostrado que las diferencias intrapartidarias –por grandes que sean− se resuelven votando.

No puede negarse que el PSOE había sufrido una crisis de legitimidad interna importante después del bochornoso Comité Federal del 1 de octubre de 2016, que abrió paso a comportamientos políticos que una buena parte de los afiliados de este partido no comprendieron ni compartieron. Lo que se tradujo en una exacerbación del malestar y en una acentuación del distanciamiento de buena parte de los socialistas, respecto a aquellos núcleos profesionalizados de poder interno que habían desarrollado una conciencia de patrimonialización del PSOE. Apropiamiento que, a su parecer, les autorizaba para proceder como mejor entendieran, haciendo caso omiso a lo que pudieran pensar y preferir los afiliados.

De hecho, la abstención facilitadora de la continuidad del gobierno de Mariano Rajoy –con toda su carga de corrupciones y de insensibilidad social− se produjo no solo sin consulta alguna a los que forman parte de este partido, sino deprisa y corriendo, como de tapadillo, sin ninguna explicación convincente para el común de los mortales. Y con unos comportamientos conspiratorios internos que, desde luego, no merecen estar en el cuadro de honor de la rectitud política.

¿Por qué algunos no procedieron de otra manera? Muy posiblemente porque sabían que la mayoría de los afiliados del PSOE no apoyaban tal tipo de abstención claudicante, ni la forma en la que se hizo. Incumpliendo varios preceptos estatutarios. Amén de haciendo caso omiso del sentido común.

Por eso, las consecuencias de la “derrocación” de Pedro Sánchez acabaron adquiriendo una categoría política propia y dieron lugar a un auténtico movimiento de regeneración social y política y de renovación del PSOE, que buena falta hace y que bien merece la pena que sea estudiada con detenimiento por los sociólogos y politólogos.

El hecho de que el contencioso abierto haya sido ganado por quienes tenían en contra no solo al aparato del partido, con todos sus medios y recursos, en coalición expresa y latente –qué más da− con grandes intereses económicos y comunicacionales y con la estructura de poder establecida –incluido el PP y sus agentes−, ha dado un cierto carácter épico a la contienda política que ha tenido lugar. Contienda en la que un David sistemáticamente hostigado ha ganado limpia y cumplidamente a un Goliat, reforzado por no se sabe cuántos Sansones de salón.

Las diferencias de partida han sido importantes no solo en cuestiones de forma –y recursos− sino también de fondo. De algún modo, en torno al debate del PSOE se han polarizado, y sustanciado, dos modelos diferentes de partido y dos maneras de entender la socialdemocracia y sus propuestas de reforma en las sociedades de nuestro tiempo. Con todos sus problemas. Que no son pocos, ni pequeños.

Sin embargo, aunque se han confrontado dos proyectos diferentes, y aunque no han faltado los que han abusado de sus posiciones de poder para defender sus posturas, e incluso en ocasiones se han traspasado las barreras “normales” de las críticas y las descalificaciones, lo cierto es que en su conjunto lo que ha tenido lugar es un debate político intenso y auténtico, que ha concluido con una votación pacífica y muy clara. Sin las tragedias, ni los desgarros apocalípticos, ni los choques de trenes, que algunos anunciaban a bombo y platillo como argumento interesado para justificar sus posturas y sus tácticas particulares. Pero no, lo que ha sucedido no ha sido un desgarro insufrible, ni un apuñalamiento cainita, ni un gran desastre, sino una simple votación. Ni más ni menos. Y, desde luego, una votación que ha tenido lugar de manera ejemplar, después de unas tensiones preelectorales mucho menores que las que suelen tener lugar en otros partidos y otros lugares del mundo de manera habitual.

En una jornada pacífica de ejercicio de la democracia, el PSOE ha demostrado que es un partido maduro, serio y capaz de resolver por sí solo los desacuerdos que puedan darse en su seno, con un procedimiento democrático, que confirma la mayoría de edad de todos los que actualmente forman parte de esta organización centenaria. Organización que tantas veces ha demostrado a lo largo de su historia que está capacitada para ejercer las responsabilidades de gobierno. Pues, en última instancia, de eso es de lo que se trata.

De ahí, la importancia que tiene que la elección de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE se haya producido sin ninguna hipoteca, ni claudicación respecto al Gobierno de Mariano Rajoy y sus poderes concurrentes.

Pedro Sánchez no solo ha obtenido un respaldo muy mayoritario en las urnas el día 21 de mayo, con la única excepción –por lo demás entendible− de Andalucía y Euskadi −federaciones de los otros dos candidatos concurrentes−, sino que ha recibido también unos apoyos sociales muy notorios por parte de diversos sectores de la población, a los que ahora habría que invitar a incorporarse a las filas del PSOE y a colaborar en el proyecto ilusionante de reforma y regeneración que se ha puesto en marcha.

Una vez despejadas las dudas internas, y una vez que Pedro Sánchez ha tendido la mano a aquellos que no votaron por su candidatura, lo importante es consolidar un proyecto alternativo riguroso, creíble y sustancial al statu quo actual de un gobierno acosado por las corrupciones sistémicas y carente de la sensibilidad social necesaria para enfrentarse a los retos sociales y políticos que España tiene por delante. Tarea que requerirá del esfuerzo y de la colaboración no solo de todos los socialistas, sino también de aquellos sectores de la población española que coincidan en la necesidad de una regeneración profunda de la vida política y de un proyecto de reformas sociales que no se resigne a dejar tirados en la cuneta a tantos conciudadanos, sobre todo jóvenes, que no encuentran un empleo decente ni un modo de vida concorde al grado de progreso alcanzado en la sociedad española.

Normalidad democrática y victoria neta de Pedro Sánchez