miércoles. 24.04.2024

¿Se está llevando a Cataluña hacia una catástrofe económica?

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Es posible que algunos independentistas, en el ardor de sus emociones, estén dispuestos a asumir los costes de regresión económica e incluso de empobrecimiento de ciertos sectores de la sociedad catalana para lograr su independencia

Cataluña ha sido la cuna de grandes líderes políticos que han realizado aportaciones importantes, no solo en el ámbito territorial de Cataluña, sino también en el conjunto de España. Sin embargo, en estos momentos, de las personas que están llevando a cabo la estrategia independentista en Cataluña se puede decir casi todo, menos que sean políticos con altura de miras y con visión de futuro. En lo táctico, algunos piensan que están apuntándose tantos importantes –básicamente debido a torpezas ajenas−; pero en lo que concierne a la senda por la que están llevando a Cataluña es evidente que su proceder no puede ser más desafortunado.

Una de las dimensiones más importantes del conflicto catalán es la que se refiere a las consecuencias económicas de la manera en la que se están haciendo las cosas y a los objetivos cegatos que se persiguen. El asunto no es despreciable, ni de escasa importancia, en la medida que la entidad económica de Cataluña podría abrir, no solo en el seno de España, sino también en el de la zona euro, una crisis de proporciones superiores a la de la crisis griega. Y de efectos acumulativos mucho más severos.

El olfato de algunas empresas ya está dando lugar a movimientos adaptativos de urgencia, que están teniendo efectos prácticos inmediatos. Estos días, por ejemplo, hemos visto que algunas importantes entidades financieras que habían entrado en una espiral de retirada de fondos y en una caída apreciable en la Bolsa, han reaccionado con un movimiento rápido de desplazamiento de su localización oficial fuera de Cataluña, dando lugar a un inmediato movimiento reactivo, de retorno de depósitos y de recuperación en Bolsa.

El problema no afecta solamente a las empresas financieras, que en ciertos aspectos suelen ser las más sensibles a las incertidumbres políticas y económicas, sino también a bastantes entidades turísticas –no hay que olvidar que Cataluña es el principal destino turístico de la Península Ibérica− que se están encontrando con un cúmulo de cancelaciones. Y también a muchas compañías exportadoras que ven cómo pueden quedar repentinamente fuera del espacio europeo y de la zona euro, con consecuencias desastrosas para sus exportaciones y para su propia viabilidad económica y empresarial a corto y medio plazo.

El asunto es de una enorme gravedad, por lo que resulta extraña la poca atención inicial prestada a estas cuestiones en los debates y en los medios de comunicación social. No se trata solo de la falta de liquidez en la que podría situarse de inmediato un hipotético Gobierno catalán independiente, sin posibilidad de recibir dinero del Banco Central Europeo (ya que quedaría fuera de Europa y de la zona euro), ni de ningún prestamista mínimamente prudente, que, desde luego, se negaría a arriesgar su dinero en una entidad política cuyo nivel de crédito está ya por debajo del bono basura. Y con una carga de endeudamiento considerable, ya que, a la parte alícuota que le correspondería de la deuda del Reino de España (más de 200.000 millones de euros), habría que añadir el importante monto de la deuda contraída últimamente con la Hacienda española, y que tan nervioso pone al Señor Montoro. A lo cual se añadiría una crisis de falta de liquidez inmediata, que afectaría gravemente a los sectores más débiles de la sociedad catalana, que no cobrarían sus sueldos, sus facturas, ni sus pensiones.

En este contexto, no solamente las actuales empresas radicadas en territorio de Cataluña se están viendo sometidas a un estrés y a unas incertidumbres difíciles de asimilar a corto y medio plazo, sino que se empieza a producir una sensación generalizada de vértigo e incertidumbre. Sensación que durante un cierto tiempo mantendrá a bastante distancia a cualquier posible inversor.

Algunos analistas ya han realizado estimaciones –graves− sobre los efectos económicos que produciría una independencia a las bravas planteada en la manera en la que la está formulando la actual élite dirigente catalana, encabezada por el President Puigdemont. Presidente que, por cierto, no concurrió como cabeza de lista en ninguna elección al Parlament de Cataluña, y que, por lo tanto, es un político en el que nunca depositó su confianza ese porcentaje del 47% de independentistas que votaron por el bloque de gobierno en las últimas elecciones autonómicas catalanas. Desde luego, yo no voy a cometer la irresponsabilidad de repetir aquí las estimaciones porcentuales de caída del PIB en Cataluña que ya se están manejando en círculos económicos generalmente bien informados y con capacidad contrastada de análisis prospectivo.

Es posible que algunos independentistas, en el ardor de sus emociones, estén dispuestos a asumir estos costes de regresión económica e incluso de empobrecimiento de ciertos sectores de la sociedad catalana para lograr su independencia. Pero lo que es difícilmente inteligible y aceptable es que tales riesgos puedan ser impuestos a los siete millones y medio de personas que actualmente viven en Cataluña, y que no están dispuestos a pagar tal precio.

¿Es imposible o poco probable llegar a escenarios económicos de esta naturaleza que algunos podrían calificar incluso de apocalípticos? La verdad es que la historia está plagada de ejemplos de líderes, de pueblos y de territorios que cometieron errores garrafales y que acabaron pagando las consecuencias económicas y sociales durante mucho tiempo. Desde luego, nada es imposible, y Cataluña tiene ejemplos en su propia tierra desde el siglo XVIII de intentonas “arriesgadas” (por decirlo de manera suave) que luego dieron lugar a retrocesos en derechos, oportunidades y realizaciones económicas, sociales y políticas durante bastante tiempo. ¿Se impondrán una vez más los líderes políticos irresponsables y sacrificarán lo mucho que Cataluña y los catalanes han conseguido a lo largo del proceso de la Transición Democrática? ¿Cuál será el alcance de los riesgos reales de este órdago tan peligroso?

Los catalanes y el conjunto de los españoles –que también sufriríamos las consecuencias de estos disparates− nos merecemos respuestas claras y aclaraciones pertinentes sobre estos interrogantes. Sobre todo antes de continuar dando pasos en dirección al precipicio.

¿Se está llevando a Cataluña hacia una catástrofe económica?