martes. 16.04.2024

El debate y las últimas tendencias electorales

El fenómeno de Podemos y de Ciudadanos es similar al que se dio en su día con Santiago Carrillo y Julio Anguita.

El fenómeno de Podemos y de Ciudadanos es similar al que se dio en su día con Santiago Carrillo y Julio Anguita

Después del debate celebrado entre los dos líderes que verdaderamente tienen posibilidades de encabezar un nuevo gobierno después de las elecciones del 20 de diciembre, la campaña electoral ha quedado a solo un paso de la cita final.

¿Qué puede pasar el 20 de diciembre? Por primera vez en la historia de la democracia nacida de la Constitución de 1978, no se sabe cómo se van a distribuir los votos, ni qué tipo de gobierno va a poder salir de las urnas.

Las últimas encuestas publicadas no presentan el suficiente rigor, ni existen garantías de que estén exentas de intencionalidades políticas sesgadas. Lo que puede significar que la noche del 20 de diciembre nos encontremos con sorpresas, al igual que ha ocurrido en las recientes elecciones regionales francesas, en las últimas generales de Portugal, en las presidenciales de Argentina, etc.

Lo que está ocurriendo con los fallos predictivos de las encuestas revela que la opinión pública no se deja influir por encuestas sesgadas, ni por campañas de prensa unidireccionales previas a las elecciones. Parece como si al final hubiera un votante sensato que no se presta a seguir las modas y que, con su decisión de última hora, impide que se consumen algunas de las hipótesis políticas que se anuncian previamente a bombo y platillo. Así, ni va a gobernar la extrema derecha en Francia, ni se hunden los socialistas franceses, ni tiene continuidad el desastroso gobierno conservador portugués, ni se mantiene al frente de Argentina el kirchnerismo peronista.

¿Podría ocurrir en España algo similar a lo que ha pasado en Francia, Portugal, Argentina, etc.? La verdad es que tampoco lo sabemos, pero no hay que desecharlo, sobre todo en la medida que la proporción de ciudadanos que se encuentran indecisos es muy amplia.

En cualquier caso, resulta poco serio que en un país desarrollado, y hasta ahora bastante maduro políticamente, como España, no se disponga de una previsión razonable, rigurosa y fiable de lo que va a ocurrir después del 20 de diciembre. Lo cual obedece tanto a las dificultades para conocer la intención real de voto (faltan encuestas fiables independientes), como a una carencia de recursos aplicados a este fin (hacer encuestas rigurosas cuesta bastante dinero). Posiblemente, esta tendría que ser una de las funciones del CIS, que cuenta con recursos públicos cuantiosos y que debería de estar en condiciones de proporcionar informaciones sociológicas de manera rápida, continua, transparente y accesible para todos los españoles, como ocurre con los datos del Instituto Nacional de Estadística u otros organismos oficiales.

Ahora, también nos vamos a quedar sin saber –rigurosamente─ cuál han sido los efectos del debate realizado entre el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder que en estos momentos concita más apoyo y posibilidades para sustituirle.

En el debate, Pedro Sánchez ha ofrecido la imagen de un líder enérgico, capacitado, sensible a los problemas sociales, bien preparado en materias económicas (es Doctor en Economía y ha sido profesor de esta materia) y que representa una nueva faz en el socialismo español.

Por su parte, Mariano Rajoy ha dado la imagen de lo que realmente es: un político perezoso, bronco a veces, aficionado al malabarismo tramposo de las cifras, que lleva toda su vida subido a un coche oficial, y que ahora tiene una papeleta difícil como representante de un gobierno que está muy quemado y comprometido por múltiples irregularidades. En definitiva, Rajoy es lo que ya conocemos y Pedro Sánchez es lo que podría ser.

El hecho de que el cara a cara entre ambos haya sido seguido por 9,6 millones de espectadores revela que esta fórmula no era improcedente y que gracias a ella muchos españoles han tenido la oportunidad de hacerse una idea más precisa de lo que puede ocurrir después del 20 de diciembre, según lo que voten.

El debate en sí mismo ha sido muy intenso y duro, bronco en ocasiones, sin que ningún tema fuera soslayado o edulcorado. Rajoy en algunos momentos se mostró muy nervioso, incluso con sudores y con tics en el rostro. Y llegó a perder los nervios llamando a Pedro Sánchez “ruin, miserable, mezquino y deleznable”. Algo sin duda lamentable, que no transmite una imagen positiva y seria a los ciudadanos. ¿Se habrán erosionado así mutuamente los dos candidatos?

Finalmente, una vez más, ha resultado un tanto pintoresco el proceder de alguna cadena de televisión que, mientras transmiten el debate, sientan en los sillones a sus candidatos preferidos para que –sin posibilidad de réplica─ apostillen, refuten o se burlen de lo que dicen los dos líderes principales, en un ejercicio de tertulianismo paralelo escasamente respetuoso. Pero, lamentablemente, en eso es en lo que están algunos.

Nos encontramos, pues, ante unos días cruciales en los que muchos ciudadanos van a poder decidir con su voto cómo se gobierna España durante los próximos cuatro años y en qué condiciones. Con mayorías plausibles, o con fragmentaciones imposibles y enconadas. Con gobiernos más o menos estables y fiables, o con gobiernos inestables y eventualmente erráticos. E, incluso, con la posibilidad de que después del 20 de diciembre no salga ningún gobierno con apoyo suficiente en el nuevo Parlamento.

En este sentido, los únicos aspectos en que coinciden todas las encuestas, con su enorme gama de variaciones, es que tanto el PSOE como el PP continúan siendo partidos con una base importante de apoyos, mientras Ciudadanos y Podemos presentan bastantes inestabilidades. Aparentemente, estos “nuevos” partidos tienen una base muy militante, que acude con entusiasmo a sus mítines. Pero que no sabemos en qué magnitudes les respaldará finalmente en las urnas. El fenómeno de Podemos y de Ciudadanos es similar al que se dio en su día con Santiago Carrillo y Julio Anguita, que llenaban plazas de toros y grandes estadios, pero que al final no tenían tantos votos en las urnas. Igual le sucedía a Adolfo Suárez en los mejores momentos del Centro Democrático y Social.

Otra cosa en la que coinciden todas las encuestas es en considerar a Pedro Sánchez –y en algunas a Mariano Rajoy- como los líderes preferidos por los electores como los próximos presidentes posibles de gobierno, con claras ventajas de Pedro Sánchez en lo que se refiere a imagen específica de liderazgo, simpatía, cercanía y ser la persona más fiable en el cumplimiento posible de los compromisos. Y también el más accesible y capacitado para llegar a acuerdos.

Asimismo, coinciden casi todas las encuestas en que en este momento PP y Podemos son los partidos que suscitan más rechazo entre el electorado, mientras que al PSOE y Ciudadanos apenas hay españoles que se nieguen a votarles en principio, en una proporción de casi uno a cuatro. Sobre todo, son especialmente apreciables los rechazos a votar al PP, que es el partido que suscita más negativas.

A su vez, hay que tener en cuenta que en todas las elecciones que se han celebrado hasta la fecha durante 2015, las encuestas han subestimado de manera notable el voto del PSOE, en unas proporciones que llegan a rondar entre el 10% y el 20% de los escaños estimados. Si esta tendencia persiste, en estos momentos habría que hablar también de un “voto oculto del PSOE” que ninguno de los sondeos publicados está calibrando, y que supondría que al PSOE se le están atribuyendo en estos momentos menos votos y escaños que los que finalmente pueden obtener el 20 de diciembre.

Por lo tanto, ante la difícil encrucijada de fragmentación de votos y escaños que se puede dar después del 20 de diciembre, parece lógico que las reacciones de ese voto de sensatez de última hora por parte de una amplia franja de indecisos les lleven a poner sus ojos, precisamente, en aquellos partidos que por sus características y la falta de rechazo que suscitan están en mejores condiciones para encauzar la nueva complejidad política española.

El debate y las últimas tendencias electorales