viernes. 29.03.2024

El debate sobre la pregunta 16 del CIS

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La enemiga contra el “CIS de Tezanos” la tengo bastante conocida y sufrida desde el día anterior a mi toma de posesión como Presidente de esta Institución

A lo largo de mi vida he asistido a –y he participado en– debates bastante peculiares. Pero he de confesar que nunca me había visto mezclado en algo tan insólito como el debate sobre la pregunta 16 del barómetro de mayo del CIS.

La enemiga contra el “CIS de Tezanos” la tengo bastante conocida –y sufrida– desde el día anterior a mi toma de posesión como Presidente de esta Institución. Fecha en la que se empezaron a publicar notas y pronunciamientos de los altos líderes de la derecha cuestionando y descalificando mi nombramiento.

Pero, entre la marabunta de críticas, insultos, descalificaciones y denuncias judiciales nunca me había visto ante un debate falsamente metodológico, ya que hasta ese momento todo se había limitado a sostener que me inventaba o distorsionaba, o “cocinaba”, los datos para lograr que pareciera que el PSOE “de Pedro Sánchez” iba a ganar las elecciones. Sin embargo, una vez que eso se produjo –lógicamente no porque lo dijera yo o porque lo “vaticinaran” las encuestas de Tezanos–, y una vez verificada la capacidad predictiva de las encuestas del CIS –que es una labor de equipo–, era evidente que tales argumentos quedaban finiquitados.

Por eso, parece que algunos (ya pocos) entienden que lo que ahora procede es cuestionar cómo se redactan las preguntas que se incluyen en los barómetros del CIS y cómo se presentan las respuestas que dan los encuestados. A los que incluso se les quiere negar el derecho a responder de determinada manera las preguntas. Lo cual es verdaderamente insólito.

Respecto a los que intentan cuestionar cómo se presentan las respuestas, el problema es que no entienden –o no quieren entender– lo que es una pregunta con filtro (es decir, que solo se hace a los que han contestado de una determinada forma a una cuestión previa), y que, por lo tanto, los porcentajes de este tipo de preguntas no son los del conjunto de la muestra (2.985, en el caso de la famosa pregunta 16 del barómetro de mayo del CIS), sino de los que se sitúan en esa posición específica (1.349) en este mismo caso.

Consecuentemente, es evidente que si se quiere saber qué piensan realmente los españoles sobre qué gobierno debiera formarse, y cómo hacerlo, hay que calcular los porcentajes sobre el total de la muestra.

Pues bien, esto que parece tan elemental y fácil de entender, no fui capaz de hacerlo comprender a algunos (no muchos) de los que pidieron explicaciones o aclaraciones. Lo que alimentó un peculiar debate sobre tal cuestión.

He de confesar que en los muchos años que llevo haciendo encuestas y enseñando Sociología en la Universidad, nunca me había encontrado con esta dificultad. Aunque es evidente que en esta ocasión existían fuertes condicionantes, intereses y divergencias de opiniones relacionadas con las preferencias de posibles alianzas de gobierno, que pueden influir en la manera de leer y presentar los datos.

Pero lo más curioso de este debatillo es el papel de ciertos aprendices de brujo de la Sociología como arte de interpretación. Se trata, por lo general, de personas que ni son sociólogos (por estudios), ni son periodistas (por titulación) y que intentan ejercer de intérpretes y augures con pronunciamientos “ex cátedra” como antiguamente se decía.

Desde luego, nadie puede objetar nada a que cualquiera pontifique sobre lo que sabe o no sabe, o que quiera presentar los datos del CIS como libremente quiera (que para eso son de acceso libre y gratuito), pero que eso se haga intentando descalificar científica y metodológicamente a los que algo sabemos de la materia resulta tan cómico como insólito.

Creo que tanto yo como las personas del actual equipo directivo del CIS algo sabemos de estas cuestiones y que si hemos realizado muchas investigaciones a lo largo de nuestra vida académica, y si hemos llegado a Catedráticos o Profesores Titulares de Universidad, ha sido por algo. Algunos hemos dado clases sobre estas cuestiones y hemos escrito textos sobre la metodología de las encuestas y sobre la manera de formular preguntas. Aun así, es cierto que todos nos podemos equivocar.

En cuanto a las objeciones de algunos sobre la forma de redactar la pregunta 16 del barómetro de mayo del CIS, hay que entender que la inclusión de tal pregunta es una de las formas posibles -y legítimas- de abordar la cuestión. Personalmente, creo que una de las más apropiadas y menos sesgadas. Es decir, ante una cuestión compleja, lo primero es situar a los encuestados ante las dos grandes opciones existentes (en España y en cualquier otro lugar): o gobierna el partido que ha tenido más votos y escaños, o se intenta algún tipo de entendimiento, coalición o pacto (véase cómo define la Real Academia estos conceptos).

Una vez delimitadas las posiciones con una pregunta directa y clara -que no condiciona al encuestado, ni sesga sus respuestas-, los encuestadores deben recoger lo que manifiestan (incluidas otras respuestas, como así fue). Y a continuación procede averiguar qué tipo de coalición, entendimiento o acuerdo piensan que debería hacerse. Ante esta segunda parte de la pregunta (filtrada solo a los que así piensan inicialmente), procede recoger todas las respuestas que den los encuestados (sin prescindir de ninguna opción); incluida -claro está- la opción de un gobierno solo de un partido (el PSOE, en este caso), con apoyos puntuales con otros. Algo que se da en la vida política (Portugal) y que algunos encuestados mencionaron expresamente (7,9%) entre aquellos que se decantaron por los acuerdos y coaliciones. Lo cual demuestra que las respuestas precodificadas previstas recogían las opciones posibles (incluso las que no suman mayoría). Respuestas que se reflejan fielmente y en su totalidad en los datos que publica el CIS. ¿Dónde está el problema, pues?

¿Se podría preguntar todo esto de otra forma? Posiblemente, pero las opiniones de los encuestados serían prácticamente las mismas.

Con este enfoque en la pregunta 16 se obtuvieron unos resultados que recogían lo que pensaban los encuestados. Lo cual puede ser objeto de una doble lectura (pro-coalición o no coalición, y preferencias concretas sobre estas). La cuestión -metodológica y de sentido común- es que sustancialmente se trataba de una única pregunta (con filtro) y no de dos. Por lo que la segunda parte (la filtrada), pese a que se hacía a menos de la mitad de los encuestados (1.349), podía ser interpretada por algunos -como así ha sido- como las opiniones globales de los encuestados. Error frecuente en algunas lecturas de los datos del CIS. Lo que en ocasiones ha dado lugar a presentaciones cuyos porcentajes suman 140 o más.

Precisamente para evitar tales errores se proporcionó a los medios de comunicación una tabla en la que se recogían los resultados del conjunto de la población encuestada. Datos sobre valores absolutos (y no sobre sumas de porcentajes con bases de cálculo numéricas diferentes). Es decir, en esta encuesta había 1.248 entrevistados que pensaban que debía “gobernar el partido que había obtenido más votos y escaños” -según su libre elección de respuesta-, o bien “el PSOE con apoyos puntuales de otros partidos”. Lo que suponía un 44,1% del total de encuestados, o un 49,8% si se consideran las opiniones de los que manifestaron criterio (es decir, los que votarían tal cosa si se hiciera un hipotético -e innecesario- referéndum sobre tal asunto). En segundo lugar, estaban 460 encuestados que se decantaban por una “coalición entre PSOE y Unidas Podemos con apoyo de los partidos nacionalistas no independentistas” (un 16,2% del total de encuestados); en tercer lugar, 331 que eran partidarios de una coalición PSOE-Ciudadanos (11,7% del total), etc. (Vid. tabla 1).

cuadro CIS nota prensa

No puede negarse que cualquiera que quiera saber qué pensaban realmente los españoles en aquellos momentos puede tener así una imagen de conjunto fiable y precisa de la cuestión considerada. Tal presentación no implica ni “cocina”, ni “manipulación”. Aunque, desde luego, los comentaristas son libres de presentar los datos del CIS de la manera que consideren más pertinente. Pero sin afirmar que es el CIS el que interpreta de esa manera los datos.

Hay que comprender que en estos momentos hay bastantes intereses en presencia en lo que a pactos y acuerdos para formar gobierno se refiere. Y que, por lo tanto, no es extraño que existan intentos de utilizar los datos del CIS como aval a unos u otros argumentos. En tal sentido, algunas de las críticas (pocas) que circularon después de la publicación de los datos del barómetro de mayo del CIS, lógicamente, estaban influidas por intenciones políticas concretas, y no por razones metodológicas y científicas sólidas. De hecho, ciertos textos ni siquiera estaban firmados y ninguno -que yo sepa- tenía la autoría de un profesor Titular o Catedrático de Sociología y Ciencias Políticas. Algo que podía ocurrir perfectamente, sin que implicara más que un debate -legítimo y normal- entre especialistas. ¿Dónde está el problema?

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