martes. 19.03.2024

Jóvenes laboralistas que impulsaron la llegada de la democracia

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El 15 de febrero, en recuerdo a quienes sufrieron el atentado contra el Despacho Laboralista de Atocha, del que se cumple el 40 aniversario, CCOO celebra un acto de especial homenaje en el Teatro Monumental, en la calle Atocha, al lado de donde se encontraba el Despacho y frente al monumento conmemorativo El abrazo, de Juan Genovés.


Han pasado ya 40 años, pero parece que fue ayer. En un momento social complicado, con un panorama político internacional que gira descaradamente a la derecha más rancia, rememoramos este año un momento clave en la conquista de nuestro actual régimen de libertades y democracia.

En nuestras negociaciones y movilizaciones, muchos años después, permanecemos fieles a los valores de los mártires de Atocha. Valores incómodos para el poder constituido. Frente al olvido de unos, la connivencia o el fariseísmo y oportunismo de otros, las víctimas de Atocha, sus sueños y su esperanza por una sociedad mejor son un referente muy vivo en la memoria y en el corazón de muchos, sindicalistas y defensores de los derechos civiles.

Había muerto Franco, no así el franquismo, que intentaba su continuidad a toda costa. La noche del 24 de enero de 1977 tres pistoleros de la ultraderecha entraron en el despacho de abogados laboralistas vinculado al PCE y CCOO, y dispararon contra todas las personas que encontraron. Nueve resultaron muertas o gravemente heridas. Fue un crimen horrible contra gente que trabajaba con gran dignidad por la justicia y la igualdad, por los derechos civiles y laborales. Fue un acto premeditado, se trataba de provocar una respuesta violenta del PCE y romper el diálogo que, con tanto esfuerzo, iba encaminando al país hacia la reforma política y la democratización. Sin embargo, un ataque tan injusto y doloroso no dejó indiferente a nadie, y no sólo no rompió el diálogo, sino que supuso un impulso definitivo en la complicada Transición española hacia la democracia.

En Atocha, a las tantas de la noche, a pie de tajo sucumbieron por su apoyo a la lucha obrera, y trabajando para enmendar o paliar la injusticia social que suponía la continuidad del Régimen. Ya entonces se vislumbraba la proximidad del cambio a un modelo político de democracia plena con la promulgación, unos días antes, de la Ley de Reforma Política, aunque todavía sindicatos como CCOO seguían en la clandestinidad. Sin embargo cada vez eran más frecuentes manifestaciones y protestas multitudinarias en las calles, y se secundaba la lucha vecinal, o los encierros y huelgas en fábricas, empresas o universidades a pesar de estar considerados como delitos de sedición y frente a las habituales detenciones y duras cargas policiales. 

Es evidente el lugar de honor que ocupan en la Historia de España los mártires de Atocha. Trabajadores y trabajadoras comprometidos en tiempos muy complicados para los derechos y la clase obrera. A algunos de sus asesinos se les pudo juzgar y condenar, otros lograron huir gracias a la todavía connivente administración de justicia. Estos criminales generaron una pérdida humana irreparable, pero sus planes fracasaron. La brutalidad obtuvo por respuesta la serena y ejemplar actitud de comunistas y sindicalistas.

Atocha fue un hito de gran madurez y responsabilidad que aceleró el proceso político hacia la democracia y supuso que en ese mismo año se legalizaran el PCE y CCOO, y que pudiéramos por fin participar en unas elecciones generales (para gran parte de la población adulta, por primera vez en su vida para el resto, tras más de 40 años), y además que se articulara el derecho de huelga que un año después se plasmaría como derecho fundamental en la Constitución de 1978.

Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez, Luis Ramos, Miguel Sarabia, Dolores González, Alejandro Ruíz-Huertas… os quitaron, os rompieron, la vida en plena juventud, pero el sacrificio no fue estéril.

Cuarenta años después no sólo no ha caído en el olvido, sino que sigue muy presente en estos tiempos que vuelven a ser complicados para los derechos y las libertades, tiempos en los que se quiere obviar vuestro sacrificio y el de otros luchadores, los mercados y un nuevo orden mundial imponen nuevas privaciones sociales y austeridad, tiempos en los que, pese a estar regladas en la Constitución, se agreden legalmente las libertades de reunión y de expresión, y con el nuevo Código Penal, a la libertad sindical.

Hoy, como ayer, la lucha por los derechos, por una vida digna, por la solidaridad, sigue siendo motivo de lucha, y porque al recordarles queremos hacer más cierta la frase de Paul Éluard, que repite incansable Alejandro Ruiz-Huertas: “si el eco de su voz se debilita, pereceremos”.

Jóvenes laboralistas que impulsaron la llegada de la democracia