martes. 19.03.2024

Elegir más y mejor Europa

Las europeas han sido, tradicionalmente, unas elecciones de segunda, un termómetro político para medirse ante las de ámbito estatal o regional...

El próximo 25 de mayo podemos determinar una parte sustancial del futuro de la Unión Europea. Tenemos una cita ineludible con las urnas y la oportunidad de elegir a los mejores representantes en la eurocámara. Sin embargo, la participación en los comicios europeos pese, a un cierto entusiasmo inicial, ha ido bajando considerablemente (68,5% en 1987,  44,9 % en 2009).

Las europeas han sido, tradicionalmente, unas elecciones de segunda, un termómetro político para medirse ante las de ámbito estatal o regional. En la mayoría de los estados miembros falta mucha pedagogía política, especialmente europeísta. Sin embargo, tanto la coyuntura socioeconómica europea como la del mundo en general, nos exigen que prestemos mucha mayor atención a esta cita electoral por su gran relevancia para nuestro futuro. En este sentido podemos avanzar mucho más, apoyando opciones progresistas, las mismas que hicieron posible el nacimiento del Mercado Común y consolidaron los estados del bienestar.

La Unión Europea es, pese a la falta de liderazgo y las nefastas políticas de austeridad, un referente mundial en democracia, cultura, bienestar y convivencia social. Aunque queda mucho por hacer para lograr su unión política, previamente debe consolidar su unión monetaria y acabar de definir la financiera y fiscal.

En la última legislatura la crisis financiera y económica ha vapuleado a los estados más periféricos. En este período Bruselas no ha dado la talla, dejando al desnudo las carencias y debilidad política de la Unión Europea. La confianza mutua ha quedado maltrecha por los incumplimientos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que impuso Alemania. En este contexto la fragilidad de los vínculos entre los estados miembros ha sido alarmante. Y qué decir del alto coste en pérdida de empleo y de derechos laborales, o la caída de la calidad y cantidad de los servicios públicos y protección social.

Con la política conservadora de Bruselas se antepone el euro y la banca, a las personas. Y se pone de manifiesto que la política de recortes ha sido un fracaso que, al menos en España, ha provocado el aumento de la deuda mientras el déficit apenas si se ha contendido, el aumento del paro, llegando a seis millones de personas en situación de desempleo, y a unos niveles de pobreza insospechados, dejando casi colapsadas la demanda interna y la economía nacional. Las políticas neoliberales han logrado un aumento de la desigualdad en Europa. Con estos recortes se ahonda en el actual alejamiento social respecto a las instituciones y a los políticos. Y todo por una política inoperante para la ciudadanía que ni siquiera ha sabido dar respuesta a su vergonzoso nivel del desempleo juvenil, solo oportunistas declaraciones de intención.

España, desde 1986, pertenece a un club de primer orden, la Unión Europea, lo que ocasionó una significativa transformación económica, social y política. Aunque persisten desequilibrios regionales los fondos comunitarios han sido un factor primordial en el desarrollo del país. La Unión Europea es sin duda una pieza estratégica en la economía global y mientras en tiempos de crisis las soluciones nacionales son poco viables, ser un socio de la Unión Europea otorga mayor solvencia. Bien es cierto que Europa no es ajena a las tensiones de una geopolítica poco definida y que a menudo vemos muy de cerca (Yugoslavia, Ucrania…), ni tampoco a las estrategias comerciales más o menos agresivas de economías asiáticas y otras emergentes. Tampoco queda alejada de los grandes flujos migratorios derivados de los desequilibrios de la economía global.

También es verdad que hace falta culminar la Europa del euro con la unión bancaria y financiera. Pero debemos apostar por políticas que fortalezcan la solvencia y credibilidad del proyecto europeo, y apostar por una Unión europea de las personas. Con Europa somos más fuertes y podemos afrontar el futuro con mayor confianza. Pero avanzando más en lo social y es que, desde hace años, para gran parte de la ciudadanía, las políticas de Bruselas se perciben lejanas, demasiado influenciadas por el poder económico y financiero, seguramente porque hay que lograr mayor democratización en las instituciones comunitarias.

Pero en todo caso hay que evitar que las actitudes populistas, xenófobas, nacionalistas o euroescépticas vayan ganando en el terreno abonado por el ajuste fiscal que viene dictando la política conservadora dominante en Bruselas y en Estrasburgo.

Esta crisis está separando cada vez más a la ciudadanía europea entre sí. Ante el 25M caben dos alternativas. Se puede elegir continuar con el modelo monetario y economicista-neoliberal que viene determinando esas políticas de austeridad que retrasan la creación de empleo de calidad. También se puede optar por otro patrón, uno que mire hacia las personas y establezca una salida de la crisis más justa, equilibrada y solidaria. Hay otras políticas alternativas que apuestan por avanzar mucho más en la construcción europea, hacia una federación de estados, hacia una Unión más fuerte para sus ciudadanos y ciudadanas, más democrática, más solidaria, más igualitaria, más cohesionada.

Necesitamos otra Europa. Queremos más Europa, con una política fiscal equilibrada que sirva a la creación de empleo de calidad, para avanzar en bienestar social y universalizar la protección y los servicios públicos sin exclusiones ni discriminaciones. Queremos que por encima de la consolidación fiscal se dé una solución justa al drama del desempleo que afecta ya a 27 millones de personas en Europa. Queremos que no se sigan deteriorando las condiciones de trabajo y la precarización, que ha cobrado alas gracias a la vulneración de la negociación colectiva impuesta por las duras reformas laborales nacionales.

Los trabajadores y trabajadoras debemos apoyar una política europea alternativa, la que propone la Confederación Europea de Sindicatos (CES) que insta a que los políticos elaboren un “Plan Marshall”, aprobando un presupuesto de emergencia para los países más afectados por la crisis, urgiendo al Banco Europeo de Inversiones (BEI) a implicarse más por la recuperación del empleo y el restablecimiento de la cohesión social. En definitiva, son necesarias soluciones claras y efectivas para combatir el pesimismo instalado en la ciudadanía, especialmente por la más afectada por la crisis.

Europa no puede ahondar en el declive, ni rendirse a la tiranía de los mercados. La ciudadanía necesita una salida justa a la crisis, volver a creer en una Europa más fuerte, referente mundial en libertades y en derechos.

Es hora de apoyar una Europa que reoriente con urgencia su política hacia la senda del crecimiento sostenible, con más y mejor empleo. Los ciudadanos y ciudadanas el 25M debemos iniciar la reconquista de las instituciones y de la democracia en las urnas, apoyando opciones más democráticas y sociales en el Parlamento Europeo. Es un deber cívico que podemos ejercitar de forma responsable y masiva, porque o caminamos ya hacia una Unión Europea más solidaria e igualitaria o el sueño europeo se despeñará hacia el abismo de la involución, el conflicto social y los nuevos frentes nacionalistas.

Elegir más y mejor Europa