jueves. 28.03.2024

Nunca segundas partes fueron buenas: ¿nuevas elecciones?

Todos los partidos sin excepción han dado sobradas muestras de anteponer el interés partidario a los intereses generales de España.

Todos los partidos sin excepción han dado sobradas muestras de anteponer el interés partidario a los intereses generales de España: Mariano Rajoy (MR) ha eludido irresponsablemente negociar un programa de Gobierno y presentarse a la investidura, Pedro Sánchez (PS) ha recurrido a cualquier medio para acceder al Gobierno -salvo a una entente con el PP-, Albert Rivera (AR) se ha decantado  por el PSOE, no ha influido en él para que acepte una triple coalición y ha presionando al PP para que permita la presidencia de PS mediante su abstención, Pablo Iglesias (PI) ha presentado un programa maximalista e inviable y reclamado plenos poderes en una coalición de Podemos (Ps) con el PSOE, y los nacionalistas catalanes han exigido como “conditio sine qua non” para su apoyo a PS la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Refiriéndose al acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos (Cs) –que calificó de “espectro de Gobierno sin obra”-, Antonio Lucas ya vaticinó que “una política sin posibilidad predestina a un fracaso sin excusa”. Y esto es lo que ha ocurrido en las dos sesiones de investidura celebradas, que han acabado en el rechazo de PS. Era la crónica de un fracaso anunciado.

Negociaciones a varias bandas de Pedro Sánchez para lograr la investidura

PS aprovechó gustoso la insuficientemente explicada “espantá” de MR, para salir a la palestra de la opinión pública, realizar una frenética actividad en pro de su investidura, negociar a babor y parte de estribor, y ocupar el primer plano de las candilejas políticas y mediáticas. Ps siguió con su táctica prepotente al presentar un programa inasumible para el PSOE y unas exigencias inaceptables de concesión de poderes a PI. Cs dio toda clase de facilidades para la negociación, presentó un plan de 5 puntos –limitación del mandato presidencial, supresión de aforamientos, despolitización de la justicia, facilitación de la iniciativa legislativa popular y eliminación de las diputaciones provinciales- que fueron aceptados por el PSOE y ambos llegaron a un acuerdo de Gobierno, que es razonable y podría haber sido asumido en su mayor parte por el PP. Como ha observado Federico Jiménez Losantos, el PSOE ha cedido más ante Cs a lo que lo hubiera hecho ante el PP, y AR ha conseguido que aquél respalde el incumplido programa de éste para 2011: bajar impuestos, combatir el paro, defender la unidad e integridad nacional, y potenciar la independencia del poder judicial. El acuerdo tiene muchos elementos positivos, si bien es excesivamente genérico e inconcreto en algunos importantes temas, y ha dado lugar a disparidad de interpretaciones entre sus propios firmantes. ¿Se eliminan las diputaciones o simplemente se reforman?, ¿se deroga la reforma laboral del Gobierno del PP o meramente se reforma?, ¿se bajan o se suben ciertos impuestos?...Losantos lo ha descrito el acuerdo como una mesa de cuatro patas, “todas socialdemócratas y todas cojas”, y  Kepa Aulestia ha calificado la contribución de Cs como “el Rubicón de la nada al todo” y afirmado que resulta hasta insolente pretender erigir una segunda transición sobre un proyecto, inconcreto y pre-electoral, que no es más que  “un esbozo de algo que no se sabe lo que es”.

El PSOE ha mantenido en paralelo negociaciones con Izquierda Unida, las Mareas gallegas, Compromís, En Comú Podem  y, finalmente, Ps, que aceptó a sentarse a la mesa a cuatro, tras la mediación de Alberto Garzón. Las conversaciones apenas avanzaron por las pretensiones de Ps: un Gobierno de coalición de todas las izquierdas con capacidad paritaria de decisión y una primacía de facto de PI a través de una macro-vicepresidencia. Ps y sus “confluyentes” se levantaron indignados de la mesa en cuanto se hizo público el acuerdo entre PSOE y Cs, por considerarlo una tomadura de pelo. Con la presentación del programa común, se desinflaron por el momento las expectativas de la constitución de un Gobierno populista de izquierdas. Aún así, PS puso de manifiesto su actitud ambidiestra al enviar a los cinco partidos de izquierda unos textos en los que destacaba lo que cada uno de ellos desearía escuchar y les ofrecía “acuerdos personalizados”. Todos ellos los rechazaron calificándolos de operación de “cortar y pegar”. El Secretario General del PS actuó así porque sabía que la mayoría de sus militantes prefería un pacto con Cs antes que con Ps, como quedó demostrado en la consulta interna celebrada, a la que se había comprometido para eludir el control y posible crítica del Consejo Federal del PSOE. Un 78.7% del 51.7% de los  militantes que participaron le dieron su apoyo, lo que cabía esperar con una pregunta tan orientada, ya que ¿qué militante podría oponerse a que PS presidiera un Gobierno progresista?.

Según Pedro G. Cuartango, el  PSOE y Cs han logrado con su actitud constructiva que muchos españoles los perciban como los partidos que representan la “reforma sin ruptura”, como Adolfo Suárez hace 40 años. Según los últimos sondeos, los españoles parecen dispuestos a premiar a los partidos que se han esforzado por llegar a un acuerdo –PSOE y Cs- y a castigar a los que lo han dificultado -PP y Ps-. Este último ha criticado a PS de estar más interesado en construir un relato sobre su persona ante una hipotética repetición de las elecciones, que por sacar adelante su investidura e Iñigo Errejón ha comentado que la investidura se ha convertido en un “mitin de campaña” y en una operación de “marketing” para la exhibición de PS. Como ha descrito Losantos con un símil baloncestístico, PSOE y Cs se han “asegurado el rebote”. Si el balón no entra en la canasta, pueden recuperarlo bajo el aro, y ya han cogido sitio a la espera del rebote en un próximo encuentro a celebrar el 26 de Junio, en el que confían  en atrapar el balón, encestar y ganar el partido.

Debate de investidura de Pedro Sánchez

Del 1 al 5 de Marzo se ha celebrado en el Congreso de los Diputados la presentación y rechazo de la investidura de PS por partida doble. El Presidente del Congreso, Pachi López organizó la ceremonia de forma un tanto partisana, pues reservó el día 1 en exclusiva para el discurso de presentación de PS, que monopolizó el protagonismo político y mediático. El día 2 intervinieron los líderes de los distintos partidos y el candidato a la Presidencia del Gobierno, y se produjo la primera votación negativa. El día 5 tuvieron lugar la presentación adicional de PS y las intervenciones de los representantes de los distintos grupos, y se celebró la segunda votación con resultado asimismo negativo. Ha sido un debate intenso, duro –a veces en demasía-, crispado e interesante. La sede de la soberanía nacional se ha convertido estos días en el epicentro de la vida política del país, situación desconocida desde la adopción de la Constitución en 1978. El candidato puso la pelota en juego con un discurso demasiado largo, excesivamente genérico y algo plúmbeo. Desde un punto de vista formal, PS estuvo correcto en la presentación, pues no le faltan planta y tablas. Atacó con dureza al Presidente en funciones MR por su negativa a presentarse a la investidura, lo que justificaba su presencia en el foro por un sentido de responsabilidad. Esbozó las líneas generales de su futuro Gobierno de conformidad con el acuerdo firmado con Cs: progreso económico y aumento del empleo, fomento de la igualdad, regeneración  política y lucha contra la corrupción, presencia de España en el mundo y solución del problema de Cataluña. Asimismo mencionó algunas de las 200 medidas de Gobierno acordadas con Cs y dejó traslucir que su objetivo primordial era excluir a MR y al PP del Gobierno y cambiar radicalmente sus políticas, pese a ser consciente de que, sin él, no podría cumplir su programa ni llevar a cabo la reforma de la Constitución. Citando a Fernando de los Ríos, afirmó que necesitábamos la España del respeto y se le llenó la boca con palabras como “cambio, diálogo y acuerdo”, pero había menospreciado e insultado públicamente a MR en su enfrentamiento televisivo –lo que supuso el inicio del deterioro de la campaña electoral- y se ha negado rotunda y reiteradamente a hablar con él  –“¿acaso no sabe que No es No?-. Diálogo sí, salvo con el PP.  Para ser creíble hay que  predicar con el ejemplo y la conducta del PS no ha sido precisamente ejemplar. En su concepción bifronte de la política, al constatar que no había mayoría suficiente para un Gobierno de centro-izquierda, viró a “sinistra” y pidió a Ps y Cia que apoyaran su investidura, justificando su petición en la necesidad de mezclar las ideologías. Puso a la izquierda entre la espada de apoyarle y la pared de votar con el PP contra un Gobierno progresista, cuyo programa recogía buena parte de sus propuestas.

El debate del día 2 se inició con la intervención del Presidente en funciones, que dejó de lado su posición institucional para actuar como jefe de la oposición. Partía con el handicap de no haber explicado por qué había declinado presentarse a la investidura y alegó que lo hizo para no engañar –como ha hecho el candidato- al Rey, al Congreso y a los españoles, ya que no contaba con la mayoría requerida por la tenaz negativa de PS y del PSOE a hablar con él y con el PP. Este argumento es válido, pero escasamente convincente y demasiado tardío. Su discurso, bien construido y ocurrente en ocasiones, fue demoledor, haciendo trizas al candidato al que acusó de fraude –por presentarse a la investidura a sabiendas de que no contaba con la mayoría requerida- y de “bluff” –“montaje propagandístico para crear un prestigio que posteriormente se revela falso”.  Su intervención ha sido calificada de brillante, combativa, despiadada, hábil, mordaz y divertida –para mí, ha prevalecido el sarcasmo sobre la ironía-, pero impropia de un hombre de Estado por ser excesivamente duro y dinamitar posibles puentes con el PSOE. Así, difícilmente va a conseguir apoyos para formar Gobierno, para lo que necesita ineludiblemente su colaboración activa o pasiva. Denunció el “vodelvil de negociación a dos bandas” y el “rigodón de cambio de parejas de baile”, y redujo el reformismo de la coalición rosa-naranja a una contrarreforma de lo hecho con acierto por el Gobierno del PP y a la oferta de promesas incumplibles de un “ente de ficción”. Descalificó el acuerdo PSOE-Cs  por su “limitada relevancia” sin entrar en su contenido, pues le hubiera resultado difícil explicar su oposición a un programa que podría ser asumido en su mayor parte por el PP con el único argumento de que él  no lo presidía. Si rechaza un programa razonablemente reformista, por muy mejorable que sea, ¿con qué mimbres va a hacer la cesta de una posible coalición con PSOE y Cs?.   

A medida que avanzaba el debate se iba desdibujando la figura del candidato y ganando protagonismo los líderes de las nuevas fuerzas políticas emergentes. Había gran expectación por su estreno parlamentario y no han defraudado. PI se mostró audaz y brillante, a la par que radical, arrogante, demagogo, provocador, “faltón” y pueril, como si estuviera en la tertulia de un Colegio Mayor. Miró más al pasado que al futuro –como con la lamentable exaltación del anarquista y terrorista Salvador Puig Antich- y no dejó títere con cabeza, parlamentario o extraparlamentario, como Felipe González. Lanzó una “OPA hostil” al PSOE para quedarse con la hegemonía de la izquierda y apunto a su línea de flotación, al acusar a PS de hacer un ejercicio de transformismo político, de someterse a los poderes fácticos para continuar con la política del PP y de prestarse a un simulacro para facilitar la gran coalición. Le advirtió con recochineo que no se sorprendiera si los trabajadores le exigían la retirada de la “S” y de la “O” del título de su partido. PI insistió en que un Gobierno progresista de izquierdas era viable y posible, sin necesidad de Cs, porque la aritmética lo avalaba, y añadió que todo dependía de PS, dado que las resistencias internas en el PSOE y la presión de los poderosos no le permitían pactar con Ps. Pese a estos ataques virulentos, PS le pidió sumisamente apoyo a su investidura y le aseguró que seguía con su mano tendida.

PI admitió que el ganador de la jornada había sido AR, quien apenas habló de su pacto con el PSOE, aunque lo defendió mejor que el propio PS, ya que ha sido el progenitor de la criatura. Su intervención ha recibido generales elogios, pero a mi me ha decepcionado. Se olvidó de que se realizaba el debate de investidura de PS y actuó como si se tratara de una moción de censura contra MR. Su principal objetivo fue demoler el liderazgo de éste con descalificaciones “ ad personam”  y se dirigió al PP por encima de su cabeza. Estuvo especialmente duro e innecesariamente cruel. ”Vd no es creíble –le dijo- para liderar esta nueva etapa política…Es tiempo de cambio, de diálogo, de darse la mano para reformar España” y no para hombres que dicen “no” al Rey y  a las reformas. Es tiempo de “ser valiente para cambiar las cosas“ y “nada se reforma desde la pereza y la cobardía”. Pese a que trataba de separar al PP del MR, también se refirió con dureza a la corrupción del partido, haciendo alusión a las “tramas criminales” y a los “lingotes de oro”, y pidió a sus militantes que fueran valientes para cortar por lo sano,”porque, si no, los españoles pensarán que votan a un partido que no es capaz de liderar la lucha contra la corrupción”. Si España tiene que impulsar un pacto contra la corrupción –concluyó-, no es creíble que lo encabece alguien que es incapaz de limpiar su propia casa. Tuvo la osadía de dirigirse a los militantes del PP para pedirles valentía y coraje a fin de que prescindieran de MR, lo que facilitaría un pacto con Cs y la regeneración del partido. Amén de entrometerse descaradamente en los asuntos internos de otro partido, el “conciliador” AR cometió un grave error táctico, pues, con su inaceptable actitud, ha provocado lo contrario de lo que pretendía: que todos los militantes del PP -aunque no estén de acuerdo con él y compartan la opinión de que debe ceder a otro líder la dirección del partido- cerraran filas en torno a MR. La indignación de éste le llevó a pedir la palabra por alusiones y a afirmar que el PP no había ganado las elecciones para hacer presidente a PS,  y abandonó el hemiciclo.

Los partidos nacionalistas desempeñan en el Congresos un papel menos importante que en anteriores legislaturas, aunque podrían ser un elemento decisivo a la hora de dar el visto bueno a un Gobierno del PSOE con las fuerzas de izquierda, que requeriría al menos su abstención. Los catalanes ERC y DyL dejaron claro que carecen de voluntad de pacto y que su objetivo es la “desconexión” de España y la proclamación unilateral de una República Catalana. Sus portavoces –Joan Tardá y Francesc Homs- reiteraron que, para conseguir su colaboración, PS tendría que comprometerse a celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña. PS corroboró lo  afirmado en el pacto PSOE/Cs de oponerse “a todo intento de impulsar la autodeterminación en cualquier punto de España”,  y rechazó sumar para su investidura el voto o la abstención de los partidos que defiendan la ruptura de la legalidad en Cataluña. No obstante, se mostró dispuesto a hablar de cualquier cosa dentro de la ley y contempló la posibilidad de discutir un nuevo Estatuto o de establecer una configuración federal asimétrica del Estado para que la Comunidad pudiera “ejercer su vocación de un autogobierno mayor que el de otros territorios”. Los catalanes rechazaron estas concesiones por considerarlas insuficientes. El PNV, que había mantenido contactos con el PSOE, anunció su voto negativo por desconfiar de Cs, aunque aceptó a seguir con las negociaciones.

La petición de investidura de PS fue rechazada por 310 votos a favor –PSOE y Cs- y 219 en contra –el resto de los partidos, salvo Coalición Canaria que se abstuvo-. Dos días más tarde se celebró un mini-debate en el que PS estuvo repetitivo y más bien plano, MR se mostró más incisivo y lanzó nuevos dardos al candidato –incluida la acusación de corrupción por utilizar las instituciones del Estado para lograr su supervivencia-, PI trató de rebajar la tensión con PSOE y le ofreció un pacto instantáneo y AR centró su intervención en acusar a MR y a PI –al que colocó un rejón en todo lo alto, al comparar su apetencia de cargos con la generosidad de los comunistas durante la Transición- de optar por destruir en lugar de construir por su negativa a abstenerse y causar el rechazo de la candidatura de PS. Los resultados de la segunda votación fueron iguales a los de la primera, con la única salvedad de que Coalición Canaria pasó de la abstención al voto positivo.

¿Y ahora qué?

Con la primera votación se inició la cuenta atrás y, si se llegara al 2 de Mayo sin haberse logrado una mayoría que permita la investidura de un candidato, se disolverán automáticamente las Cortes y se convocarán nuevas elecciones el 26 de Junio. Tras la comunicación de Pachi López de los resultados de la última votación al Rey, a éste vuelve la iniciativa. Tendrá que realizar una nueva tanda de consultas, sin premuras de tiempo, y no cabe dar por sentado que, al término de las mismas, decida conceder una segunda oportunidad MR. Éste se ha dado cuenta –del error táctico cometido al negarse a presentarse a la investidura, que lo ha dejado aislado en un rincón al ceder la pista a PS, que ha bailado el rigodón durante un mes con unos y otros –salvo con él-, y cambiando a su antojo de pareja. MR quiere volver a ser el amo de la pista y ganar el concurso de baile, pero no le va a ser fácil. Debería haber aceptado el mandato real, pese a las dificultades provocadas por la renuencia de PS a bailar con él y haber realizado contactos y negociaciones con todos los partidos del arco parlamentario para esbozar un programa de Gobierno, como ha hecho el PSOE con Cs. Aunque condenado  de antemano al fracaso dadas las circunstancias, habría demostrado ante la opinión pública que lo había intentado y que no lo había conseguido por la renuencia del PSOE, y tendría que ser PS quien debiera dar explicaciones por su negativa a sumarse a un pacto reformista. Al recular, ha cedido el protagonismo a PS, que ha aprovechado al máximo la oportunidad para redorar su blasón y realzar su figura dentro y fuera de PSOE. PS sabía de sobra que no conseguiría la investidura, pero “que le quiten lo bailao”.  Su principal objetivo era mantenerse como Secretario General del partido y como candidato a las futuras elecciones, y parece haberlo conseguido. Los debates han puesto de manifiesto la gran fractura existente entre los partidos que tienen la llave de la gobernabilidad y las insalvables diferencias y antagonismos entre sus líderes.

Aunque sin excesiva convicción, MR sigue con su mantra de negociar con PSOE y Cs con para la formación de un Gobierno de coalición, pero es prácticamente imposible que lo consiga dada la cerrazón de PS, que ha declarado al término de la sesión que no se resigna a que siga siendo Presidente de Gobierno. Ni siquiera puede ya contar –como hasta ahora había dado por supuesto- con Cs, que ha tomado distancias con el PP, y especialmente con su líder, a causa de la corrupción que no ha sabido, querido o podido atajar. Es incapaz de entenderse con nadie y tiene de entrada 227 diputados en contra. De ahí que lo más probable es que se encuentre en una situación similar a la que se hallaba cuando declinó presentarse a la investidura y, si fuera coherente consigo mismo, se volvería a negar a adentrarse en la cueva de los leones. PS y MR se han acusado mutuamente de ser los “tapones” que bloquean la regeneración de sus respectivos partidos y ambos llevan razón. El propio PS ha reconocido que es incompatible con MR, por lo que resulta casi  metafísicamente imposible que puedan colaborar. De ahí que resulte ineludible que los dos den responsablemente un paso atrás y permitan el acceso de nuevos dirigentes con un talante más abierto, que puedan “aggiornar” sus respectivos partidos e iniciar negociaciones sin condiciones previas para lograr un acuerdo de Gobierno entre los tres grandes partidos constitucionalistas. Como ha señalado Juan Díez Nicolás, la única fórmula conveniente es una coalición PP-PSOE-Cs, que –con 210 escaños- podría formar un Gobierno estable y realizar la necesaria reforma de la Constitución. Un Gobierno de izquierdas sería aritméticamente posible, pero políticamente inviable por requerir el concurso de nueve partidos que tienen notables diferencias sobre temas clave de política y de economía.

PI ha discrepado de esta opinión e insistido en que un Gobierno progresista de izquierdas se podía constituir ya si el PSOE tenía voluntad política para ello, pues cuentan con los votos necesarios. Tras el tenso enfrentamiento del día 2 con PS por sus ataques y descalificaciones –que han provocado indignación en las filas socialistas, donde se considera imposible pactar con semejante energúmeno-, PI ha tratado de bajar la tensión y propuesto, entre bromas y veras, la inmediata formación de un Gobierno de izquierdistas y nacionalistas presidido por PS, que ha denominado con cursilería el “Gobierno del beso” -¿contra natura?-, que podría ser una leyenda. El PSOE debería mostrarse receloso de Ps, que tiene sus modelos en Venezuela e Irán y admira a la Grecia de Syriza. Un PSOE socialdemócrata y europeo no puede pactar con un partido bolivariano y antieuropeo, que trata de sustituirlo como referencia de la izquierda.

Nunca segundas partes fueron buenas y no parece que la gran coalición o el pacto de izquierda “a la valenciana” vayan a salir adelante. Aunque todos los partidos proclaman que no quieren que se repitan de las elecciones, ninguno mueve ”el negro de una uña” –como decía Don Quijote- para impedirlo, por lo que estamos abocados a nuevas elecciones. El partido es aún largo y cabe la remota posibilidad de que las desmedidas ansias de poder de PS y de PI lleven a su prórroga, al lanzamiento de penalties y al gol de triunfo “a la catalana”. También cabría que PP o PSOE permitiera con su abstención un Gobierno en minoría, que es la solución que curiosamente prefieren los empresarios. Así, el Presidente del Círculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, ha pedido que MR o PS se abstengan y que el sacrificado quede como jefe de la oposición, pues ve peligroso para la estabilidad del país dejar ese papel en manos de PI. Es de señalar que la Agencia “Moody” ha calificado de “negativo” para la solvencia de España el contenido económico del Pacto PSOE-Cs y que, aunque no haya modificado su “rating” – tampoco lo ha subido como cabía esperar,- ha dado un toque de atención al rebajar su perspectiva de “positiva” a “estable”. España no puede permitirse el lujo de estar mucho tiempo sin Gobierno, pues se vería adversamente afectada su economía, amén de la necesidad urgente de hacer frente al independentismo. El problema es que unas nuevas elecciones apenas variarían al parecer el actual equilibrio parlamentario, por lo que volveríamos a estar en una situación similar. Las alternativas más convenientes serían entonces la formación de un Gobierno de gran coalición –si se removieran los obstáculos que la impiden, MR y PS- o de un Gobierno en minoría presidido por AR o por un político no partidario e integrado por miembros de los partidos  PP, PSOE y Cs y de independientes. ¡Hagan juego, Señores, rien  ne va plus!”.

Nunca segundas partes fueron buenas: ¿nuevas elecciones?