jueves. 28.03.2024

PSOE, por el cambio: qué, cómo, cuándo, quién, por qué

Lo ocurrido en el PSOE, desde el punto de vista de los resultados electorales desde los Comicios de noviembre...

Los ciudadanos progresistas están hartos de medias tintas, están hartos del centro político, un centro que ocupan formaciones como UPyD

Lo ocurrido en el PSOE, desde el punto de vista de los resultados electorales desde los Comicios de noviembre de 2011, ha provocado que el actual Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba, presentara su dimisión haciéndose responsable de la deriva negativa y del desapego de los ciudadanos. El PSOE no se ha dado un batacazo grave, se ha pegado un hostión en toda regla y, sí, el responsable último de estos resultados es Alfredo. La apuesta por Elena Valenciano, quien desde mi punto de vista ha hecho una campaña de chapeau ha quedado dinamitada por el abandono de los ciudadanos. Hay que hacerse muchas preguntas para ver el por qué, el qué hacer, el cómo implementar ese qué, el cuándo hay que realizar ese cómo y, sobre todo, el quién o quiénes serán las personas que dirijan el barco tras las reparaciones que precisa. Mi opinión al respecto de todas esas cuestiones será el contenido de este artículo.

Como ya conocen las personas que se acercan a mis escritos, tanto en Diario Progresista como en otros medios, he sido muy crítico tanto con la actual Ejecutiva como en el modo de hacer política de Alfredo Pérez Rubalcaba. Las decisiones necesarias en aras de la renovación se han tomado tarde, demasiado tarde, quizá, porque esta dimisión de Rubalcaba tendría que haberse hecho efectiva tras la derrota en 2011. El PSOE debería haber estado dirigido por otras personas. Sin embargo, no fue así y, quizá, en estas Elecciones Europeas se ha hecho efectivo el abandono de los ciudadanos hacia quien ha construido el Estado del Bienestar en este país. En una columna afirmé sin pudor que con Rubalcaba el PSOE podía ir del Gobierno al Grupo Mixto del Congreso en una legislatura. Podía ser exagerado, pero a ritmo de hostión nuestro partido puede sufrir una involución parecida a la del PASOK griego, donde ya es la tercera fuerza por debajo de Syriza y de la derecha.

El problema principal no era la persona de Alfredo Pérez Rubalcaba, quizá uno de los mejores políticos en activo que tenemos en este país. El problema se encontraba en el modo de interpretar la acción política. Alfredo es un hombre de Estado y, por eso, no era la figura adecuada para pilotar una nave con una fuerte vía de agua. En primer lugar, tenía pasado al ser una de las cabezas de los anteriores gobiernos socialistas. Este hecho provocaba que cientos de miles de ciudadanos le tomaran por cómplice de los dos últimos años de Zapatero y le responsabilizaran de las políticas erróneas implementadas por ese gobierno. En segundo lugar, su idea inicial de hacer una oposición responsable sin el ataque frontal hacia las medidas irresponsables tomadas por el gobierno ultraconservador de Rajoy hizo que otros cientos de miles hicieran al PSOE cómplice del ataque neoliberal. En los últimos meses hemos visto a otro Alfredo, tras utilizar una táctica de confrontación frontal con el gobierno. Alguna vez afirmé que teníamos a un Secretario General en el Congreso y a otro diferente en los actos de partido de los fines de semana. Me encantó el planteamiento en el Debate Sobre el Estado de la Nación. Así debió ser desde el principio de la Legislatura, porque era la actitud y la estrategia de diputados como Carmen Montón, la propia Soraya Rodríguez, Elena Valenciano, Patricia Hernández, por citar algunos, mientras el Jefe de la Oposición planteaba pactos de Estado. Los ciudadanos sólo ven lo que muestran los medios de comunicación, no las sesiones completas del Congreso y, por eso, lo que percibían de la oposición del PSOE por parte de Alfredo era una cierta connivencia con las leyes propuestas por la derecha, a pesar de que en el fondo no fuera así.

Elena Valenciano reconoció la misma noche del 25 de mayo que los resultados eran malos y que el PSOE había sufrido una derrota sin paliativos. Al día siguiente Alfredo presentaba su dimisión. Tal vez sea demasiado tarde, tal vez sea el momento adecuado tras ver cómo otras fuerzas de izquierda ya nos echan el aliento en el cogote, algunas de las cuales con menos de medio año de vida. A mi parecer esta decisión ha llegado demasiado tarde porque el sistema de oposición planteado en el principio de la legislatura. La renovación total del PSOE se tuvo que escenificar en el Congreso de Sevilla, con una persona a la que no pongo nombre, pero que no tuviera ningún pasado en el gobierno de Rodríguez Zapatero, que rejuveneciera la cara del partido y que fuera más afín a los ciudadanos y sus necesidades, alguien a quien nadie pudiera echar en cara los errores cometidos, ni siquiera a través de la herencia recibida que tanto utiliza el partido ultraconservador español.

Felipe González afirmó en el Congreso celebrado en 1976, el primero que se hacía en España tras la Guerra Civil y de la refundación de Suresnes, que había más socialismo fuera del partido que dentro de él. Estas palabras tienen su mérito en un entorno donde el PCE parecía ser el paradigma de la izquierda y el PSOE un simple adlátere. Estas palabras encerraban un mensaje claro: el socialismo debe ser el punto de partida de todas y cada una de las políticas, de todos y cada uno de los mensajes del partido. Salirse de esa línea es un suicidio. Precisamente ese fue el principal error en la primera etapa de gobierno de Felipe González con un viaje ideológico hacia el centro y, posteriormente, con la aplicación del pragmatismo de la Tercera Vía en los dos últimos años de Zapatero. Aquí comienzan los males. Aquí empieza ese distanciamiento de los votantes de izquierda, de nuestros votantes, de aquellos que nos pidieron y a los que, en ocasiones, abandonamos o no supimos escuchar. Tras la Conferencia Política de 2013 se envió un mensaje de retorno a las posiciones más socialistas. La consecuencia quedó resumida en dos palabras: Hemos vuelto. Sin embargo, parece que no ha sido suficiente ya que los ciudadanos, en general, no han captado y los votantes socialistas, en particular, no han percibido y se han marchado hacia otras opciones de izquierda. El éxito de Podemos está basado, en cierto modo, en votantes socialistas decepcionados.

Entonces, ¿cuál es la situación del PSOE tras estas Elecciones Europeas? ¿Qué habría que hacer tras la renuncia de Rubalcaba? A partir de ahora les daré mi opinión. Podrá gustar o podrá encabronar, pero es lo que pienso. Lo que está claro es que el PSOE está en medio de una nueva crisis interna. Sin embargo, a diferencia de las anteriores, esta es más grave debido a la desafección del propio votante socialista hacia el mensaje que se lanza desde el partido, un mensaje que cada vez va calando menos. Esta impermeabilidad viene dada por el estigma de las decisiones tomadas por una Ministra de Economía que bien podría ser la sustituta de Montoro o de De Guindos. La inacción de la última etapa del gobierno de Zapatero, el inicio de las políticas de austeridad y la reforma constitucional son un lastre del que el PSOE debe separarse. No es una traición, es un reconocimiento del error cometido. Cuando un partido gobierna, tiene que asumir sus errores, y renunciar al encubrimiento en aras de una presunta lealtad. Lo dijo Rubalcaba en la rueda de prensa donde anunció su renuncia a la Secretaría General. La situación es, quizá más crítica que en la crisis ocurrida tras el enfrentamiento entre el PSOE Histórico y los Renovadores de Felipe González en los congresos de Toulousse y Suresnes. Ahí el problema estaba en el desconocimiento de los españoles por la alta presencia del PCE como cabeza de la oposición al Régimen Franquista. La situación es más grave que en la crisis surgida tras la derrota electoral de Almunia en 2000. El PSOE precisa una renovación íntegra, y esa renovación debe comenzar con el Congreso Extraordinario de julio.

Hay quien habla de refundación del PSOE. Más bien lo que necesita es un remozamiento de arriba abajo sin perder las esencias fundamentales del socialismo, repito, del socialismo, que no de la socialdemocracia o del centro izquierda. El PSOE debe retomar la senda ideológica de lo que pide la gente, lo que exigen los ciudadanos a nuestro partido: políticas de izquierda. El abandono de votantes socialistas hacia opciones como IU o Podemos es un mensaje que debe calar en quienes tengan la capacidad de decidir. Los ciudadanos progresistas están hartos de medias tintas, están hartos del centro político, un centro que ocupan formaciones como UPyD.

La renovación debe empezar en el modo en que se elige al nuevo Secretario General. Desde que se anunció el Congreso Extraordinario las cuchilladas han comenzado a soltarse con toda la crueldad posible. Parecía como si muchos dirigentes estuvieran esperando a que pasaran las Elecciones Europeas para comenzar a lanzar navajazos. Se piden elecciones primarias abiertas. Sin embargo, ahora no es el momento para ello porque hay que distinguir claramente entre el Secretario General y el candidato a las Elecciones Generales. Puede ser el mismo, pero puede que no. Y esta segunda opción es la más idónea para que el PSOE recupere parte de su credibilidad. Pero vuelvo al proceso de renovación.

Rubalcaba tuvo que dimitir junto con toda la Ejecutiva y crear una Comisión Gestora para que dirigiera el partido hasta la celebración del Congreso de julio. Eso hubiera sido lo lógico porque el hecho de permanecer podría dar a entender que se pretende controlar la línea a seguir en dicho Congreso. En segundo lugar, habría que abrir un proceso de primarias entre los militantes del PSOE, no primarias abiertas. No es lo mismo la elección del Secretario General que la del candidato a la Presidencia del Gobierno. Aquellos que quieran postularse como candidatos deberían presentarse ante la totalidad de la militancia y no ante los delegados. De este modo se logra mantener la democracia interna escuchando a quienes defienden al partido en el día a día y serán éstos quienes tengan la responsabilidad en la elección y no el aparato. El Congreso ratificaría, no solo el resultado de dichas primarias sino las líneas estratégicas a seguir, tanto en la actividad parlamentaria como en las futuras convocatorias electorales. Finalmente, dicho Secretario General, elegido por todos los militantes abriría el proceso de primarias abiertas para la candidatura a la Moncloa, donde los candidatos no tienen por qué coincidir con aquellos a quienes la militancia designara como cabeza del partido.

A mi parecer, este hecho tiene una importancia plena. ¿Por qué se le tiene tanto miedo a la bicefalia? ¿Por qué, suponiendo que el PSOE ganara las elecciones, no puede haber un Secretario General y una Ejecutiva diferente a quien esté al frente del gobierno? Tal vez fuera lo más sano porque el propio partido sería el principal fiscal a la actividad gubernativa y evitar desviaciones como las ocurridas con Zapatero en los dos últimos años de legislatura.

Finalmente, es importante ver el quién debe dirigir la nave socialista tras los constantes revolcones que los ciudadanos nos han pegado. No daré nombres, pero sí que son importantes algunos aspectos que dicha persona debería cumplir. En primer lugar, es necesaria una persona joven, una persona que no haya vivido la Transición ni sea nostálgica de lo que ocurrió hace casi 40 años. La política y la sociedad ha cambiado y el modo de interpretar el progresismo es muy diferente. Es necesaria esa renovación de la sangre socialista. En segundo lugar, es casi obligatorio que dicha persona no esté contaminada por las acciones de gobierno de Felipe González o de José Luis Rodríguez Zapatero. En tercer lugar, una persona con un mensaje de izquierdas, que transmita progresismo y que sepa enganchar la realidad con el mensaje, que tenga la audacia de afirmar cómo va a llevar a cabo la otra forma de política que los socialistas hemos plasmado en la campaña de Elena Valenciano pero que no ha sido aceptada por los ciudadanos. El PSOE ha salido de sus cenizas en el momento en que ha tomado el mando una persona joven, con un mensaje claro, progresista y claramente de izquierdas. Lo hizo Felipe González. Lo hizo Zapatero. Ambos eran jóvenes y alcanzaron el poder al devolver la ilusión a los votantes socialistas. El PSOE se ha hundido cuando se ha querido una continuidad: Almunia o Rubalcaba.

Hay que renovarse si queremos sobrevivir, porque si no nos damos cuenta de esto es posible que se cumpla lo que advertí: nos podemos quedar como una fuerza política residual, porque nuestros votantes se irán hacia los partidos neo-comunistas. En Grecia está ocurriendo con el PASOK. En España no lo vamos a permitir.  

PSOE, por el cambio: qué, cómo, cuándo, quién, por qué