martes. 16.04.2024

Es la hora de la consulta y la ejecutiva no se da cuenta

La reacción de los partidos políticos a la abdicación de Juan Carlos de Borbón y Borbón ha sido la previsible...

Juan Carlos de Borbón y Borbón ha tomado la decisión de transmitir la Jefatura del Reino de España a su hijo Felipe de Borbón y Grecia. Como pueden comprobar se trata de un verdadero ejercicio democrático, valga la ironía. Esta decisión del Jefe del Estado es todo lo contrario a lo que debe ser una democracia, sobre todo porque el origen de la actual Monarquía española se halla en el dedo de Francisco Franco Bahamonde. El sistema utilizado es el mismo que en la Ley de Sucesión de 1947 por el que se designaba a Juan Carlos como heredero del Franquismo. Para entender la verdadera situación democrática de la Jefatura del Estado basta con recordar la falta de legitimidad democrática de dicha institución ya que los españoles no han sido consultados cómo quieren que sea su modelo de Estado. Los monárquicos afirman que el Rey se ganó dicha legitimidad con el Referéndum de 1978 en el que los ciudadanos dieron su apoyo a la Constitución Española, donde se imponía dicho modelo de Estado. En aquellos años finales de la Transición la situación sociopolítica era muy diferente y, que yo sepa, a los españoles se les pidió la aprobación del conjunto de la Carta Magna, donde se les otorgaba derechos que el franquismo les quitó. En medio de esos derechos se les imponía un modo de Jefatura del Estado, la cual no tenía ningún tipo de responsabilidad sobre la realidad, es decir, que los españoles tuvieron que elegir entre la imposición de la Monarquía para no renunciar a derechos y libertades civiles o la no confirmación de la democracia. A los españoles se les consultó entre un régimen democrático con monarca o un tiempo incierto sin él. Por tanto, el voto favorable de los ciudadanos no refrendaba a la Monarquía sino a la democracia. Por eso, la institución que ocupa la Jefatura del Estado tiene exactamente la misma legitimidad democrática que la que tenía Franco: ninguna. Eran otros tiempos.

La España que se estaba construyendo tras la caída de la Dictadura con las reformas del gobierno Suárez y con el proceso constituyente posterior a las Elecciones Generales de 1977, las primeras desde febrero de 1936, es muy diferente a la actual, a la España que es resultado de 39 años de régimen democrático. La sociedad es mucho más madura desde un punto de vista político, a pesar de que se produzcan irregularidades o ciertas formaciones políticas lleguen al poder gracias a fraudes electorales. Sin embargo, la ciudadanía aún no ha sido consultada sobre la Jefatura del Estado. La abdicación de Juan Carlos de Borbón reabre ese debate. Los ciudadanos queremos que se nos consulte si deseamos seguir con una institución inútil desde un punto de vista de la resolución de los problemas reales o estamos dispuestos a avalar un cambio hacia una república democrática. En 1978 a los españoles se nos dio a elegir entre democracia u otra cosa, no se nos puso encima de la mesa la elección del modelo de Jefatura de Estado. Lo que se legitimó en 1978 fue el régimen democrático no la fórmula del Jefe del Estado por mucho que los defensores de la Monarquía quieren vender. Era otra época y era necesario reafirmar el proceso de transición a la democracia. Tampoco era el tiempo en el que se debía discutir entre Monarquía o República. La amenaza de los residuos del franquismo era real. Esos residuos tenían mucho poder, sobre todo, el poder de las armas en el Ejército. El miedo a un nuevo enfrentamiento entre españoles estaba a la orden del día. Muchas veces el proceso se tambaleó por la amenaza del ruido de sables en los cuarteles. Un ejemplo lo tuvimos en el día en que se legalizó el PCE.

Era el tiempo en que había que decidir entre democracia o dictadura. Sin embargo, han pasado casi 40 años. España sigue teniendo como Jefe de Estado al heredero de Franco y se sigue manteniendo la voluntad del Caudillo con la línea sucesoria. Es la hora de que a los españoles se les consulte. Es la hora en que los ciudadanos tienen que decidir lo que quieren, el modelo de Estado que quieren.

La reacción de los partidos políticos a la abdicación de Juan Carlos de Borbón y Borbón ha sido la previsible. El Partido Popular ha elogiado la figura del monarca y ha apostado por la continuidad del sistema. Es lo lógico en un partido conservador heredero del franquismo porque la pervivencia de la Monarquía es, en cierto modo, la pervivencia de la voluntad de Franco. Los partidos, formaciones y movimientos sociales de izquierda también han reaccionado como se esperaba: pidiendo el Referéndum para que los españoles puedan decidir si quieren continuar con la Monarquía o cambiar a una República democrática. Otros partidos que se basan en el populismo o en la ideología fácil de la veleta también han apoyado la continuidad del sistema actual. Sin embargo, lo que es desconcertante y muy doloroso es la actitud del Partido Socialista Obrero Español.

En el PSOE se nos llena la boca al afirmar que somos un partido republicano, o de raíces republicanas. En el PSOE nos enorgullecemos año tras año al homenajear a nuestros militantes que dieron la vida o fueron represaliados por el franquismo. Sin embargo, cuando ha llegado el momento en el que dar el paso al frente, en el que liderar el sentir mayoritario tanto de la gente de izquierdas como de la militancia, nos agarramos a excusas vagas para defender lo mismo que defiende el Partido Popular: la continuidad de la Monarquía. El PSOE es un partido republicano, lo repito a ver si alguien de la Ejecutiva lee este artículo. El argumento del mantenimiento del consenso constitucional es una falacia ya que no es excluyente de preguntar a los ciudadanos cómo quieren que sea el modelo de Estado. Ya no hay dicotomía entre democracia y dictadura. Ya no hay amenazas en los cuarteles. ¿Por qué desde las altas instancias del PSOE se pretende mantener el Statu Quo del 78? Somos muchos los socialistas que nos hemos sentidos traicionados y decepcionados tras este nuevo paso. ¿Qué problema hay en que Alfredo Pérez Rubalcaba se hubiera posicionado dentro de la tradición del partido? Ninguno. Hubiera sido un recuperar el aliento de la militancia y de la masa de votantes que aún se sienten socialistas, de aquellos que aún siguen fieles. El PSOE está en un proceso de renovación tras los constantes fracasos provocados por alejarnos de los principios del partido. Esta actitud conservadora de apoyo a la continuidad de la Jefatura del Estado aleja al PSOE de sus orígenes, de sus principios.

No se es menos partido de gobierno por apoyar una reivindicación que parte desde una mayoría de la propia militancia. Aquellos que defienden la postura de la  Ejecutiva de apoyo a la Monarquía afirman que sí, que el PSOE es un partido de espíritu republicano, pero que no puede ser causante de la ruptura del consenso constitucional. Es una excusa con muy poco peso político. Es la mala excusa de aquel a quien su cónyuge le acaba de pillar en pleno acto adúltero, el clásico «no es lo que parece, cariño». Hay otra corriente de defensores de la Monarquía que afirman, sin rubor alguno, que el PSOE defiende el consenso constitucional como un modo de defensa del sistema democrático. ¿Acaso es antidemocrático que los ciudadanos den su opinión en las urnas? Apoyar desde el Partido Socialista la celebración de la consulta es, más bien, la culminación de ese consenso porque a los españoles no se les ha preguntado jamás por el modelo de Jefatura del Estado, se le ha impuesto el mismo que diseñó Francisco Franco en la Ley de Sucesión de 1947.

La coronación de Felipe VI se está preparando por la vía de urgencia para que el proceso dure lo menos posible. Se aprobará una Ley Orgánica de Sucesión que deberá ser refrendada por el Parlamento. Sólo espero que la coherencia de los diputados socialistas rompa la disciplina de voto impuesta desde la Ejecutiva, será lo bueno para la democracia y será lo mejor para el partido. 

Es la hora de la consulta y la ejecutiva no se da cuenta