viernes. 29.03.2024

Moda y elegancia en política

Hace unos días leí una entrevista a Daniel Innerarity en la que decía que la política se ha impregnado de la lógica de la moda.

Todavía recuerdo la cara de sorpresa de la que hoy es mi mujer cuando, allá por 1982, me paré a mirar el escaparate de una tienda de moda de la calle Larios. “¿Qué miras?”, me preguntó sin terminar de creerse lo que estaba viendo, es decir, a mí mirando aquellas prendas de vestir. Pero eso era sólo el comienzo, porque estaba decidido a impresionarla de verdad. Así que con cierta prudencia, no fuera a ser, le conté algunas de las cosas que mi admirado profesor Ángel de Lucas nos había enseñado en la asignatura de Sociología del Consumo para interpretar la moda a partir de la lingüística, el psicoanálisis y el marxismo. Los sociólogos empezaron a entender la moda cuando se dieron cuenta de que no respondía a la necesidad de vestirse, sino a la de comunicarse. No es el valor de uso sino el valor de cambio, lo que importa, dicho en términos marxistas. O en la jerga de los lingüistas, no se trata del significado, sino del significante. Mira por dónde, mis lecturas de la Economía política del signo de Jean Baudrillard o de laTeoría de la clase ociosa, de Veblen, tuvieron su recompensa antes del examen final.

En aquella asignatura aprendí que la moda es un asunto muy serio en muchos sentidos, y también de su carácter efímero y gregario. La moda es, en estadística, el dato que más se repite, el más frecuente. Lo mismo que a la hora de vestirse. Muchas modas se han sucedido desde aquellos años de estudiante hasta ahora, y también han cambiado algunas de sus lógicas, entonces la moda tenía que ver más con la clase, con el afán de ascender de estatus social, y ahora tiene que ver más con la identificación con nuestra tribu, también con el deseo de expresión de la propia identidad más profunda, que ya no es la piel, como decía Paul Valery, sino lo que llevamos puesto encima de ella. El capitalismo de producción nos ofrecía la libertad de comprar un coche siempre que fuera un Ford T, de color negro. El capitalismo de consumo nos da la libertad de elegir los complementos del coche y el color para expresar nuestra verdadera identidad. Y muchos lo consiguen.

Hace unos días leí una entrevista a Daniel Innerarity en la que decía que la política se ha impregnado de la lógica de la moda. Conste que siempre me ha parecido uno de nuestros más brillantes pensadores, pero desde que me ha dedicado su espléndido libro La política en tiempos de indignación, lo encuentro, no sé, hasta más guapo. Y lo cierto es que a Daniel no le falta razón, las ideas y los partidos van y vienen, para ser consumidos masivamente y luego abandonados como si fueran pantalones de campana o corbatas anchas. Ayer apostamos por las primarias, hoy por las listas en plancha y mañana por un líder fuerte, ayer Podemos era el último grito y hoy lo es Ciudadanos. Mañana volveremos a comenzar. No sé si todo eso tiene un valor de uso o un significado concreto, pero da bastante conversación.

Para ir a la moda basta con dejarse llevar, también en política. Elegancia viene de elegir, de no dejarse llevar, de apostar por tu propia mirada, también en política.

Moda y elegancia en política