miércoles. 24.04.2024

Mi 9N

Los poderes del Estado español deberían tomar buena nota y comenzar a hablar en lenguaje político para normalizar las cosas.

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Algunos han llegado al paroxismo de equiparar este proceso participativo con las algaradas nazis

Amaneció en Barcelona el 9-N pero el sol no quería terminar de salir, y al final se ocultó entre las nubes, presagiando un día de estos de otoño. Un otoño que parecía que no llegaba, pero que al final hizo acto de presencia. Como las urnas que estaban en los colegios y que parecía que no iban a aparecer, secuestradas por algún juez de alguna audiencia, a instancias de estos “demócratas de toda la vida”, a los que les molestan todas las urnas que ellos no ponen. Curiosamente, creo que los abuelos de algunos de éstos también se sintieron sumamente ofendidos en aquel sábado, llamado de gloria por ser Semana Santa, pero que en realidad mostraba la gloria de poder ondear en plena calle las banderas rojas con hoces y martillos, después de décadas de persecuciones.

Recuerdo que en aquellos tiempos, unos meses antes, la dirección del PSUC decidió la “salida a la superficie”, y realizó, poco antes de la muerte del Dictador un acto de presentación del ilegal y perseguido PSUC en la Facultad de Medicina de la Autónoma, una mañana de Noviembre de 1975. Un acto ilegal entonces, pero legítimo. Es decir, la democracia no es el imperio de la ley, es el libre ejercicio de las Derechos y Libertades reconocidos en la Declaración Universal de 1947, en la que deberían basarse todas las Constituciones.

El 9-N, por lo tanto iba a una actividad, ilegal para algunos, pero profundamente legítima, que era dar mi opinión sobre el tipo de relación que deseo con el estado español en el actual contexto sociopolítico. Mi sra. y yo desayunamos como siempre, yo leyendo la sección de deportes de uno de los diarios, costatando que mi Barça jugó un partido de pena pero ganó gracias al acierto de un uruguayo, que nos permite seguir en la pelea por el título de Liga. Al terminar, allá sobre las 11 h., cogimos las papeletas de la Mesa donde nos tocaba y nos fuimos en dirección al IES Fort Pius, que toma este nombre de mi barrio, Fort Pienc en el distrito de l’Eixample de Barcelona, un barrio de asalariados y capas medias hace unos años, porque ahora los valores de las viviendas se han puesto inalcanzables para la inmensa mayoría.

Cuando llegamos, había una cola grande que en principio nos asustó. Pensábamos que íbamos a estar horas, pero la espera se redujo bastante, gracias al trabajo de los voluntarios que facilitaron mucho las cosas. El proceso se ralentizaba porque antes había que registrarse con el DNI en una base de datos que impedía, al ingresar en él, que votases dos veces. Muchas personas mayores no pudieron votar porque se exigía la letra del NIF, y en algunas ocasiones debieron volver sobre sus pasos para comprobar cuál era su letra. Después de ingresar los datos, se apuntaba a mano éstos en un listado junto a la firma personal, que era comprobada y una vez realizados estos trámites, al fin pudimos depositar nuestro voto en la urna, en mi caso la 3061 U.

La gente estaba normal, tranquila, quizá más sonriente que en un día de elecciones “normales”. Sería la satisfacción de poder, al fin, opinar sobre algo muy serio para el pueblo de Catalunya, sería para darles en las narices a los nacionalistas españoles del PP, de Ciudadanos, de UPyD, a los de la caverna mediática o central lechera, para mandarles una sonada “botifarra de pagés” a la caterva de jueces y magistrados prevaricadores, que desde su TC se creen en el derecho de modificar cuestiones refrendadas por el pueblo de Catalunya. Me refiero al nuevo Estatuto, redactado en tiempos de la presidencia de Maragall, “sepillado” por peperos y guerristas y recortado por los togados, con el aplauso de la derecha franquista, de la izquierda tontaina y con la ausencia clamorosa de otras izquierdas, que estaban ausentes y durmientes.

Esta sonrisa, cómplice en la inmensa mayoría se desataba ya fuera de los colegios, en las mesas de recogida de firmas para denunciar la actitud del estado español ante organismos internacionales. Desde el “ya está bien”, pasando por el “se van a enterar” hasta expresiones algo irreproducibles, pero que salían para atenuar la presión. Porque la gente a pesar de la sonrisa, se sentía presionada, asfixiada por el bombardeo proviniente en muchos casos de grandes medios de comunicación y en otros por las declaraciones guerracivilistas de eximios dirigentes del PP. Algunos llegaron al paroxismo de equiparar este proceso participativo con las algaradas nazis, cuestión que sólo puede hacer alguien que, o bien haya enfermado severamente del cerebro o alguien que no sepa de qué diablos habla…o ambas cosas.

Más de 2.300.000 personas decidieron y pudieron participar en esta movilización sin precedentes, cifra muy importante pero que no es más que eso: una indicación. Una indicación de la que los poderes del estado español deberían tomar buena nota y comenzar a hablar en lenguaje político, única manera de normalizar las cosas y que, además podria permitir al Govern de la Generalitat de ocuparse de temas importantísimos que son obligación, que no se están atendiendo como corresponde y que no admiten dilaciones: poner fin a los desahucios, a los recortes, asegurar sanidad y enseñanza pública y de calidad, atender las pagas extras de los trabajadores públicos y otras prioridades para las clases populares. Tengo que proclamar que nuestros sindicatos han sabido estar a la altura, llamando a la participación en esta gran movilización del pueblo de Catalunya, formando parte del llamado “Pacte nacional pel Dret a Decidir”.

Soy pesimista en razones pero optimista en voluntades, seguro que seremos capaces (no sé en cuanto tiempo) de resolver cosas urgentes porque en peores circunstancias nos hemos visto. Y dejo para el final mi sentido de voto, que fue sí+sí, tan legítimo como el sí+no, o también como el no. En mi caso, después del hartazgo de prohibiciones, amenazas y broncas por parte del estado español y del nacionalismo representado por el PP, Ciudadanos, UPyD, por parte de TVE, Tele 5, La Sexta, La Cuatro, Antena 3, la TDT Party, La Razón, ABC, El Mundo, El País, Cinco Días, Expansión y otros, del Tribunal Constitucional, la Fiscalía…después de ver cómo se comporta el PSOE y de ver cómo se ausentan algunas de “mis” izquierdas, con el ánimo de que algunos puentes se puedan reconstruir si es posible, pero con la determinación de que los problemas de Catalunya los resolvemos en Catalunya, ésta es hoy mi opinión y mi decisión, que no tiene nada que ver con divisiones entre trabajadores ni nada por el estilo, porque el valor del internacionalismo se demuestra justamente devolviendo la soberanía a quien la debe ejercer. Entre pueblos libres podemos construir futuros comunes. Algún dia votaremos de verdad y podremos decidir nuestro futuro como pueblo y nuestras relaciones con otros pueblos, naciones y estados.

Mi 9N