jueves. 18.04.2024

Esperanza Aguirre no debe ser alcaldesa

La señora Aguirre, como su correligionario Berlusconi, acostumbra a soltar disparates o mentiras de las que después se disculpa.

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El modo de entender la gestión de la cosa pública que tiene Aguirre está orientado al medro privado de la clase social a la que pertenece y cuyos intereses cuida

La arrogancia es una de las señas de identidad la derecha española, de eso hay pocas dudas, pero en no pocos casos la arrogancia está proporcionalmente acompañada de la ignorancia. Tanto más ignorante cuanto más arrogante. La señora condesa consorte de Bornos, la sra. Aguirre, ha dado sobradas muestras a lo largo de su dilatada carrera política de esto último. Otra característica de la derecha española, que adorna de forma excelsa a la candidata a la alcaldía de Madrid por el PP, es no reconocer límites en la acción política, los límites solo valen para los demás, no para ellos.

La democracia implica, entre otras muchas cosas, aceptar la existencia de límites en el comportamiento de las personas en lo social, lo político y lo económico. Algunos de esos límites están fijados por la ley, pero otros, tal vez los más importantes para la vida cotidiana, derivan de la convicción de que hay que seguir una conducta respetuosa con los valores de libertad, justicia, pluralismo político y, sobre todo, igualdad, si se quiere vivir en una sociedad democrática o simplemente en una sociedad decente. Lo que puede traducirse por respeto a cada uno y al común de los ciudadanos tomados en pié de igualdad. Ciertas cosas no se deben hacer aunque la voluntad por alcanzar un objetivo sea muy fuerte. La razón, transida por el bien, debe regir la conducta.

La sra. Aguirre, como su correligionario Berlusconi del que sin duda ha aprendido, de manera en apariencia espontánea acostumbra a soltar disparates o mentiras de las que, en ocasiones, después, también en apariencia, se disculpa, aunque siempre se justifica. En realidad no se disculpa porque todo es un montaje muy bien preparado para que su bulo o su insidia se ponga en circulación con la servil complicidad de los medios y, de paso, trata de ofrecer la imagen de una persona corriente al igualarse de modo calculado con lo más zafio de los potenciales votantes. Para ella no hay límites. Los que impone la ley se los salta cuando le conviene. Su carrera está llena de ejemplos como el oscuro transfuguismo de votos del Tamayazo; las donaciones de empresarios (alguno en la cárcel como Díaz Ferrán) para sus campañas a través, entre otros medios conocidos, de la fundación FUNDESCAN; los troceamientos de los contratos para que al no superar determinada cantidad evitar que salieran a concurso y poder proceder a la adjudicación directa, lo que permitió a su Gobierno regional contratar masivamente con la trama Gürtel; o aparcar en zona prohibida y darse a fuga de los vigilantes, de los que será su superiora si sale elegida alcaldesa. Sobre los límites que se derivan de la ética social no da muchas muestras de conocerlos, pues parece no obedecer a otra ética que no sea su ambición de poder. Su feroz autoritarismo la ha llevado a banalizar los asesinatos de los abogados de Atocha a los que degrada por comunistas. Es como volver a asesinarlos. Por cierto que enero de 1977 esta señora ya era más que adulta y no parece que en aquel año ni en los anteriores hiciera nada para traer la libertad a España. Se ve que con el dictador vivía muy plácidamente.

El modo de entender la gestión de la cosa pública que tiene Aguirre está orientado al medro privado de la clase social a la que pertenece y cuyos intereses cuida. Ensalza a los “emprendedores” frente a la supuesta ineficiencia de los funcionarios, pero ella misma es funcionaria como Técnica de Información yTurismo, un cuerpo hoy extinguido que era equivalente al de Técnicos de la Administración Civil del Estado. Con las muestras que ha dado de enciclopédica ignorancia, para no pensar mal del tribunal que la aprobó en las oposiciones, hay que creer que tuvo un milagroso arrebato de lucidez el día del examen, por cierto que por aquel entonces un tío suyo era Director General en el Ministerio del que dependían los asuntos del turismo y apenas incorporada al cuerpo quedó adscrita por un tiempo a su gabinete. En sus años en el Gobierno regional ha gastado dinero público a manos llenas en pura propaganda,  en muchos casos a través de empresas de la Gürtel. Un número importante de sus colaboradores ahora están encausados por corrupción. Ella dice ser ajena a esas tramas corruptas de las que nada vio ni sospechó durante años, pues bien, o lo sabía y lo consentía, en cuyo caso sería cómplice, o no lo sabía, en cuyo caso es una gestora de lo público absolutamente incompetente.

Ha hecho gala de actuar sin vergüenza en pos de sus ideas, por eso no ha dudado en demoler la educación y la salud de los madrileños para entregarlas al lucro privado. En efecto, anunció en el Hotel Ritz ante un selecto grupo de empresarios que la salud de los ciudadanos iba ser puesta en el tráfico mercantil y de ese modo abriría para ellos “una oportunidad de negocio”. También ha dicho estar orgullosa de ser una aristócrata, y en eso hay que reconocer que es coherente con su actuación política que está siempre dirigida a incentivar la libertad del dinero lo que de modo inevitable trae un aumento de las desigualdades y abre una gran distancia entre la oligarquía y la mayoría de la población. Con ella cobra todo sentido la definición de distancia que hace Ambrose Bierce como “lo único que los ricos están dispuestos a que los pobres consideren suyo, y a que la guarden”.

La actuación que la candidata Aguirre ha tenido con su competidora Manuela Carmena al ver que la está haciendo sombra ha mostrado su catadura. Siempre basándose en otras fuentes ha propalado mentiras y falsedades sobre ella. La respuesta de Manuela Carmena ha servido para que los electores aprecien su altura moral frente a la de Aguirre.

El juicio sobre lo buena o mala persona que sea la candidata Aguirre es asunto de cada cual, pero lo que parece claro es que nadie que comparta los valores democráticos puede colaborar por acción u omisión para que esta señora sea alcaldesa de Madrid.

Esperanza Aguirre no debe ser alcaldesa