sábado. 20.04.2024

Confluencia y pactos

Si en política 10 meses siempre han sido una era geológica, este año electoral pueden ser una eternidad...

2015 será un año intenso y largo en términos electorales. Si en política 10 meses siempre han sido una era geológica, con el vertiginoso ritmo que imponen los tiempos digitales, este año pueden ser una eternidad.

No creo que nadie esté en condiciones de hacer predicciones con garantías de acierto, excepto, claro, los que viven de hacerlas y tienen la costumbre de no evaluarlas. Es sorprendente la facilidad con que hemos olvidado la escasa fiabilidad de las encuestas previas al 25 de noviembre de 2012. Por no acertar, no fueron acertar ni la dirección que tomarían los resultados.

Todo apunta a una gran volatilidad del escenario político ya que las tendencias que hoy parecen consolidadas no lo serán tanto.

Tengo la intuición de que las elecciones autonómicas en Andalucía lo pondrán de manifiesto, pero tampoco está claro que de su resultado se pueda sacar una conclusión ni siquiera una tendencia válida para todo el ciclo electoral.

Dentro de esta dificultad para averiguar lo que pasará hay algunos factores que sí se puede afirmar, sin ser demasiado imprudente, que están garantizados: la presencia de muchas más fuerzas políticas en los ayuntamientos, Parlamentos de comunidades autónomas y el Parlamento español. Y, en consecuencia, una mayor dificultad para configurar mayorías de gobierno.

La cosa parece muy evidente en las elecciones generales, donde son determinantes las provincias en que se eligen entre 3 y 5 diputados y sólo entran en el reparto dos partidos, ahora tal vez tres. Esta tendencia es generalizable a todas las CCAA, especialmente en aquéllas, como Asturias, Murcia o Castilla la Mancha, en la que se han aprobado leyes electorales tendentes a consolidar el bipartidismo e impedir la entrada de terceras fuerzas. También en los ayuntamientos de las grandes ciudades e incluso en algunas de medias.

Si es así, sería bueno que todas las fuerzas, movimientos y plataformas que configuran el disperso mundo de la izquierda transformadora tuvieran clara una cosa: es imposible construir alternativas políticas a la derecha, se llame PP o CiU, sin entender la necesidad de confluencias preelectorales y pactos poselectorales.

Avanzar por este camino requiere, al menos, tres premisas: entender que las organizaciones políticas no son un fin en sí mismo sino un medio para intentar desde las instituciones contribuir a la lucha de la sociedad para transformar la realidad. Asumir que sin confluencia no existe ninguna posibilidad ni siquiera de intentarlo. Y aceptar que en política, como en la vida, pactar no es una traición sino una condición imprescindible para avanzar en tus objetivos.

Esta es la reflexión política que ha llevado a configurar una candidatura de confluencia en Barcelona y otros municipios catalanes.

Sinceramente, no creo que se pueda entender, salvo que se dé una explicación convincente que hasta ahora no se ha dado, por qué lo que es positivo para Barcelona no lo es para las elecciones catalanas o españolas.

Los ciudadanos harían bien en exigirnos a todas las fuerzas políticas claridad en este sentido.

Las personas que quieran utilizar su voto sólo para meterle una patada en el mostrador o darle una alegría al cuerpo no es necesario que se preocupen de estos factores.

Los ciudadanos que quieren recuperar la soberanía política para la ciudadanía. Los que quieran darle una oportunidad a las políticas de reversión de la reforma laboral de PP-CIU, los desahucios, a la lucha contra la pobreza energética, a la atención a la dependencia, a la recuperación de la universalidad de la sanidad pública, en un sistema educativo que garantice la igualdad y todo aquello por lo que han estado luchando en las calles durante estos años, harían bien en exigir a las fuerzas políticas un compromiso claro en favor de la confluencia preelectoral y los pactos poselectorales.

Si con confluencia y pactos estos objetivos de políticas alternativas son ya difíciles de alcanzar en un mundo donde los mercados de capitales ejercen un gran poder político de facto, sin apostar por la confluencia y los pactos no tienen ninguna oportunidad ni de plantearse. Y quien diga lo contrario miente a los ciudadanos o se engaña a sí mismo.

Los ciudadanos también tienen responsabilidades y la más importante es no dar credibilidad a aquellos que, en un panorama político tan disperso y desmenuzado, explican que ellos solos se bastan y se sobran para lograr esta ruptura con las políticas dominantes hasta ahora.

Es hora de que cada uno asuma su cuota de responsabilidad.

Confluencia y pactos