viernes. 29.03.2024

Tiempos de mediocridad

Los políticos con cierta experiencia saben que la inteligente gestión y la moderada reflexión venden poco; sí venden, en cambio, y mucho se aplauden las políticas extremas, demagógicas y populistas y los mítines exaltados

Con su agudeza crítica afirmaba Nietzsche: “Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”. De ahí que resulte extraño que un joven político, muy leído, dotado para “la fácil palabra y el exaltado grito mitinero”, que busca el aplauso fácil y al que se le calienta la boca; que todavía no conoce qué significa el compromiso institucional; en absoluto autocrítico y siempre enfadado con todos a los que llama “la casta”, pero nunca con los suyos, a los que llama “la gente”, como es Pablo Iglesias, en uno de sus críticos “tuits”, advirtiendo -casi amenazando- al PSOE: (¡a ver qué es lo que vota en la próxima e inmerecida sesión de investidura del “indolente Rajoy”!), se atreva a decir que “sólo los mediocres piensan que la historia se inició con ellos”. Da la sensación de que con la frase pretendía dibujar su perfil. Si la memoria no falla, son reiteradas las veces que el líder de Podemos ha subrayado que “la democracia del 78 estaba liquidada y que era necesario un cambio y una nueva transición”. Con el más sencillo silogismo aristotélico, si la historia de la primera transición está acabada y piensa que con él y sus “podemitas” se inicia una nueva historia, la conclusión es de pura lógica: él mismo se califica de mediocre… Y con los “mediocres” es evidente que ni se facilita el cambio ni se construye un futuro sólido de país.

Una letrilla de las chirigotas de los carnavales de Cádiz, a los que Iglesias ha acudido alguna vez identificándose con su sentir popular, reza así: “Guarda esto en tu memoria: / los mediocres sólo pueden / conseguir algo de gloria / viendo hundirse a los demás”. Teniendo en cuenta las declaraciones de algunos líderes de Podemos y del propio Iglesias ante el hundimiento actual del PSOE, autoproclamándose ya legítimos portavoces de la oposición en el Parlamento, se sienten felices en un futuro de gloria, “asaltando los cielos”, al acariciar el deseado “sorpasso”. No han sido pocos los intentos del líder de la formación morada por conseguir un acuerdo o pacto de gobierno con el PSOE, con el argumento de que las cifras sí daban; ignoro cómo; ellos que rechazaban cualquier “sopa de letras” (Errejón dixit) pretendían no ya una sopa de letras sino la cuadratura del círculo o la unión de “contrarios”, y encima, poniendo condiciones (líneas rojas) inasumibles, pretendiendo situarse en un pacto de gobierno “en actitud de atrapalotodo”, como el personaje del león en la fábula de Esopo (“el león, la zorra y el asno”): “todo para mí -¡quién me lo puede discutir!- porque soy el más fuerte”.

Pasado el verano, tiempo en el que Podemos estuvo fuera del foco político y su presencia apenas se hizo notar, en el panorama político actual, con el rumor constante de una brecha interna en sus filas y con la vista puesta una parte en el PSOE y la otra en la cercana sesión de investidura de Rajoy, algunos de sus líderes se han despertado de su letargo, jugando tácticamente ante las nuevas oportunidades. El secretario general de Podemos, recobrando la lucidez que había perdido, según afirmaba en El Escorial y viendo cómo la sombra de unas terceras elecciones parece difuminarse, intenta situarse de nuevo abordando los principales temas que configuran la actualidad; pero, a su vez, desmemoriado y sin autocrítica alguna de lo que pudiera haber hecho mal, pretende quitarse toda responsabilidad de que Rajoy pueda ser investido en pocos días como presidente. Y como mal perdedor -mejor, como mediocre político-, responsabiliza de esta situación al PSOE en general y a Pedro Sánchez en particular, con quienes, si era fiable su pretensión, quería en un principio llegar a un acuerdo de gobierno. Y aunque él y los suyos -“erre que erre”-: las Bescansas, los Monederos, los Echeniques, las Monteros, los Errejones…, quieran negarlo (“Tristes tiempos aquellos en los que hay que demostrar lo evidente”, afirmaba Dürrenmatt), en sus manos estuvo que a un mal menor, Pedro Sánchez como presidente, con un reiterado NO, le suceda un mal mucho mayor: Rajoy de presidente con el partido popular en el gobierno durante otros cuatro años. ¿Qué pretendía Podemos, contagiado de la enfermedad infantil del izquierdismo, como señalaba Lenin? Este error, en opinión de muchos ciudadanos de izquierdas, marcará a Podemos y al propio Iglesias durante mucho tiempo: permitir que gobierne el PP cuando tenía en su mano, sin su protagonismo soberbio y enfermizo, una opción distinta, no la mejor pero sí mejor que la que ellos con su NO han posibilitado.

Hace días, con motivo del 5º aniversarios del alto el fuego de ETA Arnaldo Otegi declaraba que “no habían sido conscientes del daño que hacían a la sociedad vasca ni del nivel e intensidad de dolor que provocaba el terrorismo de ETA”. “Es posible -sentenciaba- que viviéramos en un mundo paralelo” ¿Realmente no fueron conscientes, no supieron medir el dolor que estaban produciendo? Los políticos inconscientes y responsables de tales desaciertos, están deslegitimados moralmente a pretender gestionar la sociedad, pues no saben ni medir ni leer las consecuencias de sus actos. El razonamiento vale igualmente para Iglesias y Podemos: ¿acaso no eran conscientes, no llegaron a medir cuando decidieron votar NO a la investidura de Sánchez que lo que estaban haciendo era posibilitar de nuevo la presidencia a Rajoy? ¿Por qué no extrajeron entonces, ni asumieron después, las consecuencias lógicas de ese planteamiento? Al señor Iglesia habría que recordarle lo que uno de los personajes de los cuentos de E.T.A. Hoffmann, el consejero Krespel, decía: “hay personas a quienes la naturaleza ha desprovisto de la cubierta bajo la cual escondemos nuestra propia locura”.

Y sin embargo, con un cinismo soberbio y argumentos mediocres, se ha escuchado en estos últimos días decir al secretario general de podemos (y “a muchos de los suyos”, como dice el Cantar del mío Cid), frases como estas: “Siempre quedará sobre sus conciencias que el PSOE se abstuvo para que gobernara Rajoy”… “Quien entrega el poder al PP y hace presidente a Rajoy no se puede disfrazar luego de izquierdas. Esto es algo histórico, es un cambio de época. Y eso tiene una consecuencia determinante que es darle mucho poder al Gobierno". Y si cínicas son las frases, no menos cínico es que, quien con “argumentos pontificales” anunciase la muerte de esa división clásica entre derechas e izquierdas, de nuevo, cuando le conviene, hable de “izquierdas”. Es un político mediocre quien vive de justificaciones y excusas, siempre buscando culpables pero sin preguntarse jamás en qué fallé; y, cuando se lo pregunta, nunca encuentra respuesta.

Afirmaba Iglesias hace días que “a la gente le gusta que le digan la verdad”. Pues he aquí alguna: no se puede negar lo evidente y lo evidente es que de “Podemos”, ese partido que ellos llaman “de la gente”, que se definen como una fuerza popular, democrática, feminista y plurinacional (como si la mayoría de los demás partidos, exceptuado el partido popular, no lo fuesen) se ha “apoderado” en exclusiva un grupo de políticos emergentes, casi todos de extracción universitaria, muchos de la facultad de políticas (los que “realmente pintan y mandan y deciden”), pues todos los demás (“la gente”), esos 5 millones de votantes son la comparsa que levanta el brazo al grito de “Sí se puede” cuando lo marca el regidor de turno. Resulta extraña la defensa a ultranza que en su momento hizo Iglesias de algunos de los muchos candidatos que iban en las listas de Podemos, no sólo para las generales, sino también para las autonómicas y municipales, sin conocerlos apenas e incluso sin conocerlos en absoluto. Muchos de los electos de Podemos, que hoy tienen que gestionar algunas administraciones pronto comenzaron a utilizar la excusa de lo difícil que resulta cumplir lo prometido: ¡ah, la inexperiencia!; suele ser el inicio de un fracaso anunciado. El político serio debería saber que quien asume y aspira a ocupar el poder, una vez conseguido, no puede alegar “que se ha encontrado lo que ignoraba que se iba a encontrar”. Esa fue la disculpa repetida que hacía el Partido Popular cuando en 2011 alcanzó el poder: todos sus fallos se debían, no a ellos, sino a “la herencia de Zapatero”, Es la respuesta o del tonto, o del mediocre o del impostor.

Fue fulgurante la inclusión que hizo de destacados personajes (recuerdo, como ejemplo el de Julio Rodríguez, el que fuera el JEMAD, que nunca consiguió el acta de diputado, quien lo fue todo en el ejército) que hoy permanecen arrinconados o en el olvido... Y de esos cientos que en la actualidad ocupan algún cargo: diputados nacionales o autonómicos y alcaldes o concejales, ¿quién tiene la libertad de opinar si previamente no han sentado doctrina con “sólidos argumentarios” los “cuatro líderes de la cúpula”: Iglesias, Errejón, Bescansa o Echenique? Ni siquiera Alberto Garzón, líder de la “liquidada o absorbida” Izquierda Unida, tiene hoy voz autorizada. Izquierda Unida empieza a ser un trozo de historia; de una historia que durante más de 30 años representó lo mejor de las luchas por una sociedad más justa y democrática. Podemos ha utilizado a Izquierda Unida como ese insecto mantodeo, comúnmente llamado “santateresa”, la mantis religiosa, experta en camuflaje que, según la leyenda negra de su cópula, devora al macho después de su apareamiento. ¡Triste final el de ese movimiento político que lo fue casi todo en la lucha y oposición al franquismo, hasta perder la vida y estar encarcelados muchos de sus militantes y con un papel imprescindible durante la transición democrática!: hoy desplazados por quienes con cuatro gritos, sin jugarse apenas seguridad alguna y encabezar inteligentemente esos movimientos de indignados nacidos del 15M se “han apoderado” del descontente de millones de ciudadanos. ¡Qué injusta y torpe es la historia que premia la demagogia y castiga con el olvido a quien contribuyó a traer la democracia con “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, en palabras de Churchill!

Es enorme la frustración que genera entre la población el incumplimiento de promesas irrealizables ofrecidas en campaña electoral y, por otra parte, la inexistencia de soluciones rápidas y gestionables a problemas enrevesados cuya solución necesita diálogo y no propuestas desafiantes.

La experiencia enseña (“experientia docet”), especialmente a aquellos que han transitado por diferentes momentos y situaciones de la misma que, pasado el entusiasmo por el fulgurante éxito electoral que proporcionan las elecciones, -muchos de ellos personas desconocidas para la mayoría de ciudadanos que les dieron el voto, pero aupadas y coreadas en las fáciles redes sociales bien manejadas-, pasado el tiempo del entusiasmo y viendo cómo se frustran las expectativas y esperanzas, pronto se enfrentan al abandono. Con otra metáfora distinta de la del “núcleo irradiador”, existen políticos que como las bengalas, iluminan de repente el horizonte y centran la mirada atónita de los que las contemplan pero, consumidas prontamente, devuelven a la oscuridad a aquellos que iluminaron, La historia también enseña que no es infrecuente que muchos idólatras devengan, con el tiempo, iconoclastas.

Los políticos con cierta experiencia saben que la inteligente gestión y la moderada reflexión venden poco; sí venden, en cambio, y mucho se aplauden las políticas extremas, demagógicas y populistas y los mítines exaltados. Veo a estos líderes emergentes, cuyo exclusivo mérito por ahora es haberse apoderado de un diagnóstico político y social que muchos que no les votamos compartimos y liderar una deseo de cambio y regeneración democráticos que otros muchos deseábamos, henchidos de cierta prepotencia, se han apoderado de ambas cosas como si fuesen suyas en exclusividad.

Nunca la soberbia condujo bien una acertada gestión política; son esos políticos que llegan a tener tanta fe en sí mismos y en sus propias posibilidades que se consideran capaces de conseguirlo todo; así se lo trasmiten a sus seguidores que, como ellos, repiten exultantes ese mantra del ¡Sí se puede!; y encima se lo creen.  Ese exceso de confianza en sí mismos les está llevando a interpretar equivocadamente la realidad que les rodea. Alardean en exceso de su fuerza electoral hasta llegar a considerar que pueden llegar al poder en breve o condicionar los gobiernos. Alguien de su entorno y con experiencia debería recordarles aquello del Quijote en el capítulo del retablo de Maese Pedro, “prudencia, muchacho, que toda ostentación es mala”. El político soberbio puede ser un peligro para el ejerció ético de la democracia. Podemos, tras un éxito electoral innegable, ha utilizado en exceso un término que, con el criterio de Hanna Arendt, resulta en exceso banal: “queremos seducir”. ¿Y qué es seducir, sino una forma solapada de engaño? Esto puede suceder cuando se dan las condiciones para hacer creer al pueblo la máxima engañosa de que con ellos, y sólo con ellos, “todo es posible”.

Los resultados de las elecciones del 20D significaron una importante inyección de frescura y ánimo para cerrar un tiempo de sombras y a la vez abrir una puerta de esperanza. Fueron momentos de ilusión, de confianza de los ciudadanos en los partidos y candidaturas que se habían presentado por el cambio y que pudieron convertirse en la mejor herramienta para llegar a sentirse ciudadanos de un mundo que merezca la pena vivir. Pero aquello se vino abajo. De nuevo traigo a estas reflexiones otra frase de Dürrenmatt: “No hay nada que más desanime a la inteligencia que ver gobernar a los mediocres”; y, si son corruptos, el desánimo se convierte en frustración.

Y hablando de mediocres, algunas reflexiones finales para los otros partidos de los que ya he escrito en anteriores artículos en Nueva Tribuna: “Pasarela a la corrupción: el HOLA de la vergüenza”, “El gen cainita del PSOE” o “Por un plato de lentejas”:

  • El ex presidente del Gobierno José María Aznar, ese señor que siendo el más mortal de los morales se cree “dios”, que habla con frases obvias y huecas, pero henchidas de fatua banalidad, al inaugurar el segundo curso académico del Instituto Atlántico, apelaba hace días a la paciencia para confiar en “los efectos clarificadores del tiempo”; “no porque el tiempo dé o quite razones, no porque el tiempo ponga a cada uno en su sitio y no porque el paso del tiempo sea el mejor juez, sino porque lleva algún tiempo juzgar la historia, poner a cada uno en su sitio y dar y quitar razones”. Pues al señor Aznar hay que recordarle lo que muchos españoles y ciudadanos demócratas del mundo piensan, que: “en donde le tiene que colocar la historia, aunque lleva algún tiempo que la historia dé su veredicto y juicio, es en el banquillo”. ¿Razones?: muchas, al menos dos: sus mentiras por la guerra de Irak y su intento de engañar y confundir a los españoles en los atentados del 11M.
  • Cuando escribo este artículo, sábado 22, mañana domingo celebrará el PSOE su Comité Federal. Un PSOE dividido, fragmentado, fracturado, incluso en riesgo de escisión. No dudo que de él saldrá una puerta abierta a la abstención con la que Rajoy podrá ser investido presidente. ¡Triste e inaceptable decisión para muchos de los que le hemos votado! Han dañado al partido hasta casi convertirlo en un solar menguante. Como ya escribí: el fuego que no hay que apagar es aquel que no se enciende. Y ahora apelarán a la ética de la responsabilidad. ¡A buenas horas, mangas verdes!
  • Y ¿qué decir de Ciudadanos?: repito lo que ya escribí, cuando al final de la semana entrante Rajoy sea ya presidente. Podrán decirse unos a otros: “misión cumplida”, pues hicimos aquello para lo que nacimos: reforzar y ayudar a la derecha. Y con el cántico de Simeón, el personaje de la biblia, podrán repetir: “Nunc dimittis”: “Ya podemos desaparecer”.

Tiempos de mediocridad