viernes. 26.04.2024

Sobran motivos

En esa operación de “reblandecimiento” iniciada por Rajoy con Rivera y Sánchez, a pesar de la propuesta de abrir una negociación en torno a cuatro grandes temas (reformas constitucionales, política económica, educación y políticas sociales) y de la advertencia amenazante lanzada al secretario general de que si el PSOE mantiene el “bloqueo” a su investidura “esta situación conduciría a unas nuevas elecciones, sería malo para los intereses generales de los españoles y sería una vergüenza; eso lo sabemos todos los españoles”. Pues si no para todos los españoles, sí para muchos millones, la vergüenza es su deseo de querer ser de nuevo presidente cuando casi el 70% de los votantes no le quieren. Por otra parte, el líder socialista ha rechazado una vez más este acuerdo; la razón que ha dado es muy clara para la mayoría de votantes socialistas: “El Partido Socialista no puede apoyar aquello que quiere cambiar: el gobierno de Rajoy”.

La política gana credibilidad si satisface las expectativas de la gente, lo contrario sería un fracaso de la política y de aquellos que la gestionan. En estos días se escuchan cada vez más voces que intentan presionar de diversas maneras, incluido el chantaje emocional, al partido socialista y a su secretario general para que altere la decisión aprobada por su Comité Federal de votar “no” en la investidura de Mariano Rajoy como presidente de gobierno. Muchos de los que presionan apelan a que “existen voces autorizadas socialistas” que abogan por una abstención para evitar unas terceras elecciones; entre las “voces autorizadas” que nombran, se encuentran Felipe González, antiguos líderes socialistas y algunos “barones”. Es verdad que unas terceras elecciones, como repiten y anuncian sesudos (e “interesados”) analistas, no serían convenientes.

¿Cuáles son, entonces, los motivos para afirmar con tanta rotundidad su inconveniencia? Por más que escruto las razones que alegan sólo encuentro motivos de interés económico. Razón tenía José Luis Sampedro en su obra “La senda del drago” al escribir que en este mundo globalizado del viejo Occidente es la economía neoliberal, con “su idolatría al dinero y al mercado” la que guía sus decisiones: es el súper-ministerio de Hacienda Mundial, liderado por el FMI, el BM y la OMC, el encargado de regular la actividad económica mundial e imponer los correctivos a aquellas regiones de esta aldea global que no están dentro de su club. Y desde el altar de este super-ministerio pontifican y exhortan estos sacerdotes (Rajoy y sus peperos, Rivera y sus ciudadanos “naranja”, González y algunos barones socialistas, Moscovici y sus fieles comunitarios, los patriotas del IBEX35, los medios de comunicación y sus faraones -especialmente el solícito diario El País con sus permanentes editoriales y sus dudosas y cocinadas “Metroscopias”…) a que, “por altura de miras” y el interés de España y “los mercados”, se abstenga el PSOE en la sesión de investidura de Rajoy; de otro modo estaríamos avocados a unas terceras elecciones y con ellas, abierta la Caja de Pandora, y encerrada la “esperanza”, nos vendrían todos los males y las siete plagas de Egipto.

Desde antiguo nuestro griego Platón, en contra de la democracia o gobierno del pueblo, abogaba por el gobierno de los mejores, una aristocracia u oligarquía. Después de más de 15 siglos, algunos que se dicen demócratas, apuestan, de nuevo, por gobiernos de “voces autorizadas”, es decir, por un gobierno sugerido por las élites y oligarcas con fuerte poder económico. Ya no importa lo que hayan votado los ciudadanos; en este caso, los millones de votantes socialistas que en su casi totalidad han apostado por un  NO rotundo. De hacer caso a “esas voces autorizadas”, ¿qué sentido tienen, pues, las elecciones generales? Estarían de más y nos ahorraríamos unos millones de euros. Sería suficiente que se reuniese “el consejo de voces autorizadas” y decidiese por nosotros. ¡Que hablen “los mayorales” y se silencie a los corderos”!

No sólo es legítimo opinar, es también un derecho. La opinión es libre, estemos o no de acuerdo con el opinante, pero la información puede ser verdadera o falsa. Todos podemos opinar, pero no todas las opiniones son igualmente aceptables. Hay algunas que no se expresan desde la honesta sinceridad sino desde el oculto interés o el oportunismo. Asistimos en estos días de incertidumbre, ante una obligada sesión de investidura, de acuerdo al artículo 99,2 de la Constitución, a una ofensiva mediática e institucional (hay quien la considera chantajista).

Esta ofensiva mediática e institucional resulta insoportable, sobre todo, la que está ofreciendo día sí y otro también el diario EL PAÍS, en los editoriales, en los artículos de opinión que selecciona y en las dudosas encuestas que cocina. En todo ellos se ve claramente ese “periodismo intencionado y manipulador” por modelar y dirigir “pro domo sua” el sentir y el voto de los ciudadanos. En varios editoriales (mes de julio, día 7: Un PSOE responsable; día 26: Exasperante bloqueo; día 31: El dilema de Sánchez; y día 2 de agosto: Callejón sin salida), acusa a Sánchez de practicar un juego de verdades a medias o de simples falsedades para esconder su fracaso electoral en dos ocasiones consecutivas y su manifiesta incapacidad para afrontar este crítico momento; le acusa, además, de irresponsable y de practicar estrategias que destilan un aroma insoportable de tacticismo orgánico”. Incluye también en sus páginas artículos, a conveniencia de sus intereses económicos (“Quantum mutatus ab illo”! se podría decir del señor Cebrián), como los de Felipe González, mientras se niega a publicar -sí lo publicó mediante pago como publicidad- el Manifiesto “Por un Gobierno de Progreso. Por un acuerdo de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos”. Resultan también sospechosas las encuestas que inserta (sospechosas por sus desaciertos e intencionalidad). No se está caracterizando Metroscopia por los aciertos y sí por el enorme margen de error desde noviembre de 2015. En la encuesta del 19 de junio daba al PSOE 83 diputados, mientras que a UP (Unidos Podemos) 85; el 7 de abril ofrecía un 20% a PSOE y un 22,9% a UP; en la encuesta del 22 de mayo, 20,2% a PSOE y 23,2% a UP; y en las encuestas para 26J, el margen de error global fue de un 12,5%. ¿Resulta fiable EL PAÍS con este nivel de desacierto cuando sostiene en grandes titulares en 1ª página del domingo 31 que el 63% de los votantes socialistas dicen que, si fuera la única alternativa para evitar elecciones, estarían de acuerdo en la abstención? Resulta capcioso este titular cuando con mayor objetividad, según la encuesta que inserta, debería titular: “la mayoría de españoles, un 70 %, piden que Rajoy debería renunciar a ser presidente”. Con cierta ironía le recuerdo al “Periódico Independiente de la mañana” que “no es un buen periodista aquel que sabe distinguir el grano de la paja si finalmente publica la paja y negocia con el grano”.

Hablando con vecinos, compañeros de trabajo y amigos... casi todos coincidimos en que el PSOE no debe abstenerse en la posible votación de investidura de Mariano Rajoy. No les hemos votado para eso, por mucho que lo digan “esas voces autorizadas” o lo recojan medios interesados. Y nos hemos preguntado: ¿por qué esas voces y esos medios, entre ellos EL PAIS, no piden de una vez, que Mariano se eche a un lado para facilitar un gobierno con otro candidato popular que no sea Rajoy? Además de una posible alternativa para evitar unas terceras elecciones, sobran motivos para pedirlo.

El sociólogo español Juan Linz escribió: “La democracia exige que la gente crea que puede lograr sus fines a través del voto (…); si los votantes se dan cuenta de que esto no es posible, el propio sistema será descartado”. De ahí la importancia de tener que acudir de nuevo o no a unas terceras elecciones que podrían desmotivar a algunos votantes, y no precisamente a los votantes del PP.

Hugh Thomas, uno de los hispanistas más conocidos, advertía en una entrevista: "Quien olvida el pasado se enfrenta con un porvenir incierto". Una inmensa mayoría de españoles tenemos claro que no queremos olvidar el pasado, ni el lejano ni el cercano. El pasado pertenece a la memoria, a lo que otros han vivido, lo conocemos por lo trasmitido por otros y aprendido; en cambio, el cercano es nuestra experiencia, lo que hemos vivido; y si olvidamos lo vivido en estos casi 5 años y por hipótesis se acepta un gobierno del Partido Popular con Mariano Rajoy de presidente, no es que nos enfrentemos a un porvenir incierto, no; es que tenemos la certeza de que nos esperan de nuevo cuatro años de más corrupción, desigualdad, cinismo, recortes, soberbia política y especulación.

Por mucho que algunos lo repitan, no es aceptable esa machacona idea de que es prioritario hacer posible un pacto que dé vía libre a un nuevo ejecutivo y solucione las urgencias en materia económica corrigiendo la fallida legislatura anterior a que vayamos a unas terceras elecciones -como si el tema económico fuese el principal y exclusivo interés en la premura-. Comparto, en cambio, lo que otros muchos piensan: todo es preferible a que Rajoy vuelva a ser presidente; no comparto en absoluto la opinión de Felipe González de que “hay que dejarle gobernar, incluso si Rajoy no se lo merece”. ¡A qué altura de indecencia política se podría llegar si permitimos que gobierne quien no se lo merece! Sería insostenible permitir la investidura de un Mariano Rajoy incapaz de asumir responsabilidades, de pedir perdón, de proponer movimientos de regeneración moral de la vida pública; un Mariano Rajoy y un PP incapaces para el diálogo y la negociación como forma de aliviar las tensiones y dar cauce de solución a los problemas -cuando no los aumenta o los crea-; sobran motivos para negarle el voto por sus políticas de cirugía de hierro en aspectos sensibles y el abuso permanente de su “mayoría absoluta”; un Mariano Rajoy tocado por la pereza, que deja pudrir las situaciones hasta que los asuntos se le han ido de las manos o se solucionan con el tiempo; un Mariano Rajoy prototipo de gestor acostumbrado a “procrastinar” los problemas (del latín “cras” -mañana-), habituado a retrasar o dejar “para mañana” actividades o situaciones que debían atenderse “hoy”, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes, como “ver futbol, leer el “Marca” o fumarse un puro en la tumbona”. Necesitamos un gobierno para rectificar y no para otros cuatro años de más de lo mismo. Mariano Rajoy es un candidato tóxico. Hay que tener claro que él no es la solución, como Pedro Sánchez no es el problema. No debemos olvidarlo: el PP, aprovechando su mayoría absoluta, aprobó leyes regresivas que concitaron la oposición de la casi totalidad de las fuerzas políticas.

Hace días, un grupo de 450 personas, entre ellas políticos, activistas, intelectuales y personalidades del mundo de la cultura, publicaron un manifiesto, al que se han sumado miles de ciudadanos, “Por un Gobierno de Progreso. Por un acuerdo de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos”. El manifiesto afirma que “los resultados del 26-J son otra oportunidad para acometer los cambios que la ciudadanía exige” y llama a “alcanzar un acuerdo que permita un gobierno progresista”, basado en “las tres primeras fuerzas que con diferente signo político” recibieron los votos “por un cambio de gobierno y de políticas”. Según el Manifiesto, frente a los 8 millones de votantes al PP, estas fuerzas “suponen 13,6 millones de votos, casi el doble de los obtenidos por los populares y 188 escaños”. Según se afirma en el texto, “esto demuestra que en la sociedad española son mayoría quienes exigen cambio y regeneración democrática”. Cambio y regeneración democrática que en absoluto representan Rajoy y el Partido Popular.

Los firmantes entienden que sobran motivos para no permitir cuatro años más de un Gobierno del PP, que ha traído el empobrecimiento y el incremento de las desigualdades; el retroceso en importantes conquistas sociales; la pérdida de libertades que ya dábamos por consolidadas; el avance de la corrupción y la degeneración de la democracia. Por el contrario, España necesita, a su juicio, un Ejecutivo que “revierta los recortes, defienda la sanidad y la educación pública, los derechos laborales, la cultura, la ciencia y el medio ambiente, que proteja a los autónomos, ayude a las pymes y cree empleo”. “Necesitamos otras políticas que acaben con la desigualdad, castiguen ejemplarmente la corrupción y pongan fin al deterioro democrático”, añaden en su documento.

Un político gana credibilidad si satisface las expectativas de la gente. Decía Nelson Mandela que “todo parece imposible hasta que se hace”. Si con objetividad se analizan los programas de estas tres fuerzas políticas, se ve con claridad que sus discrepancias no están en los grandes objetivos; tal vez sólo en cómo se alcanzan, con qué políticas y con qué compañeros de viaje.

Si el PP pide a los restantes grupos políticos alturas de miras para salir de este impasse, millones de ciudadanos les pedimos a ellos la misma altura de miras con esta otra solución: “¡Que se vaya Rajoy!”. Ningún presidente ha degradado tanto lo esencial de la democracia como es el debate político. Pocas veces se ha visto tanta falta de respeto a los demás, tamaña sustitución del argumento por la descalificación del oponente; llamativo ha sido el empeño de los populares por cooptar al poder judicial y al poder mediático y televisivo en la anterior legislatura. ¿Era eso su prometida “regeneración democrática”? Con Mariano Rajoy como presidente, el PP se ha convertido en el primer partido político imputado (ahora investigado) de la historia de la democracia. Con este balance y su discutible gestión, ¿cuánto tardaremos en reponernos del desastre político, social, económico y en libertades y derechos que nos ha causado el gobierno de Rajoy? Rajoy es como el mosquito “zika”: ha producido microcefalia en el estado de bienestar. Y encima pretende que se le apoye durante otros cuatro años… Al igual que Aznar y el Partido Popular (Mariano Rajoy era diputado por Pontevedra) durante la Vª legislatura exigían al entonces presidente del Gobierno socialista: “¡Váyase, señor González”. Ahora llega el momento de que los que entonces gritaban escuchen lo que muchos millones de españoles queremos y pedimos: “¡Váyase, señor Rajoy”. Queremos poner fin al viaje de la corrupción institucional que usted ha representado. Usted no se merece ser de nuevo presidente de gobierno: “sobran motivos para exigírselo”. Dudo que Mariano Rajoy sea capaz de esta grandeza. Bertrand Russell aseguraba que cuando la necesaria humildad no está presente en una persona imbuida de poder, ésta se encamina hacia un cierto tipo de locura: “la embriaguez del poder”; para Russell, la soberbia, la desmesura y la huida de la realidad, son los males que suelen invadir a los políticos en el ejercicio del poder y Rajoy lleva muchos años en él.

En el colmo del cinismo, el vicesecretario de organización del PP, Fernando Martínez Maíllo, en unas impresentables declaraciones rayanas en el disparate a la Cadena Ser, con la autoridad y el prestigio que le da su talla intelectual, ha sostenido que “decir no a Rajoy es decir no al Rey”.

Al cerrar estas reflexiones leo en Nuevatribuna la “Spinela” diaria que nos regala su autor; la de hoy sintetiza magníficamente cuanto yo quería exponer en este artículo:

¡¡Que se presione a Rajoy
por forzar su reenganche,
en vez de culpar a Sánchez!!
Porque sorprendido estoy
viendo cómo, a día de hoy,
aparte su investidura,
quiere una legislatura
que nunca ponga en cuestión
su muy funesta gestión
de la que jamás abjura,
incluyendo su careto,
sus recortes y decretos.

No sé quién es el autor de esta frase, pero la comparto: "Los políticos, como los pañales, se deben cambiar con frecuencia, ambos por la misma razón". Y usted, señor Rajoy, lleva ya demasiados años en la política, y lo más triste, a mi juicio, es que aspira a perpetuarse.

Sobran motivos