jueves. 18.04.2024

Puigdemont: “huido, irresponsable y cansino”

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Don Cárles; usted, y todos los que se consideran imprescindibles, tomados de uno en uno, no son ni nada ni nadie. No tiene usted derecho, por “un orgullo ofendido mal reprimido”, de tener a todo un país como Catalunya “sin salida”, bloqueado política, social y económicamente

En su primera Catilinaria, pronunciada en noviembre del año 63 ante el Senado, Cicerón intenta que Catilina, confundido e inseguro, desista de su conspiración y los conjurados abandonen sus intrigas; se inicia con una abrupta e incisiva pregunta: “¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor? ¿Dónde se detendrán los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento?

Parecida pregunta deberían hacerle al señor Puigdemont quienes no son independistas. Haciendo un esfuerzo por intentar comprender algunas de las razones por las que un número importante de catalanes están a favor del procès, si fueran conscientes de las consecuencias de sus decisiones y no seducidos por la cantidad de mentiras con las que han sido adoctrinados y manipulados, se sentirían avergonzados de cómo los principales líderes del “procès” les han engañado. ¿Ejemplos?: Artur Mas, en sede judicial, ha admitido que “engañaron a la gente sobre la ‘República’ para quedar bien”; o el viernes pasado el exsenador de Esquerra Republicana Santiago Vidal - el magistrado que había redactado el borrador de la futura constitución de la República catalana- ha reconocido “cierto engaño” del independentismo a la sociedad catalana por prometer que estaba preparado el escenario en todos los frentes para hacer posible la secesión; llega a afirmar -cayendo incluso en contradicción, al precisar que él mismo fue uno de esos dirigentes que tergiversó la realidad-, que “una de las cosas que más me ha sorprendido de todo este proceso es que se hayan dicho cosas que no son verdad”.

Nos hastía y se hace incomprensible el victimismo egocéntrico con el que, desde su exilio- exilio dorado en “Waterloo”, que él ha querido y buscado-, el huido, irresponsable y cansino Carles Puigdemont, no deja de dar la “tabarra”. Para muchos españoles, con el lavado que hace la historia, con el pasar de la épica a la comedia, será considerado “un pintamonas”; así se les calificaba a quien tenía parecido perfil en mi infancia. En una videoconferencia desde Bruselas con diputados de Junts Per Catalunya, presentes en un acto en Vilafranca del Penedès, el ex president ha acusado días pasados al juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena y al Gobierno de Mariano Rajoy de no respetar el resultado de las elecciones del 21 de diciembre, acusando al juez de “represión de Estado” al impedir la investidura del diputado Jordi Sànchez, en prisión preventiva.

Ignora el señor Puigdemont su falta de respeto a la legislación española que prometió cumplir cuando accedió a ser investido president de la Generalitat. Se olvida -olvido culpable- que el 9 de noviembre el Parlamento de Cataluña, con los votos a favor de Junts pel Sí (JxSí) -entre ellos el suyo- y la CUP, en ausencia de los diputados de Ciudadanos, PSC y PP, aprobó la Ley de Transitoriedad, que preveía convertir Cataluña en una república independiente y declaraba el “inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente”, instando a desobedecer al resto de instituciones españolas (empezando por el Tribunal Constitucional) y conminando a la Generalitat a cumplir solo las leyes emanadas de la Cámara catalana.

No es pequeño el coro de plañideras -con “lazo amarillo”- que se suman al “lamento lloroso” del ex president. Roger Torrent, president del Parlament, que había anunciado que se agotarían todas las vías para defender los derechos de los diputados y la soberanía de la Cámara, ha aplazado sine die el pleno de investidura del candidato Jordi Sànchez, apuntando que se recurrirá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para defender los derechos de participación política de Jordi Sànchez; por otra parte, el diputado de Junts per Catalunya Quim Torra, critica así la situación: “La soberanía del pueblo de Cataluña está en el Parlament de Cataluña y no en manos de los jueces españoles”; el ex conseller y diputado de ERC Toni Comín, también exilado, ha asegurado que no dejará su escaño del Parlament, exhortando a “acorralar al Estado español a través de los tribunales internacionales”; y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau justifica su desplante al Rey Felipe VI en el Mobile World Congress, alegando que “el monarca ante el 1-0, se había alineado con las posiciones más duras y represivas con Cataluña”;…etc., etc... Entre babosos (Lluis Salvadó y sus comentarios “machistas, misóginos y xenófobos”), fugados, embusteros, cobardes y desplantes… están montando un “club” de lo más variopinto para pasar “con gloria!!!” a la historia de Catalunya.

Dos meses antes de su muerte, en su última entrevista, García Lorca confesaba sus inquietudes al ilustrador Bagaría: “Execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista sólo porque ama a su patria con una venda en los ojos”. De forma más explícita y contundente, lo expresó Duns Scoto, teólogo escocés, profesor de las universidades de Oxford y París, que a finales del siglo XIII introdujo en la lógica el concepto de “intención” y autor de la tesis “De la falsedad se puede seguir lo que se quiera”: “Un hombre se puede sacrificar por todo un pueblo, pero todo un pueblo no se puede sacrificar por un hombre”. Frase que en estos días ha recogido el delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, añadiendo: “esto es lo que algunos quieren y lo que está perjudicando las posibilidades de Catalunya de salir de la situación actual”, y aconsejando a Puigdemont que se presente ante la justicia porque “es su primera obligación”.

Mientras, los independentistas no saben cómo salir del laberinto en el que han metido a la Catalunya del “seny”; una Catalunya confusa y fragmentada, “empatada” en resultados entre un bloque independentista y unas alternativas constitucionalistas, y “empantanada” con siete partidos en liza que se culpan de la situación actual y en la que todo está abierto. La solución estaría en saber renunciar a una agenda imposible y volver a la ley y a la normalidad. Sobre todo, a juicio de muchos, es imprescindible instar al soberanismo a cambiar de agenda con un candidato posible.

Nadie es imprescindible. En tiempos de mediocridad y mentira, son demasiados los que se consideran “el ombligo del mundo”; se creen importantes, imprescindibles. Lo decía Confucio: “Cinco son las condiciones necesarias de un gobernante para el bienestar del pueblo: seriedad, honestidad, generosidad, sinceridad y delicadeza. El buen gobernante sabe lo que es verdad; el malo, en cambio, sabe lo que más le conviene y se vende mejor. Un pueblo cansado termina buscando un mesías, no un gobernante”.

Producen repugnancia moral aquellos que, como “drones humanos”, se elevan despreciativos por encima de los demás, considerándose “los imprescindibles, los necesarios”; los que siempre se sienten triunfadores, aunque sea humillando a los demás; los que para triunfar en la política, prescinden de la ética, la  moral y las leyes; los que envían a “excluidos” a las guerras mientras ellos las contemplan desde sus despachos; los fatuos y presuntuosos; los que buscan el poder por encima de todo; quienes se creen superiores por haber alcanzado en la política, con el apoyo del partido, lo que no hubiesen alcanzado por méritos propios; los que quieren ser obedecidos pero no saben mandar; los impostores que aparentan lo que no son; los que mienten y prometen lo que saben que no pueden cumplir; los que jamás se arrepienten de los errores cometidos; los que ofenden y humillan a los humildes pero se humillan ante los poderosos; los que cultivan los restaurantes de cinco tenedores, pero con “tarjetas black”; los que casan a sus hijas en reales monasterios; los que dicen servir a los pobres, pero ofician sus liturgias desde los templos suntuosos del orbe con cálices de oro… En cambio, la gente, los sencillos, los nobles de espíritu son la muestra palpable del fracaso de quienes, en la sociedad, en la política, en la economía, en los gobiernos y jerarquías, se consideran los imprescindibles, los poderosos, los influyentes, “los alguien”, en palabras de Eduardo Galeano.

Hace días, en una conferencia organizada por el Círculo de Empresarios de habla alemana en el Círculo Ecuestre de Barcelona, un asistente al acto le preguntó al señor Torrent, president del Parlament, sobre sus dudas ante la candidatura de Jordi Sànchez: “¿Cree usted que un presidente en la cárcel (o en el exilio) da estabilidad jurídica?” No soy jurista e ignoro si el juez Pablo Llarena y el Gobierno de Mariano Rajoy atentan contra sus derechos; como aprendí de “memorieta” en mi infancia con el catecismo del padre Astete, “doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder”. Todo eso lo decidirá la justicia con más valor que nuestras particulares opiniones. Pero es hora ya de decirles a tantos políticos independentistas los versos que Goytisolo dedicó a su hija en Palabras para Julia: “Un hombre solo, una mujer / así tomados, de uno en uno / son como polvo, no son nada”.

Pues eso, don Cárles; usted, y todos los que se consideran imprescindibles, tomados de uno en uno, no son ni nada ni nadie. No tiene usted derecho, por “un orgullo ofendido mal reprimido”, de tener a todo un país como Catalunya “sin salida”, bloqueado política, social y económicamente, en estado de incertidumbre permanente. Mientras los problemas de la gente se pudren sin solución, usted, “erre que erre”, en su “trono de Waterloo” y en situación de videoconferencia permanente.

Acabo con la frase de Duns Scoto, que expuse más arriba: “Un hombre se puede sacrificar por todo un pueblo, pero todo un pueblo no se puede sacrificar por un hombre”. Finalice, pues, sus pretensiones con aquella necesaria dignidad que hasta ahora no está demostrando.

Puigdemont: “huido, irresponsable y cansino”