martes. 23.04.2024

“Pin, pan, pun”, … a la educación

abascal congreso

 

“Los padres que de verdad se preocupan por la educación en valores de sus hijos no les enseñan a pensar como ellos, sino a pensar por sí mismos”.

Fernando Sabater


Los que vivimos los años complicados de la transición estamos convencidos de que, sin un apoyo decidido para renovar el sistema educativo, la transición democrática de nuestro sistema político hubiera sido imposible. Hoy la democracia, aunque mejorable, es una realidad. Tenemos claro, para eso los elegimos, que los políticos están para solucionar problemas, no para crearlos. Tenemos también claro, como decía Séneca que “no existe viento favorable para el que no sabe a dónde va”. ¿Sabe VOX qué quiere y a dónde quiere ir? Tal como se está conduciendo y comportando desde su aparición como partido, más desde que su presencia en el Congreso de los diputados y en los distintos parlamentos autonómicos, lo que pretende es condicionar la agenda política del Partido Popular y Ciudadanos, y lo está consiguiendo; también condiciona la agenda de casi todos los medios de comunicación que les dan presencia y voz; crean problemas ficticios que no existen o para los que no tienen solución. Mientras el éxito de esta situación es para VOX, el error del necio es para el Partido Popular y Ciudadanos, que se están dejando arrastrar con el seguidismo estúpido “del palo y la zanahoria”. Pablo Casado y el Partido Popular están incurriendo en un grave error en el seguidismo a Vox al convertir los centros escolares, la educación en último término, en un campo de batalla política e ideológica; al permitir que en la comunidad autónoma de Murcia los padres puedan vetar la asistencia de sus hijos a las actividades programadas por los centros educativos, han traspasado lo inaceptable. A Pablo Casado le está sucediendo lo del microcuento del uruguayo Augusto Monterroso de La tortuga y Aquiles: “Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la meta. En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones. En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles”. La “tortuga VOX” le está ganando terreno a “Casado Aquiles”. Con VOX está sucediendo lo que decía Antonio Machado a través de Juan de Mairena, el profesor ficticio de gimnasia y retórica: “es lástima que sean siempre los mejores propósitos aquellos que se malogran mientras progresan las ideas de los tontos...”. Algo parecido le está pasando a Arrimadas, la líder de Ciudadanos; empezó luchando contra la impunidad y por la regeneración y se está creyendo que tiene impunidad para criticar sin argumentos a quienes de verdad quieren y buscan regenerar la política. Ambos, Casado y Arrimadas, están yendo de la sensatez al esperpento; aunque como decía Michel de Montaigne, “nadie está libre de decir estupideces, el problema es decirlas con énfasis”.

Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, ministro de educación de la UCD en los albores de la democracia, afirmaba que “educar a las nuevas generaciones en los valores de la Constitución es esencial. Sin pactos educativos -sostenía-, la educación seguirá dando bandazos y el dinero irá a otros fines más evidentes, pero menos necesarios”. VOX con su veto o “pin parental”, con el engaño de unas palabras aparentemente inofensivas pero eficaces (pin+parental), en contra de esos valores constitucionales esenciales que decía Díaz-Ambrona, está acosando a la educación pública y la Comunidad educativa; intenta romper aquellos consensos y pactos educativos que con no pocas dificultades se han ido logrando durante muchos años. Ante la inepcia de quienes, como VOX, están de acuerdo con este retroceso que significa el “veto o pin parental”, nos preguntamos, como se preguntaba el psicólogo y humanista alemán, Eric Fromm: ¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de los adultos y de los padres que dicen educar a los niños? Porque una cosa es ser padre y otra muy distinta, ser padre educador, ya que la educación consiste fundamentalmente en enseñar a los hijos y a los alumnos no lo que deben pensar sino a pensar y a ampliar las ventanas por las que ven el mundo y la realidad. ¡Cuántos padres permanecen viendo las sombras de la realidad encadenados en la “caverna de Platón…”! Hace ya tiempo, Manuel Vicent, en su columna de El País, titulada “Descrédito”, con sana ironía escribía: “Este es todavía un país habitable gracias a que los científicos, médicos, maestros, empresarios y tenderos no se comportan como los políticos. Si los maestros, lejos de transmitir un conocimiento libre y sosegado, optaran por envenenar el cerebro de los alumnos con bajas pasiones, es decir, si se comportaran como lo hacen los políticos con el patriotismo, ¿no estaríamos todavía en la caverna”?

VOX, y los que con seguidismo servil aceptan “la frivolidad del pin parental”, ignoran o desprecian, o ambas cosas, la estructura pedagógica de las leyes educativas y qué son y para qué se crean los centros educativos

VOX, como en otro largo tiempo la Iglesia católica, pretende monopolizar la formación en valores. Con la dictadura franquista, la presencia predominante de la Iglesia en la educación permaneció hasta la transición. Por debilidad democrática, los padres constituyentes de 1978 no tuvieron una reacción contra ese modelo, sino que lo racionalizaron, lo favorecieron y lo impulsaron desde el derecho fundamental a la libertad de enseñanza y cedieron que los centros privados pudieran ser subvencionados y concertados. Con excepciones, la Iglesia-institución no se conformó, sino que, con el Partido Popular y la anuencia resignada o cobarde del Partido Socialista, se ha ido fomentando una interpretación extensiva hasta llegar a regalar terrenos públicos para hacer más fácil la instalación de la enseñanza privada en detrimento de la enseñanza pública. Con excepciones, y más con la llegada de VOX, apoyado por el lobby ultracatólico “Hazte Oir”, que le ayudó en sus inicios, no lo ven suficiente y ahora se consideran con derecho a monopolizar los valores educativos y a inmiscuirse en la gestión de los centros públicos como si todos los ciudadanos fueran creyentes y no estuviéramos en un Estado aconfesional. De hecho, el Partido Popular y la Iglesia orquestaron una campaña, en un debate sobre una asignatura que en Europa está superado, contra una educación en valores hasta llegar a suprimir aquella asignatura de educación para la ciudadanía y los derechos humanos, establecida en la LOE, esencial en una democracia que favorece una sociedad libre, tolerante y justa y contribuye a defender los valores y principios de la libertad, el pluralismo, los derechos humanos y el imperio de la ley. Si queremos una sociedad en la que crezcan la libertad, la igualdad y la fraternidad, debemos dar prioridad a la educación moral y cívica de los ciudadanos. Los valores tienen que ser transmitidos, las virtudes han de ser enseñadas, los comportamientos solidarios deben ser impulsados a través de la pedagogía del compromiso cívico y social: necesitamos fábricas de ciudadanía.

No hay salida a una educación de calidad y duradera si se entra en la confrontación, si el conjunto de la sociedad no participa en la mejora del sistema educativo y no lo apoya en su desarrollo. VOX, y los que con seguidismo servil aceptan “la frivolidad del pin parental”, ignoran o desprecian, o ambas cosas, la estructura pedagógica de las leyes educativas y qué son y para qué se crean los centros educativos. Para el profesional y responsable colectivo del profesorado español les puede resultar humillante que así como al sistema sanitario y al judicial, a quienes los ciudadanos no han elegido, pero que se les tiene enorme consideración hasta el punto de haber asumido universalmente en los jueces el mantra de “acato sus sentencias aunque no las comparto”, al sistema educativo, en cambio, del que todo el mundo pondera su importancia principal en la sociedad, se le denigra, se le escasea medios y hoy se le somete “al veto parental”. Resulta una obviedad decir que un centro educativo es un centro escolar con un planteamiento global y un modelo integrado de educación para la convivencia con implicaciones organizativas, personal docente cualificado y recursos específicos para conseguir los objetivos que le han sido asignados.

Ignora VOX la función que tienen en las administraciones educativas los llamados Consejos Escolares, esos órganos de gobierno de los centros en los que están presentes todos los sectores de la comunidad educativa y su constitución es obligatoria en los centros gestionados con fondos públicos. Además, todo centro escolar tiene un proyecto educativo, aprobado por el Consejo Escolar en el que está representada toda la comunidad educativa: padres, profesores, alumnos, Inspección, Ayuntamiento y personal no docente, que aprueba cada año al inicio de curso las actividades complementarias que avalan el proyecto, intentando dar solución a las duda o problemas que surjan y, en caso de conflicto, pudiendo acudir a la Inspección de educación. Si los que promueven el veto parental pretenden que sus hijos o alumnos vivan en una burbuja, del color que sea, sin conocer otras formas de pensar y de interpretar la vida y la sociedad; si pretenden interferir en la acción del profesorado de los centros, compuesto por profesionales cualificados que saben lo que conviene a sus hijos y alumnos porque para eso se han formado y las administraciones educativas, mediante arduas oposiciones, les han aceptado, no pueden desbaratar los proyectos y programas de actividades complementarias diseñados y aprobados por el Consejo Escolar del centro para su aprendizaje. Quien conoce bien los temas educativos sabe que ningún centro escolar tiene un proyecto educativo a la carta, ni sus actividades son un “self service” en el que los padres pueden picotear a capricho.

¿Hasta dónde quieren llegar VOX y Pablo Casado, al cerrar filas con la extrema derecha, con este veto y censura, con esta batalla ideológica, en los centros educativos?

Los centros educativos no pueden quedar al margen de los conflictos o problemas sociales de su tiempo; las inquietudes que preocupan a los alumnos deben tener cabida en las aulas y el profesorado, esa es su vocación y responsabilidad, debe dar respuestas y gestionar con ellos los valores democráticos, de convivencia y de vida que les afectan como ciudadanos en una sociedad abierta y de futuro. Todos los políticos dicen que la educación es la mejor inversión de futuro y que el profesorado es el mejor instrumento para trabajar por una sociedad más justa y solidaria. De estas afirmaciones me atrevo a excluir a VOX; a su pesar y de quienes torpemente le siguen, educar es apasionante, no es una actividad sencilla ni cómoda y, sin dramatizar, cuando vivimos tiempos complicados como los actuales, la dificultad se multiplica, pero con la educación y su valor de amortiguador se pueden asumir las tensiones creadas por ese “veto parental” que se ha inventado VOX, creando debate ficticio y falso; un debate que estaba superado y que puede calentar la tensión en los centros escolares y, de no atajarlo y suprimirlo, enfrentar a padres y profesores. ¿Hasta dónde quieren llegar VOX y Pablo Casado, al cerrar filas con la extrema derecha, con este veto y censura, con esta batalla ideológica, en los centros educativos?

En la sociedad actual, hay una concepción de la vida y una visión colectiva de los valores contrarios a los que exigen las leyes educativas; esa concepción se manifiesta como una resistencia antieducativa, que no debemos minusvalorar y que solo se puede modificar si las administraciones educativas así lo exigen con incentivos de diverso tipo a los que influyen directa o indirectamente en los modelos de valores que, directa o indirectamente, presentan a la sociedad y a los alumnos que en ella viven y conviven. Limitándome en este momento, como ejemplo, a la situación política actual, ¿cómo pueden los políticos exigir que los profesores eduquen en la honradez, responsabilidad y verdad y transformen las conductas de sus alumnos si estos permanentemente ven que las políticas de los que gobiernan y de los que han sido elegidos para dirigir la sociedad están contaminadas por la mentira, la corrupción, el enfrentamiento, el ansia de poder y la desobediencia a las leyes?

Educar a los ciudadanos que van a desarrollar su vida para una sociedad cambiante que no es como la actual no se puede hacer con modelos del pasado

Educar a los ciudadanos que van a desarrollar su vida para una sociedad cambiante que no es como la actual no se puede hacer con modelos del pasado. La estabilidad y el inmovilismo son la peor respuesta para una sociedad que necesita urgentemente cambios. En educación un pacto por el cambio, con la participación de todos los sectores, con el debate necesario para discutir las posiciones encontradas y decidir en torno a aquello capaz de generar los máximos niveles de consenso, tendría que ser una práctica permanente. Exige una ruptura necesaria con modelos pedagógicos caducos, con una manera de plantear modelos de innovación pedagógica distinta, con un sentido ético de los valores laicos y al margen de morales religiosas integristas, con visión de futuro, participativo y fundamentado en acuerdos sólidos, sin línea rojas excluyentes y valorando los acuerdos que garanticen una continuidad educativa al margen de cambios electorales. Hay que abordar esos cambios democráticos pactados políticamente incluyentes, sin sesgos partidistas relacionados con la equidad y con la diversidad cultural; en suma, una educación en valores de convivencia y derechos humanos, porque los centros educativos, además de enseñar conocimientos, deben educar en valores para “aprender a convivir”.

De poco sirve intentar educar sobre ciertos valores si éstos no son objeto de aprendizaje o si el alumnado ve que los políticos y los medios de información, actúan en la práctica, de forma contraria a lo que a ellos se pide; si los hijos ven en sus casas conductas contrarias a las que esos mismos padres exigen que les eduque el profesorado. Es indignante ver programas en los medios de comunicación que repiten una y otra vez escenas y conductas reprobables, títulos sensacionalistas, promociones de personajes descarados sin valores morales que, como anzuelos, pretenden que los televidentes no cambien de canal. ¿Dónde queda el periodismo responsable, pilar de la libertad y de la democracia? Abundan los periodistas que hacen preguntas banales, alimentando el morbo y tertulianos que fomentan el insulto, la controversia, o difunden ideas absurdas o falsas. ¿Qué respuestas educativas encuentran, pues, los alumnos fuera del aula? ¿Con qué contextos y modelos se pueden identificar fuera del centro educativo o, incluso, dentro de los centros educativos?

En una observación y análisis cuidadoso de lo que pasa fuera del aula, en los contextos reales en que ellos ven cómo funciona la sociedad, en sus múltiples dimensiones (política, social, económica, familiar o cultural), ¿cuáles son los valores que se premian, cómo actúan los principales líderes que más aparecen o son más ensalzados en los medios de comunicación al ser contrastados con los que se les recomienda en el aula?; los educadores responsables observan cómo la sociedad en la que desarrollan su acción formativa casi obliga a los alumnos a optar y elegir los valores contrarios a los que ellos les recomiendan. Los paradigmas educativos ya no están situados en los centros escolares ni en el profesorado, sino en lo que los alumnos viven y ven en la “calle”: las actuaciones deplorables de ciertos políticos y empresarios, los banales medios de comunicación, los programas televisivos que alimentan el éxito fácil (incluso en niños y niñas menores) o en las redes sociales…

¿Cómo puede el profesorado construir un proyecto de valores aceptable para sus alumnos si ven que la sociedad les ofrece otro modelo más apetecible y lucrativo que con el que ellos educan? Las trayectorias educativas que el profesorado les brinda son sin duda muy diferentes y menos atractivas, de ahí que se tambaleen los cimientos de la propia institución escolar El carácter limitado de futuro de la economía que la educación les brinda si actúan con los valores que el profesorado les presenta, choca con el triunfo económico, el éxito y la fama que consiguen aquellos que actúan sin esos valores. Estamos creando un producto de sociedad que ofrece exclusión al perdedor, aunque se comporte con valores morales, pero que es inclusiva con el triunfador, aunque su modelo de vida sea conseguir el éxito a cualquier precio y sus valores no sean los que la educación recibida les ha enseñado. No es posible, ni siquiera suficiente, con que las instituciones, los centros educativos, y el profesorado apuesten por los valores democráticos, la ética, la convivencia, la justicia, la participación, la solidaridad, la inclusión y la equidad, si al mismo tiempo los alumnos no perciben que la sociedad, en especial los que la gobiernan, dirigen o influyen en ella, de la que forman parte y en la que conviven, no actúan y caminan en la misma dirección; es más, si ven que los que dirigen la sociedad se comportan y avanzan en dirección contraria a la que a ellos se les indica. No es posible educar si los modelos de conducta que ven en la sociedad son excluyentes y contrarios a la democracia, la ética, la convivencia, la justicia, la solidaridad y la equidad; ni es posible avanzar en la educación en una sociedad en la que la propia educación y los responsables de la misma, los educadores, no son valorados como merecen en el desarrollo de su actividad.

El adoctrinamiento no tiene lugar en aquellos centros educativos en los que el profesorado tiene por objetivo la búsqueda del pensamiento crítico

Los argumentos más peregrinos y falaces que tanto el Partido Popular como la jerarquía católica utilizaron en su momento contra la asignatura “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos” (hoy los utiliza la cúpula popular, Casado, Egea, Cayetana… y la más conservadora jerarquía católica, Rouco Varela, Cañizares, Reig Pla …), eran que el gobierno socialista con dicha asignatura quería “adoctrinar” a los alumnos. Dejar que la actualidad, que la realidad tal como es, penetre en las aulas no significa abrir la puerta al adoctrinamiento, todo lo contrario. Como dice el exconsejero de Educación del Govern y profesor de Filosofía en la Universitat de Girona, Joan Manuel del Pozo, lo que es inadmisible es simplificar los mensajes o impedir que el sistema educativo enseñe a los alumnos en el pensamiento crítico. Adoctrinar, precisamente, es la negación del pensamiento crítico; adoctrinar es transmitir conocimientos de forma dogmática, es impedir el diálogo, la discrepancia y la capacidad de poner en duda lo que se transmite como verdades de fe. El adoctrinamiento no tiene lugar en aquellos centros educativos en los que el profesorado tiene por objetivo la búsqueda del pensamiento crítico.

Es curioso que siempre que se habla de adoctrinamiento se hace referencia al adoctrinamiento político, pero no al religioso o al económico. Resulta sorprendente que quienes abogan por el “veto o pin parental”, son aquellos políticos, padres de familia e instituciones religiosas totalmente entregados al mayor adoctrinamiento, que condiciona las conciencias, el adoctrinamiento de “las religiones”. Resulta también sorprendente que el veto parental siempre sea contra temas de sexualidad, el gran tema de los pecados para el mundo católico. Es proverbial la patológica preocupación adoctrinadora por los temas de moral sexual en la educación religiosa; es hipócrita que escandalicen unas tetas en la pantalla y que no escandalice ver en esa misma pantalla las masacres o genocidios como los de los rohingya en Myanmar, o los nuer en Sudán o los cristianos y yazidíes en Irak y Siria. Como resulta hipócrita también que ciertos padres se escandalicen y veten que a un niño o una niña, en el marco pedagógico y proporcionado a su edad, se les explique por el profesorado que existen diversas formas de vivir la propia sexualidad y no les preocupe que sepan, como dice el Informe Oxfam, presentado en el Foro Económico Mundial en Davos este año, que en México, las seis personas más ricas tienen más recursos que el 50% de la población más pobre, o que el 42% de las mujeres realiza un trabajo de cuidado no remunerado.

Adoctrinar es cuando el exministro Wert proponía españolizar a los niños catalanes porque intentaba crear un programa de formación política en la dirección que él consideraba buena; o cuando el cardenal Cañizares cree que hay “fuerzas ocultas que pretenden instaurar un nuevo Orden Mundial Internacional” y que la “ideología de género provocará la destrucción humana”. El problema de estas memeces trasnochadas es la simplificación de mensajes o la falta de suficiente sentido crítico. Es normal que estas simplezas lleguen a los centros educativos, y más si existen políticos que las hacen suyas y medios de comunicación que las amplifican. VOX se está aprovechando de las contradicciones que tienen el PP y Cs, pues donde tienen que gobernar, necesitan contar con ellos. Están vendidos por querer permanecer en el poder. VOX obtiene rentabilidad política; sabe que “la censura parental” además de una plataforma ideológica para hacerse con el discurso educativo, es una de sus condiciones para apoyar los presupuestos de 2020 en aquellas Comunidades donde su voto es necesario: Murcia, Andalucía y Madrid.

En el marco del desdichado tema del “pin parental”, las declaraciones de la ministra de educación, Isabel Celaá, han sido torpes por confusas y no aclaradas, cuando dijo que “no podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres”. Abrió un debate tortuoso superado hace ya tiempo. De inmediato no pocos políticos y medios de comunicación han utilizado tales palabras para generar controversias. El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha cargado días pasados contra el Gobierno de coalición por su rechazo al “pin parental”, afeando las declaraciones de la ministra de Educación: “Mis hijos son míos y no del Estado, y lucharé para que este gobierno radical y sectario no imponga a los padres cómo tenemos que educar a nuestros niños. Saquen sus manos de nuestras familias”, ha escrito el líder del PP en su cuenta personal de Twitter. Pero los mismos que se llevan las manos a la cabeza por estas declaraciones de la ministra, no se inmutaron cuando el Papa Francisco, durante la oración del “Angelus” en diciembre de 2017 dijo: “Todos los padres son custodios de la vida de los hijos, pero no propietarios y deben ayudarlos a crecer, a madurar”. Quienes se escandalizaron de tal torpeza no explicada de la ministra, deberían tener muy claro que decir que los hijos no pertenecen a los padres no significa que se afirme que son del Estado.

Quiero terminar estas largas reflexiones con este hermoso texto, admirados en todo el mundo y que nadie discute su contenido; es de Khalil Gibran, poeta, filósofo y artista libanés. El título del poema es: Tus hijos no son tus hijos.

Tus hijos no son tus hijos, / son hijos e hijas de la vida, / deseosa de sí misma.
No vienen de ti, / sino a través de ti, / y aunque estén contigo, / no te pertenecen.
Puedes darles tu amor, / pero no tus pensamientos, / pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos, / pero no sus almas, / porque ellos / viven en la casa del mañana, / que no puedes visitar, / ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, / pero no procures hacerles semejantes a ti, / porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos, / como flechas vivas, / son lanzados.
Deja que la inclinación, / en tu mano de arquero, / sea para la felicidad.

“Pin, pan, pun”, … a la educación