viernes. 19.04.2024

Ni ‘Podemos’ ni ‘sabemos’

iglesias errejon

“Pasión de Podemitas”; así titulaba hace días un skecht de un programa televisivo, parodiando y caricaturizando una telenovela colombiana programada hace años en España. Los protagonistas del skecht, requiebros amorosos incluidos, eran Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. En ese contexto de humor, parodiaban las cartas que en “20minutos” se habían dedicado ambos. Instalados en “ditirambos de amor mutuo y melifluo”, escribía Pablo: “Si la gente leyera nuestros chats, sabría por las risas y las bromas que somos amigos”, pero en el fondo de su retórica, lanzaba estocadas de esgrima con la palabra. “Quiero un Podemos en el que tú, uno de los tipos con más talento y brillantez que he conocido, puedas trabajar a mi lado y no frente a mí”, -y continuaba Iglesias-, “cuidemos el debate, Íñigo, para que, con acuerdo o sin acuerdo, podamos siempre decirnos amigo, hermano, compañero. Me preocupa que nuestros debates se banalicen”. Errejón respondía entre victimista y épico: “Los dos sabemos que los poderosos sólo tienen una preferencia: neutralizarnos, arrinconarnos. Lo que se ha logrado en España es impresionante, pero es mucho más lo que tenemos por delante: construir una mayoría transversal para un Gobierno al servicio de la gente”. Ambos en sus textos respectivos se adjudicaban orgullosos gran parte del triunfo electoral de su partido.

Si a Iglesias le preocupa la banalización de sus debates, no han podido poner en escena mayor banalización. Hay imágenes y situaciones que, aunque sean casuales, dicen más que muchos discursos, palabras y declaraciones. Aunque ya desde hace meses lo llevan haciendo, en estos últimos dos días “¡¡¡de paz navideña!!!”, han desatado y destapado ese clima de división interna y problemas intestinos que escondían. La balsa de aceite y de “cariño, amor y besos” que parecía Podemos ha ido mutando en enfrentamiento y ceses; del éxito colectivo inicial, a la lucha entre facciones por el poder. Como los viejos partidos, a los que permanentemente han criticado, Podemos se está convirtiendo en un club con escasez democrática interna, por mucho que lo nieguen y en una agencia de colocación en la que sus líderes, apelando a los intereses de la “gente”, velan por los propios. De los fervorosos aplausos y exclamaciones exultantes del “Sí se puede”, incluidas las señales de victoria con dos dedos o con la palma de la mano abierta (¡qué infantiles y viejos gestos!), a los “enfrentados tuits” de unos contra otros. Lo fieles de “Pablo”, tratan de demostrar su poder y arremeten contra los de “Errejón”; incluso se los cesa al grito o “hashtag” de “AsínoÍñigo”; los de Errejón, en cambio, acusan a Pablo Iglesias de plantear chantajes, cuestionando su “hiperliderazgo”, hasta llegar a calificar el cese de López de “purga”. El propio secretario de Organización de Podemos Asturies, escandalizado, ha asegurado que desde el Principado no entienden que los dirigentes de la formación morada se dediquen a mandarse cartas y a alimentar un debate que no consideran real y que conduce a que sus posturas sean caricaturizadas. Esta situación la reflejaba con sagaz inteligencia en Eldiario.es Manel Fontdevila.

viñetas

Los que “criticaban la vieja política” se están enfangando no ya sólo en la vieja sino también en la “baja política”; de siempre sabemos que el recurso habitual de la “vieja y baja política”, para hacerse con el poder, consiste en deslegitimar al contrario; es frecuente que las disputas en el seno de los partidos no son sino una lucha por “el plato de lentejas del poder”. Del conocido refrán “los mismos perros con distintos collares” se puede concluir: “las mismas políticas con distintos actores”; pero eso sí, en Podemos, “todo por amor y con sonrisas”.

Si al inicio de su aparición un sector importante de la sociedad tenía miedo de que Podemos iba a cambiarlo todo, otros muchos estábamos convencidos (la realidad lo dice) de que su cambio iba a ser, como ellos critican de los demás, “de chapa y pintura”, o -como alguien lo ha definido- un “cambio sin cambio”, en el sentido de Lampedusa: “cambiar algo para que no cambie nada”. De hecho, si Rajoy y el Partido Popular se mantienen en el gobierno, por su irresponsable negativa a un gobierno del PSOE, el cambio que Podemos ha garantizado durante otros cuatro años es un gobierno conservador a pesar de que, en el documento que presentaron como programa para las elecciones del 20D y 26J, sostenían que apoyarían los consensos necesarios para que “nuestro país pudiera tener lo antes posible un gobierno que garantizase un programa de cambio y de progreso”. Y todo ello, debido a esa manifiesta irresponsabilidad del “principiante atrapalotodo” (quererlo “todo y ya”), sin autocrítica alguna y sin estrategia ni previsión de las consecuencias.

Es lo que algunos llaman “la política de la ingenua inexperiencia” y otros, “la política de la soberbia impostada”. Nada es lo que parece. Por más que lo quieran matizar o disfrazar, en Podemos ha explotado el desorden y la división. Ya es hora de parar el experimento o poner fin a la ficción. A Podemos le está sucediendo lo que, según Ramón Fernández Durán, en su trabajo “La explosión del desorden”, en otro contexto, desarrolla. A medida que un político o un partido se desliza velozmente hacia el caos, se muestra cada vez menos dispuesto a identificar el origen y las causas de sus problemas. Lo que Podemos está haciendo es envolverse más estrechamente en su atuendo semántico de “todo por la gente” y defenderlo contra toda crítica, incapaz de reconocer lo que le está sucediendo en su alrededor y más incapaz, aún, de lo que les está sucediendo a ellos mismos. Dan la sensación, por las intervenciones de autodefensa que hacen ante cualquier crítica, que intentan transformar su propia ingobernabilidad en un feroz antagonismo contra todo y contra todos. Las destempladas respuestas que dan y las actitudes que manifiestan los “Monedero, Espinar, Montero, Bescansa o Mayoral…”, son un claro ejemplo. Leyendo muchos de sus “tuits” o entrevistas con sus líderes, escuchando, incluso, algunos de sus debates internos, nos asalta la deprimente impresión de que, aparte de su “indumentaria” o gestos -promesas muy escenificadas en la toma de posesión como diputados o diputadas, portando niños de meses o besos y abrazos en el Parlamento, declaraciones y ruedas de prensa a periodistas sentados en la moqueta de las Cortes, o huidas en bloque en minutos de silencio en el hemiciclo…-, hoy poco o nada los distingue de los demás partidos, desde su mentalidad y sus protestas por el sitio ocupado en la bancada del hemiciclo hasta sus tacticismos y juegos conceptuales. Por faltar no faltan hasta las riñas con amenazas de denuncia a un Monedero siempre faltón de un diputado ex juez, calificando de “repugnante” la actitud intimidadora del fundador de Podemos.

Incapaces de reconocer sus crisis necesitan, para mantenerse en el poder conseguido, recurrir cada vez más a mecanismos y actitudes coercitivas, disfrazando el lenguaje de “más democracia interna”, con el fin de controlar el progresivo desorden y las frecuentes disensiones en las que están incurriendo, lo que produce una creciente ineficacia que dificulta el funcionamiento del propio proyecto con el que se presentaron. De ahí que necesiten pedir perdón utilizando, como sabe hacerlo “el marketing mediático” de Pablo Iglesias, imágenes sensibleras y efectistas y, al igual que Rajoy con “su niña”, Iglesias con “la carta de la abuela”. Ayer mismo descubrimos a Iglesias, nada creíble, en la pequeña pantalla, en la que es diestro, pidiendo perdón a los votantes de Podemos por los enfrentamientos públicos de las últimas semanas. Leía, sobreactuando y para los suyos, una carta en la que se disculpaba con todos aquellos que se han sentido "avergonzados" por los enfrentamientos internos entre los distintos sectores de Podemos. Partía, en su disculpa, de la interpelación de una militante presentada como la “abuela de Podemos”, una extremeña de 76 años que le había pedido explicaciones a través de un mensaje de audio de whatsapp sobre “el lío” montado en Podemos.

Iglesias, tras leer la carta, afirmaba haberse “quedado hecho polvo” y, aprovechando su respuesta a “la abuela Teresa”, pide perdón a las bases. “A todos los que confiasteis en nosotros, como Teresa, perdonadme; sé que os estamos avergonzando”. Si algunos se sentían avergonzados por el “lío montado”, yo personalmente sentía vergüenza por el cinismo impostado con el que Iglesias suele actuar. En el mensaje pide a los compañeros que son portavoces y a quienes sin serlo intervienen con regularidad en los medios que se contengan y dejen de hablar de ellos mismos y de sus diferencias internas, porque “si los medios de comunicación y redes sociales siguen siendo el escenario donde intentamos lavar nuestros trapos sucios destruiremos Podemos”. ¡Qué contradictorio mensaje, cuando él mismo, como distintivo de Podemos, exigía a los suyos y a todos lo demás que todo se dijera, debatiera y firmara en política con “luz y taquígrafos”! “Quantum mutatus ab illo!” (“lo que va de ayer a hoy…”) ¡Cómo hemos cambiado, don Pablo!

Cada vez produce más dudas si Podemos se está convirtiendo en una fuerza política al servicio exclusivo de un líder o si admite una democracia interna abierta a corrientes y matices. Es sospechoso que cada vez que alguien, periodista o simple ciudadano, les pregunta por algo concreto, ya sea a Pilar Zabala, Ramón Espinar, Rafael Mayoral, Irene Montero o Rita Maestre - ¡qué más da! -, la respuesta es la misma: “Nosotros, lo que diga la gente”. Da la impresión de que carecen de ideas propias. Ante cualquier discusión teológica se atribuye a San Agustín la frase latina “Roma locuta, causa finita” (“ha hablado Roma -el Papa-, la cuestión está zanjada”). Algo parecido sucede en Podemos: ante cualquier problema no hay respuesta mientras no lo decidan o sentencien “Pablo o Íñigo”. Sin embargo, muchos líderes podemitas son de palabra fácil y “verborrea” fluida; la cuestión clave reside en descubrir si, en la hojarasca de esta hinchada palabrería, existe una teoría de razonable contenido o se esconden unos charlatanes (“flatus vocis”) en los que naufraga toda teoría. Alcanzado el poder, parece que lo demás da igual y que lo único importante es mantenerse en él; como los políticos de siempre. Lo auguré en otro artículo anterior; es una de las consecuencias de reducir la política a tacticismos y estrategias para alcanzar el poder. No pueden dilapidar la ilusión que generaron. Muchos ciudadanos acogieron su irrupción en el Parlamento con esperanza, pero ante el caos actual puede cundir el hartazón, el desánimo y la frustración ciudadana. La euforia inicial generada está deviniendo en desencanto, con consecuencias muy negativas para ellos en particular y para la ciudadanía y la política en general. Necesitamos menos personalismos y más transparencia y verdad. Muchos ciudadanos, que no militamos en partido alguno, pero interesados y preocupados por el progreso social, político y económico del país, cansados de que al final todo sea más de lo de siempre, decepcionados de este partido emergente, viendo cómo están gestionando su incorporación a la política parlamentaria, sacamos la conclusión de que con ellos “Ni Podemos, ni Sabemos”.

Ni ‘Podemos’ ni ‘sabemos’