viernes. 29.03.2024

Manual de incompetencia

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“Reconocer el error es la forma más inteligente de volver a la verdad” 


Sin ser agorero ni augur ni pájaro de mal agüero, por este error de cálculo, temo que el Manual de resistencia de Sánchez puede devenir en manual de incompetencia

Decía Einstein que la mente es igual que un paracaídas, solo funciona si se abre. Y la mente de Pedro Sánchez y las de aquellos que con él han decidido el incomprensible embrollo generado en torno al debate electoral del día 23, están cerradas, impidiendo que el paracaídas que venía con viento a favor, según daban la mayoría de las encuestas, deje de funcionar y, como en Andalucía, contra todo lo esperado, le conduzca a “un batacazo”. En el “think tank”, laboratorio de ideas o gabinete estratégico de reflexión del PSOE, han medido mal; las consecuencias advenidas pueden ser graves para Sánchez y para el PSOE; ellos sabrán por qué se lo han buscado; pero el error y sus consecuencias van a recaer sobre los millones de ciudadanos, militantes y votantes de izquierda, que en esta elecciones vislumbraban con ilusión un gobierno duradero, garantía para avanzar con un proyecto de progreso que hiciera visible la viabilidad de políticas alternativas a las políticas conservadoras de las derechas, revirtiendo los recortes en el Estado del Bienestar y el retroceso en derechos y libertades por la irresponsable inacción del Gobierno del PP, frente a la urgencia de abordar los nuevos retos económicos, sociales, ambientales, tecnológicos. Recoge el programa electoral del PSOE que “el esfuerzo del Gobierno socialista debe tener continuidad, ya que queda mucho por hacer para garantizar a todos los españoles y las españolas una vida digna y un horizonte de esperanza”. Con esta torpe decisión, el horizonte de esperanza, como en estos días de Semana Santa, se ha oscurecido. Razón tenía San Agustín al afirmar que el orgullo y la soberbia nunca fueron buenos consejeros. Lo cantaba con otras palabras Bob Dylan: “Las paredes del orgullo son altas y anchas. No permiten ver el otro lado”.

Ya en la Antigua Roma, práctica tomada de los griegos, existían los “augures” que practicaban oficialmente la adivinación. Sin ser agorero ni augur ni pájaro de mal agüero, por este error de cálculo, temo que el Manual de resistencia de Sánchez puede devenir en manual de incompetencia. Es poco comprensible que teniendo Sánchez, en el Gobierno y en el partido, no sólo muchos asesores y consejeros (“augures”) cuya obligación es saber leer la realidad presente y cómo puede devenir en el futuro esa decisión, hayan sido tan obtusos para, en primer lugar, no conocer lo que piensan los militantes y votantes en torno a este “torpe embrollo de debates” y en, segundo lugar, no adivinar o prever, con cierta seguridad, lo que se avecina y puede suceder. Si ya necesitaba inteligente interpretación el eslogan de su campaña: “Haz que pase”; hoy, para muchos españoles, yo entre ellos, nos preguntamos asombrados: ¿Qué tiene que pasar para que pase? Se preguntaba en su obra La marcha hacia la locura, Bárbara W. Tuchman: ¿por qué los políticos se empecinan en realizan siempre políticas insensatas contrarias al sentido común y a los intereses de los ciudadanos a los que gobiernan, realizadas por un pequeño grupo con poder, al margen de los intereses del colectivo al que representan?

Considero poco razonable la decisión de la Junta Electoral Central, pues el sentido común dice que si varían las circunstancias (y la realidad de VOX y sus posibilidades futuras se imponen), no permitir su participación en el debate es un gesto de inflexibilidad jurídica que contradice lo que ha decidido en parecidas situaciones; está la hemeroteca. Pero el líder socialista no puede descargar la responsabilidad en la Junta Electoral Central (JEC) al asegurar que “él ha cumplido, pues ha sido la JEC quien lo ha modificado”. Tampoco puede alegar imposibilidad; existen días para acudir a las dos propuestas que están sobre la mesa: la de Atresmedia, con la que se había comprometido formal y públicamente y la de la TVE. La diferencia de fechas no es óbice, y más teniendo libres en su agenda ambos días: lunes 22 para TVE, como inicialmente se había fijado la invitación y martes 23, con Atresmedia, como se había comprometido. Por encima de conveniencias personales o de partido -confesables o inconfesables- está el valor de la palabra dada y comprometida.

No es de recibo ni nada justifica lo que ha dicho la ministra portavoz Celáa de que “en ausencia de Vox obviamente el PSOE prima el debate en la TV pública”, porque, de haber voluntad, ambos debates son posibles. Hacer honor a la palabra dada, además del valor ético y social, es la congruencia política entre lo que pensamos, decimos y hacemos. No en vano se dice que cuando el que gobierna incumple la palabra no debe extrañarse de que los ciudadanos le pierdan el respeto. De nuevo hay que dar la razón a Confucio cuando dice que “resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha perdido la confianza en sus gobernantes”.

Cuando Robert Michels condensó, mediante la “Ley de hierro de las oligarquías de los partidos”, la idea básica de que toda organización se vuelve oligárquica no andaba desencaminado. Se demuestra una vez más lo que decía: “Todos los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la gente y se confiesen comprometidos con ella, pronto se emancipan de ésta y se vuelven autoritarios El líder siempre buscará incrementar o mantener su poder a cualquier precio olvidando, incluso, sus viejos ideales”.

El presidente Sánchez no debe desperdiciar con este error la oportunidad que le daban, hasta hoy, las encuestas. Puede aprovechar las circunstancias o no. Hasta los más pequeños alumnos del sistema educativo saben que cualquier cantidad multiplicada por 0 es igual a 0.  Y el 0 de este error puede anular todo el capital conseguido, pues como en “la Ruleta de la suerte”, si caes en “QUIEBRA” pierdes todo lo acumulado. Muchas veces la astucia de los hombres ha intentado superar a la de los dioses, pero tarde o temprano, éstos lo advierten y el castigo puede ser terrible. Tal fue el caso de Sísifo, cuyo mito hoy en día parece tener más vigencia que en la antigüedad.

No se entiende, y sería inaceptable, el esperpento de una opereta bufa a la que la decisión de Pedro Sánchez está forzando: hacer un debate el martes 23, en TVE, al que sólo asistiría él - ¿con quién debatiría? -, y que, en Atresmedia, el mismo día 23, se diera el debate y al que asistirían sólo Casado, Iglesias y Rivera, como estaba programado y al que ya han comprometido su asistencia. La decisión de Sánchez y del PSOE tiene descontentas a todas las partes: a la televisión privada Atresmedia, con la que Sánchez y el PSOE se comprometió en acto público, a los trabajadores de RTVE, que han protestado contra la dirección de la cadena por haber modificado la fecha del debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno y a los ciudadanos que ven en el Presidente y en el PSOE intenciones mal explicadas y poco coherentes. Y con más razón, cuando la cadena pública había propuesto inicialmente la fecha del 22 de abril, cambiada finalmente al 23 para adaptarse a las necesidades del Presidente Sánchez. El propio consejo de informativos de RTVE ha emitido un comunicado en el que recriminan a la administradora única del medio, Rosa María Mateo, que haya cambiado la fecha sin tener en cuenta al resto de partidos. El propio presentador del debate en TVE, el periodista Xabier Fortes, se ha alineado con el resto de trabajadores de la cadena, rechazando la actitud de Rosa María Mateo, argumentando con razón que este tipo de decisiones ensucian la “imagen de independencia” del medio público. Tampoco los ciudadanos podemos aceptar que sea el propio Presidente quien provoque el descrédito de TVE con su ambigua decisión sobre el debate. Los debates televisados, necesarios en democracia, entre todos los candidatos a la presidencia del Gobierno, no pueden convertirse en una guerra de fechas y medios y desencuentros injustificables entre los partidos políticos.

Muchos ciudadanos confiamos en que lejos de egoísmos de partido, cálculos electorales y pretensiones mezquinas, nuestros políticos sabrán reconocer sus errores, ofrecerán gestos de nobleza y darán respuestas que estén a la altura de lo que esperamos los españoles. Hoy más que nunca hay que reivindicar la importancia honesta de la política y devolverle, entre todos, la credibilidad que, con situaciones como la que escribo, está perdiendo.

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