viernes. 29.03.2024

Juego de Tronos

iglesias errejon

“Toda persona … tiende instintivamente a conseguir el ‘optimum’ de las condiciones más favorables para mostrar toda su fuerza y alcanzar su ‘máximum’ en el sentimiento de poder; … siente horror frente a cualquier impedimento que se interponga en este camino; y no precisamente en el camino hacia la felicidad, sino en el camino hacia el poder…”

Friedrich Nietzsche (“La genealogía de la moral”)


Está comprobado que indignarse no era suficiente. Ese entusiasmo colectivo que significó el 15M y el surgimiento de Podemos, ¡qué rápido ha comenzado a desilusionar!  La gente, “los de abajo” - expresión con la que intentaron marcar diferencias con la clásica división “derecha-izquierda”, de nuevo asumida y utilizada- que confió en este proyecto, hoy se encuentra desorientada; se desdibujan “las plazas” y se acentúan los personalismos, las estrategias, las traiciones, la inmadurez política, las deslealtades: todo un carrusel emocional de ambiciones; el primer paso para buscar solución a los problemas es reconocer que existen. Mientras no se reconozcan y acepten, el espectáculo -tal vez el ridículo- puede aumentar. En Podemos hace tiempo que, entre tantas confluencias y movimientos corales que al inicio ilusionaron a millones de ciudadanos, se adivina o intuyen fuertes tensiones; ha empezado a perder identidad y a descender en intención de voto. De aquel “asalto a los cielos”, repetido con parecidas frases: “asalto a La Moncloa, asalto al Ayuntamiento, asalto a la Comunidad…”, se ha iniciado el “descenso”. Las incoherencias se están manifestando hasta situar a cada uno en su lugar. La trama de “Juego de Tronos”, la serie televisiva que entusiasmaba a Iglesias, se ha mimetizado en el partido y la “khaleesi Daenerys Targaryen” hoy se llama Manuela Carmena. Con triste ironía hay quien señala: “Podemos se está quedando en Pudimos”. Su brusca y meteórica aparición, anticipa ahora una gradual insignificancia.

Se está utilizando una palabra inaceptable, un “neologismo” que chirría a muchos que lo escuchan; hace referencia a un liderazgo mesiánico incomprensible en la sociedad del conocimiento y la democracia participativa, en tiempos en los que las redes sociales y la movilización ciudadana no consisten en desear un gobierno de la “aristocracia platónica”, de los “áristoi”, de los mejores; se trata de gobernar mejor, pero entre todos, sin “mesías ni salvadores”. Si la democracia es la manera más eficaz de convertir la inteligencia política colectiva en decisiones acertadas, trabajadas entre todos, dialogadas, sin líderes privilegiados, esa palabra, pronunciada reiteradas veces por Errejón, “carmenizar” la política, me parece insoportable; impropia de un joven político, muy avezado en el lenguaje del argentino Laclau, el filósofo de los significantes vacíos y de la metáfora rápida; Íñigo Errejón, inteligente y brillante, ante el torpe discurso y la deficiente oratoria de una mayoría de políticos, triunfa, seduce (verbo tramposo que también utiliza Manuela Carmena) por su “hábil decir”, pero aún tiene que demostrar su “eficaz hacer”. A pesar de su propósito, montar en una noche, no “de vino y rosas” sino de “empanadillas”, una plataforma de cambio con Manuela Carmena y algunos otros, bien sabe que no será el próximo presidente de la Comunidad de Madrid y tampoco ella continuará de alcaldesa. “Carmenizado”, Errejón utiliza un discurso bondadoso, muy cercano al que exhibe también la alcaldesa; discurso buenista, sin estridencias ni ruidos, pero de lugares comunes para alcanzar el poder, en el que se aprecian estrategias inteligentes, pero poco más. Siendo consciente de que habrá muchos votantes afines que criticarán esta opinión, lo que ha hecho Errejón tiene un nombre: deslealtad; no sólo a sus compañeros del Consejo Ciudadano, sino también a las bases de Podemos. Siendo hasta ahora el Secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político, ha sido muy hábil en lo segundo, su “cambio político” ha sido espectacular, pero con total desacierto en lo primero, su “análisis estratégico”; sin prever las consecuencias, ha desconcertado, ha dividido y puesto patas arriba a los compañeros de su propio partido y ha ofrecido facilidades a que, a “imagen y semejanza de Andalucía”, gobierne la derecha no sólo en el Ayuntamiento, sino también en la Comunidad de Madrid, como auguran ya algunas encuestas.

El pasado día 17, el que “fuera” candidato de Podemos a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, anunciaba que no concurrirá a las elecciones de mayo con las siglas de su formación sino con Más Madrid, la plataforma creada por la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, para los comicios municipales. Ambos, en carta conjunta, anunciaban querer extender la iniciativa también al ámbito de la Comunidad; para ello hacían un llamamiento: concitar las fuerzas progresistas y a toda la ciudadanía con o sin adscripción de partido. Siempre ha habido políticos que no solo se creen superiores moral e intelectualmente, que lo que hacen ralla la perfección y que quienes no comparten sus estrategias, decisiones y gestión, son poco menos que pobres ignorante. De hecho, el exdiputado Errejón, que no acudió a la cita el pasado miércoles del Consejo Ciudadano, no va a renunciar a ser cabeza de lista con su nueva plataforma, aunque abogue por “abrir y sumar”. Ambos bandos -Podemos y Más Madrid- concuerdan en el objetivo último, pero no concretan el método para conseguir la confluencia. Más Madrid seguirá con o sin Podemos. Es decir, en vez de “abrir y sumar”, él y Carmena en la práctica han optado, en mi opinión, por “cerrar y restar”. No son capaces de ponerse de acuerdo, pero se consideran capaces de gobernar una ciudad y una Comunidad como Madrid.

Podemos, Pablo Iglesias en especial y algunos de sus cercanos, han ido vendiendo, con un optimismo y entusiasmo poco realistas, unos logros que les han resultado fallidos; se referían a Ada Colau en Barcelona y a Manuela Carmena en Madrid: “las alcaldesas del cambio”. En estos momentos, ambas han marcado claras distancias con Podemos. La venta publicitaria que Podemos ha hecho de su gestión, no la han comprado demasiados ciudadanos ni barceloneses ni madrileños. Aquellas expectativas de triunfos y logros exitosos, sin confiar demasiado en las encuestas, pero como referencia para un análisis, en Madrid, el porcentaje de madrileños satisfechos con su gestión alcanza sólo el 26% de los madrileños; porcentaje que aumenta en los segmentos de edad más jóvenes y disminuye con los de edad más avanzada. En la valoración de los miembros del Gobierno municipal, ni siquiera Carmena, aunque mejor valorada que el resto de su equipo, aprueba: un 4,9 entre los madrileños más jóvenes (30-40 años) y 2,8 los mayores de 65 años.

Decía Pablo Iglesias en un comunicado al Consejo Ciudadano con manifiesta resignación que “Carmena no es lo que fue, pero que representa lo más útil que hay para impedir que la derecha reconquiste el poder municipal en Madrid”. Es cierto que, comparada con Ana Botella, no hay color; Botella ha sido el mayor desastre que ha tenido un alcalde en Madrid, desde los anales de la historia. Pero tampoco Carmena ha sido “una maravilla” para querer convertirla en “objeto de deseo”, un modelo obligado a imitar, hasta “carmenizar la política”. Ahora Madrid gobierna desde 2015 la capital; y, sin embargo, persisten grandes desigualdades, importantes errores y no pocos problemas; problemas que en un 90% resuelven con acierto los funcionarios municipales sin que intervengan la alcaldesa y su discutible equipo. No llego a entender cómo Manuela Carmena, mujer de experiencias e historia democrática, no es capaz de ver el alcance destructivo que su plataforma Más Madrid y sus decisiones a espaldas de un partido que la aupó donde ahora está, pueden ocasionar en el proyecto transversal de la izquierda, sin tener que ser ella quien lo lidere. Ella no tiene partido, pero desbarata a partidos que aún están consolidándose. En democracia no son buenos los personalismos. Si la esperanza de la izquierda está en ser “carmenizada”, mal vamos. Es verdad que tantos años de gobierno del PP no se revierten en una legislatura de cuatro años; pero eso pensaban Podemos y Ahora Madrid, que en cuatro años todo iba a cambiar. La pregunta es directa: ¿qué ha hecho Carmena y su mochila, de excepcional? Va a resultar que cumplir las obligaciones y responsabilidades que uno asume por el cargo que ocupa y por el que se le paga, entra en la categoría de la excelencia o en el grupo de los héroes. Hacer lo que uno debe hacer (“comme il faut”, en expresión francesa), ya sea profesor, electricista, médico, minero…, no convierte a nadie ni en excelente ni en héroe, sino llanamente en buen profesional.

Recuerdo las palabras del Cardenal Tarancón que en la homilía de la Coronación le dirigió al rey Juan Carlos: “Majestad, ¡no dejéis que la adulación entre en vuestra casa!”. Desde un sector de la izquierda, la adulación con Carmena ha sido un exceso y que Errejón, porque se expresa mejor que otros, puede ser un buen presidente de la Comunidad de Madrid, un disparate; están demostrando cierta soberbia intelectual. Como en la leyenda alemana del flautista de Hamelín, creen que con la “flauta carmenizada” van a atraer los apoyos necesarios para conquistar la presidencia de la Comunidad. Ya dijo Carmena, con desprecio a su propia inteligencia y a los madrileños, -ignoro si se ha retractado- que, de no conseguir la alcaldía, no se quedaría en la oposición: “si no consigo la alcaldía me voy a mi casa”.

Íñigo Errejón ha acusado a Pablo Iglesias de “llevar a Podemos al conformismo, la desilusión y el inmovilismo, pues la democracia implica moverse y dar pasos”. La democracia, señor Errejón, exige muchas más cosas que moverse y dar pasos: exige, sobre todo, coherencia y lealtad. Hace días, en una entrevista en La Sexta afirmaba: “lo más irresponsable es que cuando todo el mundo sabe que hay que hacer algo, lo peor es esconderse en su trinchera. A veces hay que atreverse y congregar a más gente. En la vida hay que tener ambición política para transformar las cosas... Hay que recuperar la capacidad de escuchar. Cuando las cosas no van bien hay que hacer un esfuerzo para sobreponerse a la comodidad de ir al trantrán. A veces hay que reaccionar, volver a tener la capacidad de ilusionar a mucha gente”. Olvida Errejón que lo que hoy dice, ya lo dijo hace 5 años cuando, ilusionado, fundaba Podemos. ¿Qué ha hecho, entonces, en estos años “coliderando” el partido y siendo diputado? Si lo que hoy promete no le funciona con Más Madrid, ¿volverá a cambiar de opinión y estrategia, para volver a repetir lo mismo dentro de unos años con otra “carmena” y otro “más Torrejón”? No hay que descartar, pues, que, si no llega a la presidencia de la Comunidad, se despache con “lo de la zorra y las uvas”: los electores -dirá- “están verdes”; no están preparados, no saben lo que se pierden; sería la justificación del soberbio impotente y sin complejos. Ya aconsejaba Quilón de Esparta, uno de los Siete Sabios de Grecia: “No ansíes lo imposible”; o Leonardo da Vinci: “El que no pueda lo que quiere, que quiera lo que pueda”. Sería lamentable llegar a escuchar a ambos -Errejón y Carmena- echar la culpa de su fracaso a las circunstancias. Es lo malo que tiene endiosar a las personas: llegan a creerse el centro del Universo.

En un proyecto coral, nadie es imprescindible. Algo tan obvio, puede no parecerlo a quienes se creen imprescindibles. Una elevada autoestima puede llevar a situaciones de estrés de engreimiento y ridículo, difíciles de superar. Produce rechazo moral contemplar a aquellos que, como “drones humanos”, se elevan despreciativos por encima de los demás, considerándose, en expresión de Galeano, “los alguien”: los que siempre se sienten triunfadores, los imprescindibles; los que, por la adulación de otros, se consideran los mejores; los que buscan el poder con la ayuda de otros y, si no lo consiguen, les dejan en la estacada; quienes se creen superiores por haber alcanzado en política, con el apoyo del partido, lo que no hubiesen alcanzado por méritos propios; los que quieren ser obedecidos pero no saben mandar; los que prometen lo que saben que no pueden cumplir; los que no se arrepienten de los errores cometidos…

Hoy más que nunca hay que reivindicar la importancia social de la política y devolverle, entre todos, la credibilidad que ha perdido. Decía Víctor Hugo que “entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta complicidad vergonzosa e irresponsable”. Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír. Todos los partidos políticos afirman que desean el diálogo y recuperar la relación de convivencia ciudadana; la realidad en cambio nos dice que están más preocupados por impedir que sus relaciones encajen al tener proyectos encontrados y enfrentados; una forma insidiosa de falsear la realidad es presentarla de forma incomprensible. Hay formas de salirse de un proyecto colectivo y la que ha escogido Errejón es la deslealtad; pretende, además, disfrazarla de una presunta altura intelectual y honesta y sincera crítica: “Podemos -dice- ya no es el partido que él fundó; Más Madrid y Carmena representan ahora los ideales originales de Podemos”. Pero yo le digo: un hombre vale lo que vale su palabra y su lealtad.

Charles Tatum es el ambicioso e insaciable periodista que creara Billy Wilder en la película “El gran carnaval”: un hombre capaz de cualquier cosa para lograr el éxito. “Yo no provoco los sucesos -decía-, lo único que hago es contarlos. Esto es lo que le gusta leer a la gente en el periódico y yo voy a dárselo. Mañana este será el periódico de ayer, y lo tirarán a la basura”. Y es que a veces, tras cosas que parecen insignificantes, tras el “buenismo” del altruismo y la generosidad, se esconden grandes ambiciones que arrasan con todo aquello que se interpone a su paso. Las tareas son imprescindibles, pero no las personas que las ejecutan. No hay ningún puesto que no sea sustituible. En la cima de la popularidad hay quien es incapaz de gestionar correctamente su éxito. Con estos ingredientes es cuestión de tiempo que el conflicto de Podemos se convierta en un circo, (en un gran carnaval) pues el hombre alejado de la razón, con el ansia del poder e inmerso en la emoción es manejado fácilmente por quienes desean obtener un beneficio de ello. Las batallas internas están sacudiendo el partido que fundaron Iglesias y sus amigos. Podemos, si quiere subsistir, tiene escasas opciones, integrarse en la plataforma de Más Madrid, negociando desde una posición de debilidad en la que el margen de maniobra y acción lo lideran Carmena y Errejón, tragándose todas las críticas, insultos incluidos, que les han lanzado, o competir con candidatura propia. Como en el cuento, todos veíamos que el rey (Iglesias) estaba desnudo. Pero con él no ha habido ni siquiera un niño ingenuo que le dijera la verdad. Recurro de nuevo a la película de Wilder, en el diálogo entre el protagonista (Chuck) y el director del periódico “Sun Bulletin” (Sr. Boot) sobre el joven fotógrafo Herbie: Chuck: No sienta lástima por él, ¿qué le hace pensar que el Sun Bulletin es a todo lo que aspira un chico como Herbie? No pretenda que el chico se quede quieto. ¡Quiere avanzar, avanzar, avanzar! Sr. Boot: Pero ¿hacia dónde?

Esa es la pregunta: ¿hacia dónde, para qué y cómo quieren avanzar las llamadas izquierdas? Deberían tener claro que donde todos piensan igual es porque nadie piensa mucho y que progresar significa, simplemente, cambiar de equivocación. Ningún proyecto político encierra todas las soluciones a todos los problemas. La solución está en el pacto y en el diálogo, en el proyecto común compartido. Se distancian los partidos cuando se empiezan a comparar y señalar los errores del otro. Cada uno debería decirse: No queremos ser mejor que nadie, solo queremos ser mejores que nosotros mismos. Vivimos en un mundo al revés en el que el bueno tiene que ir al psicólogo para aprender a sobrellevar las cosas que hacen los ineptos o los soberbios.

Un diario de tirana nacional ha iniciado una campaña con una pregunta sencilla: ¿Y tú qué piensas?: es un llamamiento al pensamiento crítico de los ciudadanos para comprender el mundo. Sobre Podemos, Carmena y Errejón, me hago la pregunta y pienso: tengo la sensación de que los diferentes líderes políticos quieren repetir lo que el historiador latino Tácito, en su obra Historias, al referirse despectivamente a los sucesores de Pilatos como prefectos romanos en Judea, decía: “Ejercían el poder de un rey con el alma de siervos”. Siervos a la ambición de poder. ¿De qué me suena?

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