viernes. 19.04.2024

¡Esperpento!

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“El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”.
Ramón María del Valle-Inclán


Luces de bohemia, la obra maestra de Ramón María del Valle-Inclán, es una visión crítica de la sociedad española; una gran caricatura, una sátira de España y los españoles en la época en la que le tocó vivir. El Madrid que Valle-Inclán pinta en su obra es un Madrid absurdo, sórdido, deformado y encanallado de principios del siglo XX. Es la primera y la única obra en la que aparece la definición de lo que es, según él, un esperpento; pone la definición en boca del protagonista, Max Estrella: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada… Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas”. Los espejos cóncavos y deformantes hacen referencia al callejón Álvarez Gato, próxima al antiguo teatro del Príncipe, clara referencia para los lectores de la época, callejuela del centro de Madrid en el que había un comercio en cuya fachada, como atracción, había varios espejos cóncavos que deformaban la figura de los que en ellos se miraban. En su obra hace desfilar un abanico de personajes, ambientes y situaciones sumamente variopintos que condensan una época, un mundo caduco que reúne la superstición y la ignorancia, la degradación del humilde, la prepotencia de la policía, la inoperancia de la burocracia, la política estéril y personalista... Una España aparentemente brillante, pero en trance de ruina. Bien sabemos que las imágenes más hermosas en un espejo cóncavo son absurdas, se degradan, y con la degradación se llega a lo absurdo; de lo bello se pasa a lo esperpéntico.

La base del esperpento es la deformación de la parodia y la degradación de la realidad; en el esperpento se dan cita lo grotesco y lo trágico; es la síntesis dialéctica entre la farsa y la tragedia que provoca en nosotros una impresión profunda, dolorosa, pero lúcida, sobre la realidad. La indefinida frontera entre la tragedia y la farsa es el armazón sobre el que se construye el esperpento; es así como en España la tragedia se convierte en un espectáculo inquietante pero cómico. Pero detrás de lo bufo, lo grotesco, lo cómico y lo absurdo se vislumbra siempre una situación dramática. Es verdad que Valle-Inclán no añade ningún vicio que la sociedad española no tenga ya, pero deforma los que ya tiene. Es como la RAE sintetiza y define el esperpento: género literario que se caracteriza por la presentación de una realidad deformada y grotesca y la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula.

En política se puede hacer todo, menos el ridículo, decía Tarradellas; pero muchos escenifican aún algo peor: “el esperpento”

Al igual que el esperpento vale para desenmascarar la fealdad del mundo real y mostrar lo absurdo de éste, el esperpento nos sirve para definir la actualidad de la realidad de la pandemia que estamos contemplando y viviendo entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España. Si los personajes esperpénticos y las situaciones en las que estos se hallan en la obra de Valle-Inclán no se los inventa, sino que están sacados de la vida real, los actores que vemos en esta situación tragicómica de la Comunidad de Madrid, tampoco los inventamos, tienen nombre e imagen: Isabel Díaz Ayuso y su gobierno. No les importan los problemas que causa la pandemia, ni los que les causa y afecta a los ciudadanos, sino el desgaste político del gobierno de Pedro Sánchez, actor con parte de su gobierno también de esta tragicomedia. La pregunta que muchos nos hacemos es ¿qué pinta Ciudadanos y su silencio en esta situación? Ignacio Aguado es el ejemplo claro de la inutilidad con cargo; y cuando dice “algo”, el grito silencioso de su presidenta le deja públicamente en evidencia. Quieren ser el centro, pero para estorbar.

En psicología social se dice que es importante aprender a leer a las personas rápidamente a través de sus gestos y sus mentiras encubiertas y detectar sus engaños, incapacidades y manipulación. La presidencia y el gobierno de la Comunidad de Madrid no están siendo solidarios con los madrileños. Se están produciendo situaciones que afectan gravemente a la salud de los ciudadanos. ¿Cómo es posible que en estos momentos en los que se acrecientan las dudas y la incertidumbre de los ciudadanos estén enredados en problemas de procedimientos? Contemplan la democracia y la salud desde el conflicto, no desde el acuerdo y el consenso, hasta el colmo, como Torra en la Generalitat, de amenazar con la desobediencia institucional, llevando los problemas a los tribunales, en lugar de resolverlo mediante el diálogo sincero y no el de “las banderas”. Así se expresaba hoy Díaz Ayuso “Este Gobierno que presido no está en rebeldía y cumplirá todas las órdenes, pero iremos a los tribunales para defender los intereses legítimos de los madrileños”, horas después de que el Ministerio de Sanidad publicara en el Boletín a2Oficial del Estado la orden para aplicar restricciones en las ciudades con el mayor número de contagios. Tensionan los debates; basta verlos en los parlamentos, nacionales o autonómicos. El Partido Popular ha entrado en la loca lógica política de la confrontación y la desobediencia. Tenemos una clase política esperpéntica. Intentan apagar los incendios que ellos mismos ha creado apenas con una regadera. Cuando más les necesita la ciudadanía, más abandonada se siente. Durante estos oscuros meses, los ciudadanos, en su mayoría, ha actuado respetando las recomendaciones y decisiones para frenar la curva, pero después de tanto dolor, incluida tanta muerte y tanto sufrimiento, lejos aún del momento final de esta horrible pesadilla, su ineptitud demostrada es disparatada y esperpéntica. Es oportuno recordarles siempre, pero más ahora, que el pueblo no olvida: las urnas serán la prueba.

La señora Ayuso está demostrando - es una evidencia creciente -, que no tiene ni el perfil ni la talla para ser la política que necesita hoy Madrid; además de su demostrada ineficacia, manifiesta una arrogancia narcisista rayana en lo patológico, arroja el sentido común y la capacidad para argumentar y razonar con lógica política por la ventana tan pronto como siente que su poder y autoridad están amenazados.

Habiendo iniciado este artículo recurriendo a una obra teatral, lo acabo con otra expresión muy cercana al mundo del teatro y de los actores: “Hacer mutis por el foro”; expresión que significa “salir de escena” y que, por extensión, se aplica en la lengua general para aludir a irse de algún sitio. Es lo que deberían hacer muchos políticos en la actualidad: “hacer mutis por el foro”, o sea, dimitir. La primera, en estos momentos, la señora Ayuso. Pero “entronizados” como están en sus sillones, abandonar esas “mamandurrias”, es un sueño imposible. En política se puede hacer todo, menos el ridículo, decía Tarradellas; pero muchos escenifican aún algo peor: “el esperpento”.

¡Esperpento!