sábado. 20.04.2024

De "chisteras", "banderas" y "lazos amarillos"

banderas

“El futuro nadie lo conoce, pero el presente avergüenza a los dioses”.
Sófocles (Antígona)


Los pasados días, el presente y los que vienen, se están convirtiendo en un termómetro para medir la realidad de la calidad democrática que tenemos y la altura política de nuestros líderes. La frivolidad y el simplismo con los que algunos líderes están respondiendo a la complejidad de la presente realidad, entristece y preocupa; ante el futuro incierto del país, surge la pregunta: ¿en manos de quiénes estamos? Los ciudadanos esperábamos, como otros lo esperaban y se consiguió con los políticos de la transición que, con estos nuevos líderes, aprendida la historia, surgiría una nueva política; con su inexperiencia y ambición han resultado políticos líquidos, según la terminología de Bauman; demasiado retóricos, pero sin ideas ni valores; nuevos sí, pero con un billete de viaje hacia el pasado. Nuestro pensador Ortega en su obra “España invertebrada” recuerda unos versos de Eugenio de Nora, que constituyen una amarga denuncia del pasado, pero también albergan esperanza en el futuro: “¡España, España, España! Dos mil años de historia no acabaron de hacerte...” En estos momentos de escasa voluntad para el pacto y de excesiva teatralización en los discursos y las gruesas palabras, se podrían traducir así los versos: “¡España, España, España!; 40 años de democracia no acabaron de cambiarte…”

Demasiados ciudadanos estamos hartos de confiar en quienes con tanta frecuencia nos engañan. Decía Nietzsche: “no me molesta que hayas mentido; lo que me molesta es que ahora no puedo confiar en ti”. Una vez más la tentación ciudadana es no confiar en los políticos: ni en el gobierno ni en la oposición. Confiar en quien con tanta frecuencia decepciona conduce al pesimismo político y al hartazón en “las urnas”. Los políticos deberían tener claro, pues la experiencia enseña que, si la confianza de los ciudadanos no es correspondida, tarde o temprano se convierte en frustrante decepción. 

Las torpezas del gobierno socialista en la explicación de algunas de sus políticas, la radicalización y las contradicciones insultantes del Partido Popular y Ciudadanos en competición con la ultraderecha creciente de VOX y la irresponsabilidad injustificada de unas fuerzas independentistas decididas a infligir cualquier destrozo al sistema democrático antes de reconocer que carecen de mayoría para imponer su programa de secesión, han alimentado la tensión política con un futuro imprevisible, cargado de sorpresas e incertidumbre. Los ciudadanos tenemos derecho a saber qué quiere hacer cada uno de los partidos que han creado esta situación de parálisis y ellos tienen la obligación de responder; no basta con ese simplismo machacón y ansioso de “elecciones ya”, sino saber para qué y con qué proyectos van a ser capaces de resolver los problemas actuales; no basta con diagnosticar los problemas, es necesario presentar soluciones sensatas, solidarias, sociales, posibles, que nos hagan avanzar y no retroceder, mejorando las condiciones de la ciudadanía. No es suficiente prometer “pan, trabajo y paraíso”. El “pan” (los salarios, las pensiones dignas -para hoy y el futuro-, la educación, la sanidad, la dependencia, la igualdad de género sin violencia…) tiene que estar garantizado; el “trabajo”(salario digno, empleo de calidad y estable, garantías justas en los derechos, igualdad sin brechas salariales de género…) tiene que estar también garantizado; y el “paraíso”, ecológico y laico, aquí en la tierra, en el día a día, con una vida y vivienda dignas, ese paraíso que defienda los derechos humanos y las libertades de todos y no sólo de los que se los pueden pagar, tiene que estar garantizado también.

En una democracia seria ni el gobierno se puede permitir ocurrencias sacando “conejos de la chistera”, ni la oposición en ansia adolescente, con el fin de alcanzar el poder, utilizar “España y la bandera”o los “lazos amarillos”jugando con fuego. Vivimos en un país de agitadores “de banderas y lazos”. Con marcada ironía y humor amargo lo escribía hace días El Roto en uno de sus filosóficos ensayos gráficos: un matrimonio y, al fondo, un paisaje con fuego: “Se acerca el incendio”, -dice ella-. Y él contesta: “¡Confía en los pirómanos!”. La concentración del pasado domingo en la plaza de Colón y el rechazo del proyecto de los Presupuestos General para 2019 en el Congreso de los Diputados con los votos de PP, Ciudadanos e independentistas catalanes, no ha sido otra cosa que el ansia de poder electoral, cargado de un tremendismo retórico, incendiario y patriótico contra la “deriva suicida” de Sánchez, convocada por “los tres hijos políticos de Aznar” que, según el refrán, “ninguno era bueno”, y un ataque de irresponsabilidad de los partidos independentistas catalanes, incapaces de diferenciar la aprobación de los Presupuestos con su reivindicación de la autodeterminación; irresponsabilidad impropia del “seny” que les caracteriza al permitir, con su voto en contra, que esa mayoría que hizo posible la moción de censura contra Mariano Rajoy haya quedado rota, dejando abierta la posibilidad de que en un futuro gobiernen “las tres derechas”, dificultando aún más poder negociar esa reivindicación por la autodeterminación que tanto desean. Volar los puentes ha sido un error. A Torra, Puigdemont y a “sus lazos amarillos” hay que recordarles lo que Séneca sostenía: “Aprendí que la gente no cambia; sólo se comporta bien cuando quiere conseguir algo”.

No es admisible en el gobierno de Sánchez que “la magia” sea protagonista en la política: “no se pueden sacar conejos de la chistera”, ni “momias de El Valle de los Caídos”, si no se tiene claro si se puede, cuándo se puede y cuáles son las consecuencias. Visto lo visto, el error de percepción del gobierno Sánchez ha sido una enorme estupidez y decepción: una más. Para cualquier gobernante resulta negativo cometer errores de percepción, es decir, interpretar la realidad de forma selectiva en base a sus intereses sin tener en cuenta las consecuencias; sucede con demasiada frecuencia en todos los partidos políticos; también al presidente Sánchez y su gobierno. Sin analizar errores pasados, lo sucedido con el caso de “el relator” ha sido una torpeza de importantes consecuencias; se ha visto estos días. ¿Cuál era la razón que justificaba esta figura y su oportunismo? y, aunque fuera importante y oportuna, ¿era necesaria en este momento?; ¿existían razones bien armadas con explicaciones claras para hacerlas creíbles? No es inteligente arruinar las oportunidades, pues no se entiende lo que no se sabe explicar. La precipitación, la ambigüedad en la elección del término y la torpeza explicativa de la vicepresidenta han tenido consecuencias tan negativas en la realidad política de estos días que lo que era una ocurrencia contingente, pura coyuntura, simple anécdota, se ha convertido en una categoría imprescindible y necesaria para el diálogo con el independentismo catalán; tenía Carmen Calvo que haber adivinado que lo del “relator”, en el ánimo de los independentistas era en realidad un mediador internacional en un conflicto entre dos estados; y para Casado, Rivera y sus voceros, una traición más grave que lo “del 23F, para quienes, como ha dicho el peneuvista Aitor Esteban en su intervención en el Congreso, “con su actitud y su forma de hacer oposición la verdad no importa”; esa falta de visión se ha convertido en un sunami político que ha arrasado la estabilidad del gobierno, la posibilidad de aprobar unos presupuestos sociales, el cabreo injustificado del independentismo catalán, la desmesura patológica de la oposición, la exaltación patriótica de miles de banderas y la guerra de cifras en Colón, incluida la foto de la vergüenza de las “tres derechas”.

¿Era tan grave lo de “el relator”? Ni grave ni era la primera vez que, durante el tiempo de la transición democrática, ha habido necesidad de encontrar relatores, mediadores, notarios o conductores… Con diversos nombres, Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy los tuvieron. A Albert Rivera y Ciudadanos, pero, sobre todo, a Pablo Casado y al PP, hay que recordarles que fue Aznar en noviembre de 1998, el que anunció que, a través de mediadores, se habían iniciado contactos con el entorno de ETA al que llamó, no banda terrorista, sino Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) para abrir un proceso de paz. La desmemoria de estos líderes es infinita y su sobreactuación y cinismo, peligrosos.

Para la que han montado en Colón y sus consecuencias, no es comprensible que estos novatos líderes ignoren que las técnicas de negociación y de mediación son consustanciales a la política; ¡qué torpes o necios son los que tropiezan y se envaran en las sutiles piedras en el camino del lenguaje y del diálogo! Remito a la lectura del esclarecedor trabajo de la profesora Paloma Román Marugán “La mediación política: concepto, procesos y problemáticas”; la mediación política -sostiene- ha sido una actividad especialmente útil para manejar los conflictos en el seno de las sociedades democráticas; la mediación ha sido una práctica frecuente y eficaz para solucionar los conflictos difíciles, teniendo clara la finalidad del objetivo; para lograrlo se necesita precisar las líneas a marcar, la claridad en los conceptos empleados, los tiempos, las dificultades, su base negociadora y también su relación innegable con la política llevadas a cabo por los partidos en el gobierno durante los momentos en los que se ha ido generando el conflicto, particularmente los conflictos profundamente arraigados, como es el caso catalán por la torpeza y desgana del gobierno de Rajoy y del partido popular; durante su mandato no sólo no amainaron su intensidad sino que, como pirómanos, lo intensificaron y retroalimentaron hasta convertirlo en un incendio. 

Habiendo dejado los populares el muerto “ahora quieren que otros lo resuciten”, y, encima, insultan en las plazas y en el parlamento a quienes han intentado buscar la solución mediante el diálogo. ¡Qué impostura! El voto negativo de los grupos independentistas catalanes a los presupuestos ha demostrado al PP y a Ciudadanos que el chantaje al gobierno de Sánchez, que con tanta indecencia han criticado, era mentira. Se inventaron escenarios falsos en ese Manifiesto leído en la plaza de Colón, por tres periodistas a los que hay que recordar que en el periodismo el periodista debe trabajar con la verdad y no con el servilismo. Fue un manifiesto plagado de mentiras: entre otras mentiras y falsedades la del encabezamiento: “estamos reunidos en esa concentración para manifestar nuestro más enérgico rechazo a la traición perpetrada por el Gobierno de España en Cataluña”; que la propuesta de “el relator o mediador o figura semejante” suponía una humillación del Estado sin precedentes en nuestra vida democrática; que el Gobierno de Pedro Sánchez decidió dar una puñalada por la espalda a la ley y a la justicia aceptando los términos y exigencias impuestos por el Presidente de la Generalitat, señor Torra; que el Gobierno había cedido al chantaje de aquellos que quieren destruir la convivencia ciudadana en nuestro país renunciando a defender la dignidad de los españoles, con el único objetivo de mantenerse en el poder. Incluía en su relato una serie de cesiones intolerables: rendirse a los lazos amarillos, el traslado de presos políticos a la cárcel de Lledoners, aceptar la bilateralidad entre iguales en la reunión de Pedralbes, torcer el criterio jurídico de la Abogacía del Estado, aceptar las 21 exigencias del secesionismo, iniciar unas negociaciones para aprobar los Presupuestos Generales del Estado ofreciendo a cambio la soberanía nacional; es decir, una cesión total del Gobierno ante quienes quieren acabar con la democracia y el orden constitucional. Finalizaba así ese exaltado Manifiesto: “Hoy estamos aquí reunidos para decirle al Gobierno de España que no estamos dispuestos a tolerar más traiciones ni concesiones frente a aquellos que quieren destruir nuestra patria. Estamos aquí para decir alto y claro que la unidad nacional no se negocia. Por todo ello, exigimos al presidente del Gobierno la convocatoria inmediata de elecciones generales para que todos los españoles puedan decidir su futuro”.

Escuchadas una a una y por separado esa sarta de falsedades, sería soportable; pero escuchadas todas juntas, en el marco de ese “pinchazo numérico de asistentes ondeando banderas”-a tenor de las expectativas que tenían las derechas convocantes no fue un éxito-, su audición fue insoportable para cualquier ciudadano sensato, o, al escuchar la lectura por los “tres tenores”, motivo de risa como las letrillas de las chirigotas de los carnavales de Cádiz o un monólogo del club de la comedia. Hay políticos que se consideran tan importantes que nunca abren una puerta por sí mismos porque esperan que otros se la abran. Ayer mismo, hinchado por ese orgullo gesticulante que le caracteriza, gozoso por haber conseguido rechazar los presupuestos del Gobierno, con esa altanería impropia de un político sensato, decía Casado a los periodistas en el Congreso: “Si no hubiese habido esa gran movilización en las calles, esa inmensa gente que de los balcones bajó a las calles, hoy se hubiesen aprobado unos presupuestos imposibles, irresponsables y suicidas, apoyados por aquellos que quieren destruir nuestra patria”.Para él, las cifras de asistentes habían sido un éxito; en su argumentario, con cualquier resultado, el éxito estaba garantizado para legitimar el relato de la falsedad; para otros, en cambio, así lo recoge alguna prensa nacional e internacional, fue un pinchazo. Solemos decir que “los árboles tapan el bosque”, pero en este caso “las banderas ocultaban los vacíos”. En realidad, ¿fue un éxito o un fracaso?: en estos casos, el criterio válido no es el cuantitativo sino si se han cumplido o no las expectativas esperadas; y las expectativas, a ojos imparciales, fue la asistencia a una manifestación normal, como muchas otras, habiendo sido convocada por todas las fuerzas de la derecha, incluida falange y otros sectores ultras, y puesto a disposición de cuantos quisieran acudir del territorio nacional, un servicio gratuito de autobuses. El reparto gratuito de unas bolsas de naranjas o de patatas excedentes ha concitado mayor número de asistentes en la Plaza Mayor que la manifestación del domingo en la plaza de Colón. En el fondo la pregunta es ¿quién ha ganado en ese acto? Sin duda, VOX, el partido que no está en las instituciones. Subrayando la gratuidad de la excusión: ¿quién ha contabilizado a la mayoría silenciosa que no fue a Colón? ¿Quién habló allí por ella? No es infrecuente que después de un subidón que genera expectativas, llegue el bajón de la realidad. Es lo que les ha pasado a PP, a Ciudadanos y a Vox, las tres derechas que llamaron a los españoles a protestar en la plaza de Colón contra Pedro Sánchez por su diálogo con la Generalitat de Catalunya. A la espera del recuento en las urnas en esas elecciones generales que tanto reclaman, quisieron medir sus fuerzas en la calle y el resultado no fue el esperado. No se puede legitimar un relato con la falsedad de un argumentario. Razón tenía Kant al decir que “el sabio puede cambiar de opinión, pero los necios, nunca”.

Alguna vez pudimos creer que este era un país serio, que sabíamos a quién queríamos parecernos y adónde queríamos llegar. Avergüenza comprobar hasta qué extremo algunos políticos y representantes de nuestras instituciones han defraudado esa creencia, pisoteando el respeto que deben a los ciudadanos que les han votado. La corrupción del discurso político es evidente y se está haciendo contagiosa; uno dice una brutalidad y los otros apuestan por otra mayor. El discurso pervertido, mentiroso, demagógico, descalificador se convierte en un arma potente en boca de quienes lo adulteran; son conscientes de que les proporciona réditos electorales. El principal referente de la oposición y líder del PP, Pablo Casado, en un arranque desenfrenado y populista descalificó -para él era describir la situación-, al presidente del Gobierno con una serie de epítetos insultantes y reiterativos: “felón”, “incapaz”, “ilegítimo”, “traidor”, “mentiroso compulsivo”, “incompetente”, “mediocre”, “okupa” o “catástrofe política”,por el anuncio del Gobierno de aceptar la figura de un relator en Cataluña llamando a la movilización ciudadana como vía de presión para desalojarle de La Moncloa. Ignoraba el señor Casado que estaba hablando con su “propio espejo”.Un político con sentido de Estado modera los extremismos y radicalismos; Casado, con estos epítetos insultantes, está intentando todo lo contrario, radicalizar a los suyos.

Algo parecido hay que decir de Rivera y “Ciudadanos”. El objetivo último declarado por los convocantes de la manifestación iba más allá del lema de la pancarta; su objetivo era lograr, mediante la presión de la calle, que el presidente del Gobierno se fuera y convocase elecciones generales de inmediato. Los representantes políticos serios, los que aspiran a gobernar el Estado no pueden arrojar los problemas de los balcones a las calles; sería un disparate democrático conceder igual valor a las instituciones que a las calles. Después de ver la fotografía de la vergüenza, definitiva para la historia, hay que preguntar a Rivera y a sus “Ciudadanos”, mientras se les recuerdan las olvidadas palabras, dónde han quedado aquellas esperanzadas promesas de cambio y regeneración. 

El historiador británico Arnold J. Toynbee, teoriza en su obra “Un estudio de la Historia”, que todas las civilizaciones provienen del deterioro de la “minoría creativa”, que ocasionalmente deja de ser creativa y degenera en una “minoría dominante”, forzando a la mayoría a obedecerla sin merecer tal obediencia. Sostiene que las minorías que fueron creativas se deterioran debido al orgullo por sus logros anteriores, por el cual se convierten en soberbios, acríticos e incapaces de gestionar adecuadamente los siguientes retos y tiempos. Aquellas minorías creativas son grupos no necesariamente numerosos, pero bien estructurados, convencidos, activos y expertos, que difunden eficazmente sus ideas y programas mediante medios de comunicación nuevos, como las redes sociales, hasta lograr, con el paso del tiempo, un cambio social y político profundo y democrático.

Utilizando la teoría de Toynbee, en estos momentos de deterioro no de “las civilizaciones” sino de nuestro momento político, todas“nuestras minorías creativas”,es decir, nuestros partidos políticos, a los que hay que conceder que iniciaron su andadura política también como grupos poco numerosos, bien estructurados, convencidos, activos y con ideas altruistas, que exponían sus programas con la ilusión de crear progreso y bienestar para los ciudadanos con el fin de conseguir un cambio social y político profundo y democrático, han degenerado en“minorías dominantes”, forzando a la mayoría de ciudadanos a obedecer sus programas sin merecer tal obediencia. Entristece ver que son los propios políticos quienes contribuyen al fracaso de la política. Asusta ver la bisoñez inmadura de ciertos jóvenes políticos si llegan a alcanzar la presidencia del gobierno.

En Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, el personaje de Luis dice a su padre, que acaba de exponerle que le pueden detener al finalizar la guerra: “¡Vaya, mamá estaba muy contenta porque había llegado la paz…!”. “Es que no ha llegado la paz Luis, -le responde el padre-,ha llegado la victoria”. Aún hay muchos ciudadanos que se consideran los vencedores y no están dispuestos a renunciar a ella. No sólo no se han cerrado las heridas, sino que algunos las quieren mantener abiertas y supurando.

Cuando cierro este artículo en la noche del jueves 14, ignoro si mañana viernes el presidente Sánchez habrá convocado elecciones; todo anuncia que será así. Como el título de una película de Garci habrá entonces que: “Volver a empezar”, cuestionando el camino a seguir y con un nuevo escenario de incertidumbre.Iniciaba estas reflexiones con una cita de Sófocles de su tragedia Antígona en la que Edipo, conmovido por la peste que asola Tebas, envía a su cuñado Creonte a Delfos, para indagar ante el oráculo de Apolo el motivo por el cual los dioses castigan a la ciudad; retorna Creonte con la respuesta de que la ciudad se librará de la epidemia sólo si se destierra o se da muerte al asesino de Layo. Nosotros nos libraremos de esta “decadente política” si los partidos son capaces de “reinstalar un verdadero sistema democrático” en permanente actitud constructiva de diálogo, pues, como señaló Aristóteles en su Política, “solo una mente democrática puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo”. Acabo de nuevo con Sófocles:“El futuro nadie lo conoce, pero nuestro presente político avergüenza a los dioses”.

De "chisteras", "banderas" y "lazos amarillos"