jueves. 25.04.2024

Aznar y sus metamorfosis

José María Aznar siempre intentó cultivar una imagen virtuosa de sí mismo, basada en la honradez, el trabajo y el rigor.

aznar

En Cien años de soledad García Márquez describía: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que poner el dedo”. Si hoy no supiésemos qué es la corrupción, para describirla sin palabras, con el ejemplo del premio Nobel, nos bastaría señalar a muchos de los que han dirigido y dirigen al Partido Popular.

El que fuera presidente de Gobierno, José María Aznar, presentó hace alguna semana una denuncia en la Fiscalía General del Estado por la filtración de sus datos fiscales; basaba la denuncia en el daño que le ha causado la divulgación de esta información, y –añadía- además, por "la inseguridad jurídica" que este tipo de actuaciones "genera en la sociedad". Este ofendido señor no confiesa, en cambio, que la Agencia Tributaria le impuso una multa de 70.000 euros, obligándole a abonar una liquidación complementaria de199.000 euros, por lo que finalmente tuvo que pagar, tras la inspección, 269.456 euros por usar una sociedad (Famaztella) con el fin de pagar a la Hacienda pública un impuesto por tipos más bajos que si lo hubiera realizado a través del IRPF, como le correspondía. Hasta un bedel de Hacienda sabe que esos impuestos tributan por el I.R.P.F. en lugar de hacerlo por Sociedades. Sostenía en su escrito que estos datos "han sido cedidos por aquellos que le conocían"; por ello afirmaba que esas personas habían cometido un delito de infidelidad en la custodia de documentos y de violación y revelación de secretos por "la difusión de datos reservados con conocimiento del carácter ilícito de su obtención".

Aznar debería tener claro que la obligación (moral) de transparencia no caduca con el cese en el Gobierno

Admitiendo el derecho del señor Aznar a presentar cuantas denuncias le apetezca, su calculado cinismo me recuerda el relativismo moral atribuido al filósofo sofista Hipias, sintetizado en la siguiente frase: “todo me está permitido con tal de que nadie me vea”. Es lo que hoy nos está recordando a los ciudadanos el presidente de FAES: “Todo me está permitido con tal que nadie lo sepa”; porque al margen de que alguien en la Agencia Tributaria se haya podido ir de la lengua difundiendo datos reservados, es bueno, justo y saludable que los españoles sepamos las trapisondas que cometen aquellos que, desde púlpitos demócrata-cristianos, presidencias de honor de partidos políticos, ex presidencias del Gobierno de España, presidencias de Fundaciones para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), miembros de un sinfín de importantes Comités nacionales o internacionales y Board of Directors o Senior Advisor de otros tantos Organismos o doctorados “honoris causa” concedidos “ad personam” por 13 ó más universidades del mundo, nos han gobernado, predicado y predican una moralidad social que ellos no practican. Como antiguo inspector de Hacienda (aunque en su currículo prefiera definirse como Inspector de Finanzas del Estado) debía saber que hay que pagar impuestos en función de los ingresos, sin atajos ni apaños financieros de dudosa legalidad pero de manifiesta falta de ética ciudadana. Debería tener claro que la obligación (moral) de transparencia no caduca con el cese en el Gobierno. Su comportamiento contrasta y difiere mucho de la contundencia con la que el actual presidente de honor del PP se ha mostrado en el pasado contra aquellos que engañan al fisco.

La ignorancia o desmemoria de algunos políticos a veces es asombrosa. ¡Cuántos se imponen un “alzheimer voluntario” para librarse u olvidarse de demasiadas palabras y hechos de su incómodo pasado!

De ahí que le recuerde, si con la edad -como todos- va perdiendo memoria, que en 1995, todavía como jefe de la oposición, hacía gala de honradez fiscal frente a los defraudadores en estos términos: "No hay nada más injusto que el fraude. Los que estamos sujetos a una norma somos quienes mantenemos el país desde el punto de vista fiscal. Los que no están sujetos a ninguna norma son los que buscan vías de evasión. Yo no acepto ese planteamiento". En su propio debate de investidura de 1996 afirmaba que el fraude fiscal "atenta contra la justicia" y "es incompatible con una sociedad moderna y solidaria". Al año siguiente, también en el Congreso, aseguraba que "el fraude fiscal causa una grave injusticia y un inmenso daño social", al tiempo que prometía actuar con firmeza "contra quienes actúan de una manera tan insolidaria como reprobable". En su discurso en Chile, en la VI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en noviembre de 1996, sostenía: “hay que mantener el respeto al derecho de gentes y el afán por el buen gobierno que, en términos actuales, significan la lucha contra la corrupción, la transparencia de la vida pública y la vindicación de la raíz profundamente ética de la actividad política… evitando el enriquecimiento ilícito…” En la conmemoración de los 20 años del X Congreso Nacional de Sevilla de 1990 arengaba a sus fieles: Estoy seguro de que compartís conmigo la convicción de que la buena política es siempre una política ética y que la mala política desprecia los límites éticos. Por eso debemos estar siempre alerta, no restar nunca valor a la honradez y no tolerar nunca ni minimizar la corrupción. Los españoles no entenderían que el PP dejase de ser incompatible con la corrupción". En El País Semanal de abril de 2014 declaraba: “Me cuesta mucho ganarme la vida honradamente y pago hasta el último de mis impuestos”.  “Et ita porro” (“y así sucesivamente”, como dice un cultismo latino) podría recordar muchas citas suyas extraídas de sus Memorias. Sí le recuerdo también alguna de sus intervenciones en FAES cuando incidía “en lo duro que es salir adelante y lo difícil que está la economía doméstica”. Frase por la que -entiendo- no se referiría a él, sino a los millones de españoles, cuya vida es una dura y permanente dificultad para poder salir adelante, ya que, según datos publicados, obrándose en él el “milagro de los panes y los peces”,  sus ingresos se han multiplicado por 20 desde los viejos tiempos que estuvo en Moncloa. Teniendo en cuenta estas y otras parecidas declaraciones y el “cabreo” manifestado ante Montoro por la filtración de sus datos fiscales, ante esta “metamorfosis de Aznar”, podríamos afirmar con Virgilio en su Eneida: “Quantum mutatus ab illo!” (¡Cómo ha cambiado Aznar!).

En su significado formal metamorfosis es el cambio o transformación de una cosa en otra, especialmente el cambio sorprendente o extraordinario que afecta a la fortuna, al carácter o al estado de una persona.

“Una mañana, Gregorio Samsa se despertó convertido en un extraño insecto… Y se preguntó: ¿Qué me ha ocurrido? Así inicia Franz Kafka su célebre novela La metamorfosis. Muchos españoles también nos preguntamos hoy: ¿Qué le ha ocurrido a Aznar desde sus inicios como joven falangista independiente, como él mismo se autorretrató a los 16 años en carta remitida al director de la revista SP hasta el día de hoy? ¿Quién es realmente Aznar y cuáles son sus méritos por su valía personal y no por los cargos ocupados o regalados?

El escritor libanés, premio Príncipe de Asturias de 2010, Amin Maalouf afirmaba que la identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra existencia. Las identidades se construyen continuamente, no son únicas, y pueden suscribirse varias de ellas en una misma persona por decisión o por la imposición de otro.  Sin embargo Sören Kierkegaard, filósofo existencialista, señalaba que la forma más profunda de desesperación patológica es la de aquel que ha decidido ser alguien diferente. Por otra parte, hay una tercera opinión, la del psicoterapeuta estadounidense Carl R. Rogers; sostiene que “en el extremo opuesto a la desesperación se encuentra desear ser el sí mismo que uno realmente es; en esta elección radica la responsabilidad más profunda del ser humano”. ¿En cuál de estos tres estadios se sitúa el señor Aznar?: el de la permanente construcción, el de diferenciarse por desesperación o el de ser el que uno siempre ha sido.

Cuando un individuo decide mostrar su verdadera personalidad debe tomar consciencia sobre qué visión tiene de su persona. Si logramos mantener esa imagen realista, no vivimos angustiados por conseguir objetivos inalcanzables ni nos proponemos situarnos por encima de los demás, intentando empequeñecer o “jibarizar” a los que nos rodean. Para ser uno mismo es necesario conocerse y ser consciente de hasta qué punto la imagen que uno tiene de sí coincide con su yo real y auténtico. En realidad, no es más que el autoconocimiento o el aforismo griego escrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos "Conócete a ti mismo", atribuido a varios sabios griegos, entre otros, a Sócrates.

José María Aznar siempre intentó cultivar una imagen virtuosa de sí mismo, basada en la honradez, el trabajo y el rigor

Si resulta curiosa ver la secuencia fotográfica del paso del tiempo en las imágenes del rostro del joven José Mari a los 16 años hasta contemplar hoy, a sus 63, su rostro con ese torvo resentimiento en la mirada, más curiosa, por extraña, nos resulta la transformación que ha ido sufriendo su personalidad desde que a los 23 años, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, obtuvo una plaza en el Cuerpo de Inspectores de Finanzas del Estado. En enero de 1979, de la mano de su esposa, Ana Botella, decide entrar en política y se afilia a Alianza Popular. La formación estaba liderada por Manuel Fraga que, desde ese momento, se convertiría en su padrino político.

José María Aznar siempre intentó cultivar una imagen virtuosa de sí mismo, basada en la honradez, el trabajo y el rigor. Ha combinado esta imagen con una actitud permanente de dignidad ofendida, de hidalgo español para el cual nada hay más valioso que el honor. Aunque con la diferencia de que los hidalgos no solían ser millonarios acaudalados, con intereses en un sin fin de empresas y organismos, a los que ha llegado siempre gracias a la interlocución directa con su carta credencial e insignia en la solapa de ex presidente del gobierno de España. Ha utilizado desde 2004 las puertas giratorias dando lecciones sobre las virtudes de la no intromisión de lo público en lo privado mientras le pide favores a todo el mundo para sus negocios, o mientras se organiza, en su partido y durante su mandato, un sistema de financiación ilegal a cargo de empresarios que pagaban para que luego el partido les devolviese el favor con adjudicaciones y regulaciones a la carta: “el capitalismo de BOE y amiguetes”.

Por experiencia y la historia sabemos que, con frecuencia, los éxitos de muchas personas no son el resultado de sus propias capacidades, sino de los ascensores, escaleras y plataformas que para obtener el éxito otros les ponen. Utilizando la imagen de los “castellets” catalanes, en la que uno culmina la pirámide pero son cientos los que sostienen la base, ¡cuántos han llegado a la cumbre del poder y las finanzas, no por valía y méritos personales, sino por las circunstancias que le han rodeado! La historia está lleva de perdedores y ganadores, cuyos fracasos o triunfos, analizados con objetividad, nadie se explica. Con pícara ironía hay un popular cuplé que dice: “¿de dónde saca pa’ tanto como destaca?”

Tenemos grandes y numerosos ejemplos de políticos que, aunque intenten ocultarlo, se han aupado al poder, no por su valía personal, sino por una lucha de intereses de partido, más contra los propios que contra sus adversarios; ellos mismos saben que no son los mejores, pero al final, se han hecho con el poder; ¿ejemplos?: El X Congreso del PP de 1990 fue el escenario en el que Aznar se convirtió en presidente del partido porque Fraga, otro líder al que nadie eligió, estuvo tras su ascenso: delegó en él y demostró la confianza que le tenía rompiendo la carta de dimisión que Aznar le había entregado sin fecha, para que la utilizase cuando considerase oportuno. Aznar, a su vez, en agosto de 2003 aupó a Rajoy contra todo pronóstico designándole como heredero, en la confianza de poder manejarle en el futuro, de ahí su actual desafección. Y muchos españoles sabemos cuáles eran y son sus valías personales: como ellos y mejor que ellos podemos encontrar cientos de miles de españoles; pero no todos estos han podido o querido iniciarse la escalada de la política; no se han afiliado a las “nuevas generaciones”, ni han emergido lentamente con la ambición en los dientes, ni han medrado siendo fieles a la ortodoxia del partido y al servilismo a “los jefes”; o no han salido de sus cátedras o de un despacho de abogados, la mayor parte de las veces, sin  experiencia laboral alguna para entrar en política; incluso, se sienten incrédulos de su propia capacidad, rompiendo en público cartas de dimisión, hasta que una nube de aduladores, que aspiran a sacar provecho con su ascenso, se apresura a convencerles de sus excelentes cualidades y dotes, hasta hacerles creer que ellos ya no son “como” los demás; se consideran superiores, se sienten “iluminados”.

Bertrand Russell aseguraba que cuando la necesaria humildad no está presente en una persona imbuida de poder, ésta se encamina hacia un cierto tipo de locura: “la embriaguez del poder”; para Russell, la soberbia, la desmesura y la huida de la realidad, son los males que suelen invadir a los políticos iluminados en el ejercicio del poder. David Owen, ministro de Exteriores y experimentado político británico en su libro En la enfermedad y en el poder”, al estudiar la conducta de los líderes de la clase dirigente, llega a la conclusión de que muchos de ellos están tocados por “el síndrome Hybris”; con él describe a aquellas personas que, por tener excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, desprecian sin piedad los “límites fijados por la acción humana”. El término proviene de la antigua Grecia; un acto de “hybris” era aquel en el que un personaje poderoso, hinchado de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo trata a los demás con insolencia y desprecio. La trayectoria de la “hybris” sigue el siguiente recorrido: el héroe se gana la gloria y la admiración al obtener un éxito inusitado contra todo pronóstico; la fama y la gloria se le suben a la cabeza y empieza a tratar a los demás como simples mortales (incluidos sus potenciales votantes) con desprecio y desdén; llega a tener tanta fe en sí mismo y en sus propias facultades que se considera capaz de conseguirlo todo; así se lo trasmite a sus seguidores que, como él, repiten exultantes: ¡Sí se puede!. Este exceso de confianza en sí mismo le lleva a interpretar equivocadamente la realidad que le rodea. Al final, “Némesis”, la diosa del castigo, le da su merecido; es el principio de su caída; le embriaga de soberbia hasta destruirle. Un ejemplo claro muy actual lo tenemos en ese candidato a la Casa Blanca por el partido republicano, Donald Trump, un loco, para el que su mensaje en campaña es él mismo, con capacidad engañosa para hacer soñar a sus seguidores con una vida de opulencia.

En su estudio Owen propone algunos criterios para diagnosticar a una persona poderosa con “el síndrome hybris”: usa el poder para autoglorificarse, se preocupa de forma exagerada por la propia imagen, lanza mensajes triunfalistas, llega a identificarse “con el país o la nación”, muestra una autoconfianza excesiva y un manifiesto desprecio por los demás, pierde el contacto con la realidad, sus personales y discutibles convicciones morales las convierte en guía de sus decisiones políticas hasta querer imponerlas a todos los ciudadanos, cambia la ley a conveniencia hasta conseguir influir en beneficio propio o de partido en los poderes e instituciones del Estado... Cuando un político cae en la soberbia es incapaz de percibir el deterioro en el que incurre en su gestión. Encerrado en una burbuja de aduladores y cortesanos ni concibe su error ni encuentra a nadie que se lo haga ver. El “síndrome de hybris” posee una trayectoria que se inicia con la obtención del reconocimiento debido a un logro inesperado. Este éxito lo lleva a pensar que puede lograrlo todo, lo cual lleva al político a desconfiar de las opiniones de los demás, pues él es “el milagro”.

En junio de 2012, en su discurso lleno de interesantes reflexiones en la graduación de alumnos de la prestigiosa Universidad de Princeton, el escritor y periodista financiero estadounidense Michel Lewis ponía de manifiesto algo en lo que pocas veces reflexionamos y es que las historias de éxito siempre se escriben a posteriori y en ellas siempre se da una visión acorde con la trayectoria del que ha triunfado; suele ser en su mayoría el caso de la literatura de “Memorias” que escriben los que han triunfado; en ese relato la suerte no tiene cabida; y añadía: “a la gente no le gusta que su éxito personal o profesional sea explicado por el papel que la suerte ha jugado en sus vidas, especialmente aquellos de los que se puede decir que han alcanzado el éxito. Para ellos, su triunfo ha sido algo inevitable y merecido”. Son ellos los que han escrito la partitura, jamás admiten el papel que ha jugado el azar y la ayuda de los demás. Es lo que se puede concluir después de hojear los dos libros de Memorias de Aznar. ¡Cuántas lagunas sobre sus fracasos y cuánta épica en lo que él considera “sus éxitos”!.

Entrevistado en mayo de 1997 por The Wall Street Journal llega a decir de sí: “Yo soy el milagro”; en el Financial Times en 2001, afirmaba: “Yo sólo confío en mí mismo”; años más tarde, en 2006, cuando con total objetividad arreciaban contra él y sus compañeros de las Azores, críticas y denuncias universales, sin ninguna autocrítica y excesiva egolatría, llega a decir: “A algunos les encantaría haber salido en la foto de las Azores”. ¡Menudo prestigio figurar en esa “orla de honor”! En 2007, sin pedir perdón por esa ilegal guerra, como ya habían hecho Bush y Blair, reconoce por primera vez que no había armas de destrucción masiva en Irak, afirmando con tono de ingenua ignorancia y gestos displicentes: “Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva, y no había armas de destrucción masiva. Eso lo sabe todo el mundo, y yo también lo sé... ahora. Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes”.

Entre los rasgos más destacados de la metamorfosis de Aznar, podemos destacar los años en los que gobernó con mayoría absoluta; y en concreto, en dos obscenos momentos: la foto de las Azores con Bush y Blair mientras el pueblo español se manifestaba masivamente a lo largo y ancho de España con un contundente y explícito "No a la guerra", y la foto de la boda de su hija Ana con Alejando Agag, inluído ese paseíllo de políticos, banqueros, empresarios y demás poderosos nacionales e internacionales a la entrada del monasterio de El Escorial. Sobre esa boda, el grupo Animalario, bajo la forma de parodia y farsa, representó la crítica más ácida a la megalomanía inexplicable de un Aznar que había presumido permanentemente de una austeridad y gravedad castellana cuando fue presidente de Castilla y León (representación de Animalario que recomiendo). De repente, se le subió el poder a la cabeza y, desde esa estúpida embriaguez, hizo una obscena manifestación de engreído poder en la foto de las Azores, sintiéndose poderoso junto a su entrañable “my friend George”,  y en la boda de “Ana Alejandro”, como las de “los cuentos de hadas”, en El Escorial, con aires de grandeza de Jefe de estado. Allí estaba “todo el poder” y “todos los del poder”: una patética exhibición de lujo, tejemanejes, pisotones, trapicheos, codazos, falta de valores y escrúpulos y sí muchos regalos… De la ceremonia y sus lujos se ocuparon los periodistas del corazón (el ¡HOLA!); de sus invitados, se ocupan ahora los periodistas de tribunales, pues muchos de aquellos ilustres invitados hoy están imputados; algunos, en la cárcel. Las incontenidas ganas que tenía este señor de hacer ambos despliegues, fueron trágicas para España. Estas fotos fueron una especie de culminación patética de una política traicionada; la triste consecuencia fue el apoyo inmoral de Aznar, refrendado en el Congreso de los Diputados por el obsceno e indecente aplauso de todos los parlamentarios del PP, a la invasión de Irak.

Desde este escenario, desde esta embriaguez de poder, se explica, aunque no se pueda entender, el comportamiento de ciertos líderes políticos de naciones poderosas, que condenan al mundo a tener que padecer atroces realidades derivadas de sus caprichos, mentiras y veleidades personales. ¿Cómo no recordar la desequilibrada actitud de G. W. Bush al tomar la determinación unilateral de invadir militarmente Irak a partir de un argumento que desde siempre resultó injustificado para la mayoría de las naciones?; estaba acompañado por la insensata decisión de Blair y Aznar que avalaron una guerra a todas luces contraria a los intereses de sus pueblos. La particularidad de este perfil de personalidad, más allá de su desacierto, como escribe Barbara Tuchman en su obra “La marcha de la locura”, fue "la locura" personal de mantener una guerra declaradamente perdida, insultantemente costosa y cada vez más ilegítima, frente a los ciudadanos de sus países y del mundo entero. Las consecuencias hoy las sabemos y las padecemos: la desestabilización no solo Irak sino también Afganistán y Siria como hace poco reconoció Blair. No en vano muchos de los antiguos generales de Sadam Hussein son los que hoy dirigen el terrible ejército del Estados Islámico, la nueva fuente del terror y las mareas de refugiados que están llegando a las costas de una Europa poco sensible en pos de su salvación y de una vida digna.

Un Aznar al que se le ha puesto una cara preocupante y enrarecida, con ese gesto siempre displicente y despreciativo

Parece mentira que José María Aznar continúe justificando la fallida y mentirosa guerra de Irak, en la que han muerto cientos de miles de personas inocentes, con el argumento de que España “salió ganando” con aquella guerra; así lo expuso en una misiva que envió al actual ministro de Asuntos Exteriores García-Margallo y que éste reproduce en su libro Todos los cielos conducen a España, porque, según él, aumentó nuestra presencia internacional. Lo que sí es cierto es que el auténtico beneficiario de semejante disparate bélico fue él mismo, pues su apoyo a Bush le ha permitido recibir en estos años apoyos de los sectores más conservadores del Partido Republicano de EE.UU. y ciertas fundaciones o lobbies conservadores de USA e Israel se lo han agradecido con varios contratos, conferencias, consejos y posibles ayudas a FAES y a algunos de sus colaboradores y amigos y varios “doctor honoris causa”. Tampoco a Blair le ha ido nada mal el apoyo; sus múltiples conferencias a la sombra del poder económico internacional, como a Aznar, le han producido pingües beneficios.

Un Aznar al que se le ha puesto una cara preocupante y enrarecida, con ese gesto siempre displicente y despreciativo, esa melena, otrora engominada hoy al viento, que se atusa con frecuencia; esa voz engolada con un tonillo de admonición que, cuando habla pronunciando sentencias banales, pretende convertirlas en versículos bíblicos o dichos infalibles y que añade una solemnidad insoportable a las frases más vacías y tautológicas para cargarlas de intención retórica acusatoria hacia todos los que no son él; un Aznar que se considera en posesión de todas las virtudes; un Aznar, que a diferencia de otros, aseguraba responder de todos sus actos como si estuviera satisfecho de cada uno de ellos y nada tuviera que reprocharse; un Aznar que tiene en su haber nombramientos tan célebres como el de Rodrigo Rato, Jaume Matas, Francisco Álvarez Cascos, Miguel Blesa, Álvaro Lapuerta, Eduardo Zaplana, Ángel Acebes o Luis Bárcenas; un Aznar ególatra que exige que se le restituya mucho más de lo que él ha dado, que espera de sus beneficiados lealtad y subordinación; un Aznar con nula capacidad de autocrítica, que se alza hasta el Olimpo hasta considerarse al margen de tantas cosas, hasta de las normas de tráfico; un Aznar, en suma, que con ironía altanera nos reprocha a todos: "¿Y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí?"; ¿quién me dice las copas que debo beber?; ¡déjame que beba tranquilo!”. ¡Qué distintos y distantes nos encontramos tantos ciudadanos españoles de “esa franquicia de la soberbia y el rencor”!

A pesar de que expertos en Derecho Penal Internacional consultados califican de “imposible” el que se pueda juzgar al ex presidente Aznar en la Corte Penal Internacional (CPI) por su apoyo a la Guerra de Iraq, muchos ciudadanos y varias organizaciones no cesan en su empeño en que en algún momento prospere la querella presentada contra él. Mantienen la ilusión expresada por Miguel Hernández en estos versos: “Aunque el otoño de la historia / cubra vuestras tumbas / con el aparente polvo del olvido / jamás renunciaremos / ni al más viejo de nuestros sueños”.

Aznar y sus metamorfosis