“Alquimia política” o la importancia de los principios

Puedes ser invencible si nunca emprendes combate de cuyo regreso no estés seguro y sólo cuando sepas que está en tu mano la victoria.

Epicteto de Frigia (Filósofo griego de la escuela estoica)


En la historia de la ciencia, la “alquimia” fue una antigua práctica protocientífica; fue un loco empeño y una búsqueda ilusa por encontrar una fórmula, esa sustancia fantástica, “la piedra filosofal”, que permitiera convertir en oro mediante la combinación de ciertos elementos metálicos; los alquimistas pensaban que, al mezclarlos adecuadamente, se convertirían en oro valioso aquellos elementos que no lo eran. Una de las características de la alquimia consistía en establecer un lenguaje confuso con el fin de despistar intencionalmente a quien quisiera utilizarla. Aquellas combinaciones ilusas e imposibles, incluido su lenguaje, se repiten hoy en nuestra política -los pactos son su exponente-, con el fin exclusivo, legal, pero ambicioso, de alcanzar “el oro del poder”. 

Si hay una figura que defina la filosofía del siglo XX, esa es la de Bertrand Russell, uno de los intelectuales más relevantes y famosos de ese siglo. Su vida, más que su filosofía, fue un empeño por hacer del mundo un lugar mejor, más culto y pacífico, alejado de la superstición y con el conocimiento como principal herramienta para vivir en él; sostenía que uno de los problemas más importantes que caracterizan a la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas. Sin incluirme en ninguno de ambos bandos, pero como orteguiano espectador de nuestra realidad, siento que la duda, la incertidumbre, la carencia de brújula ensombrecen la estabilidad, incluso la posibilidad, de un gobierno que despeje nuestro futuro político. Si 2019 se cierra con la peor década de la crisis climática, -la Cumbre del Clima (COP25) de Madrid así lo confirma-, abierta la XIV legislatura, también 2019 se cierra a día de hoy con una situación política llena de turbulencias y una andadura compleja y enfrentada. 

El sociólogo norteamericano Robert K. Merton, en el marco de su pensamiento funcionalista, y obedeciendo a la Ley de las consecuencias imprevistas, establece que cualquier acción humana, de modo especial las que afectan a grupos humanos extensos, puede tener consecuencias no anticipadas. Denomina consecuencias imprevistas a aquellos resultados no esperados, no imaginados o no previstos en la intención original de los actores políticos o sociales. Si son imprevistas, pero positivas, son reconocidas como “serendipia”, un hallazgo o descubrimiento afortunado e inesperado que se produce de manera accidental o casual; las consecuencias imprevistas negativas, en cambio, al no ser queridas, dicen relación y señalan a una “precipitada” decisión y, con seguridad, condenadas al fracaso.

Fracaso fue lo que dio como resultado la fallida investidura de abril de Pedro Sánchez y precipitación, poco comprensible para muchos ciudadanos, ha sido ese acuerdo para un gobierno de coalición

Fracaso fue lo que dio como resultado la fallida investidura de abril de Pedro Sánchez y precipitación, poco comprensible para muchos ciudadanos, ha sido ese acuerdo para un gobierno de coalición que entonces no pudo ser y ahora al día siguiente de las elecciones del 10 de noviembre. Un Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez (PSOE) y con Pablo Iglesias (Unidas Podemos) de vicepresidente. Lejos quedan ya los vetos, las diferencias, los reproches, los desvelos: todo pactado en menos de 48 horas. Lo que no pudo ser entonces se ha logrado en pocas horas. ¿Qué ha motivado ese precipitado cambio? Sánchez da por hecho, con un optimismo no explicado, que en Navidad será presidente con plenas funciones y que Iglesias logrará su objetivo de ser vicepresidente del primer gobierno de coalición de la democracia española; y todo ello a la espera de que Esquerra Republicana de Cataluña se abstenga, siendo ésta, según las encuestas la opción que menos gusta en las filas socialistas. De atenernos a lo que sabemos por la prensa, las exigencias de los independentistas catalanes, como punto inicial y final, son constitucionalmente inasumibles. 

Se entiende mal, en consecuencia, que el Partido Popular y sus líderes visibles, Casado, Egea y Cayetana, (hay otro en la sombra, franquicia del rencor, que hablaba catalán en la intimidad) critiquen y rechacen esos diálogos con “comunistas, independentistas, chavistas y batasunos”, como ellos califican en una amalgama insultante carente de objetividad. Puesto que no hay alternativa, si no se quieren unas terceras elecciones, que los ciudadanos rechazan de plano, por responsabilidad democrática la abstención de los populares sería lo sensato. Abstenerse ante la opción más votada, como en otro momento exigían los populares, es una opción democrática. Ser oposición constructiva también es un servicio y función de Estado. No menor crítica hay que hacer y decir a ese residuo de partido que se llama “Ciudadanos”. Carecen de capacidad para la autocrítica y no han aprendido la lección que las últimas elecciones les han dado; se ve que han encontrado gusto ciego a la “irrelevancia política” a la que les ha conducido la desnortada gestión de su ex líder Rivera abandonando el barco. Más pronto que tarde, si es que ya no lo está negociando, le veremos entrando en alguna de esas puertas giratorias que engrandecen y agradecen “los bolsillos”. 

Recurriendo de nuevo a la autoridad intelectual de Russell, muchos ciudadanos, ignoro si muy inteligentes, pero sí informados y comprometidos con la sociedad y su estabilidad, están llenos de dudas de que ese precipitado acuerdo con UP conlleve consecuencias imprevistas, no en situación de “serendipia”, sino de “fracaso”; y más sin conocer las condiciones que ERC, en esas negociaciones que se están llevando a cabo, impondrá para su abstención. Decía William James que de todas las razones que nos llevan a pensar o hacer algo, la más fuerte suele ser justamente la que no mencionamos; a tenor de cómo suena la música y lo que se deduce de la letra, con las exigencias de Unidas Podemos y ERC, las dudas están justificadas. Y así surge la “eterna pregunta”: ¿son de fiar? Maquiavelo, una y mil veces citado, sostenía que el que aspira al poder, aceptará hasta que le pidan que se arrodille. ¡Qué difícil es que un político aprenda lo que cree que ya sabe! Es bueno recordarle a Sánchez, mejor, al PSOE que es al partido a quien se vota y no a la persona, lo que, como expuse al inicio, decía con sabia experiencia Epicteto de Frigia: “Puedes ser invencible si nunca emprendes combate de cuyo regreso no estés seguro y sólo cuando sepas que está en tu mano la victoria”. 

Todos los pactos precipitados, movidos por interés de poder y no por servicio a la ciudadanía, aunque se disfracen las palabras y las intenciones, pueden ser un fracaso

Todos los pactos precipitados, movidos por interés de poder y no por servicio a la ciudadanía, aunque se disfracen las palabras y las intenciones, pueden ser un fracaso si no tienes garantizada en tu mano la victoria ya que pueden aparecer un sinfín de consecuencias imprevistas, no positivas precisamente. He escrito en artículos anteriores que leyendo el acuerdo entre PSOE-UP, no existe punto alguno de los 10 firmados que no estuviese ya en los programas de ambos. Está pendiente una explicación que aclare por qué antes -durante 6 meses-, el pacto NO fue posible y ahora, en 48 horas, lo es. ¿No será, acaso, el miedo a perder de nuevo el poder: los sillones? El abrazo efusivo y excesivo de Iglesias a Sánchez y a todos los presentes y su satisfactoria sonrisa lo explican todo. Tal vez se deba a lo que John Edgar Hoover, primer director del FBI, decía: “Prefiero tener al indio dentro de la tienda meando hacia fuera, que al indio fuera y meando hacia dentro”. Cada uno que haga sus interpretaciones.

Publicaba hace días algún medio, según confirma Público a través de fuentes conocedoras de las negociaciones que, en las exigencias de este pacto de gobierno de coalición, Pablo Iglesias dirigirá una vicepresidencia social e Irene Montero y Yolanda Díaz serán ministras. Las miserias humanas no impiden la historia, pero sí la pueden destruir. Al igual que hay personas con la piel muy sensible, también esta sensibilidad excesiva se encuentra en la política y en los políticos. Son capaces de criticar a los demás, pero muy sensibles y susceptibles cuando a ellos se les critica. Sin entrar en la relación de pareja, en la que nadie se debe meter, pues carece de interés su relación sentimental, de confirmarse la noticia, sí tiene importancia que por primera vez en la historia de la democracia y en un gobierno de coalición, un matrimonio tan significativo, muy discutido por otra parte, entre a formar parte del consejo de ministros. La pregunta es obvia: Si Unidas Podemos, como afirman ellos, cuenta con cientos de miles de militantes ¿no tienen en “su banquillo” para elegir otras personas, con igual preparación, de los que tanto se enorgullecen y que no creen tantas reticencias? Serían más sensatos y menor ambiciosos. Con cierta burla maliciosa, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha llegado a calificarlos como “los Ceaucescu de Galapagar”. Nunca los clanes familiares dignificaron la política. Una gestión política construida desde lo familiar es una política en la que hay poco que aprender; es una autopropaganda invisible, pero cargada de “egos”. La sociedad cambia con los ejemplos, no con los bellos discursos, la hermosa retórica, la brillante erudición y las deslumbrantes promesas.

Siempre es recomendable citar a quien sabe enseñar; un maestro del que aprender es Augusto Monterroso. En uno de sus cuentos cortos, “La fe y las montañas” escribe: “Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía. La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien tuvo un ligerísimo atisbo de fe”. Con excesivo atrevimiento me atrevo a corregir al maestro; donde él dice “fe”, yo opongo “principios”, es decir, valores, coherencia, verdad, transparencia; con ellos, como en sólidas construcciones, los terremotos no pueden. Cuando hay valores, principios y coherencia, como en esos modernos edificios “anti movimientos sísmicos”, las paredes pueden sufrir pequeños vaivenes, pero no sufren las estructuras: los principios. En política no hay alquimias ilusas cuando se tienen sólidos principios.  

Se atribuye a Marx, no al filósofo, sino a Groucho, también filosofo a su manera, la frase “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”

Se atribuye a Marx, no al filósofo, sino a Groucho, también filosofo a su manera, la frase “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”; es un ejemplo clásico de relativismo moral, filosófico y social; el relativismo, que en el marco griego de escuela filosófica su inicio se atribuye a Parménides, tiene como uno de los más destacados representantes a Protágoras, el más conocido de los filósofos sofistas; representa una manera de entender la realidad diametralmente opuesta a la que defendía Platón, que dedicó bastante esfuerzo en sus escritos a rebatir sus argumentos. Protágoras creía que toda afirmación está condicionada por el contexto en el que se emite; el contexto afecta al modo en el que se interpreta la afirmación y puede tener significados totalmente opuestos dependiendo de cómo se utilice. 

Con matices, es evidente que cada ser humano ve las cosas a su manera, dado que nuestro pasado y nuestras trayectorias vitales son únicas y claramente distinguibles del resto; como no es posible consensuar verdades absolutas, la tarea del filósofo -el sofista, se entiende-, es hacer que las ideas que defiende suenen convincentes, no que lo sean. Para Protágoras detrás de la realidad no hay una verdad universal estructuradora de todo lo que existe. Esta postura intelectual se llama relativismo. No han sido pocos los filósofos que, por diferentes razones, han visto adecuado y aceptable el relativismo al considerar cómo influyen distintos elementos (físicos, psicológicos, o culturales) en las creencias de las personas, la diversidad de las concepciones que ante la realidad y la vida tienen distintos grupos y culturas u observando cómo a través del tiempo se cambia de ideas, de formas de pensar y actuar. Actualmente el relativismo sigue existiendo. Los defensores de esta corriente en el siglo XX y XXI son fundamentalmente defensores de la concepción posmoderna de la realidad, según los cuales hay que reconocer que hay diferentes relatos sobre lo que existe y éstos deben convivir. Nuestra política está trufada de relativismo y revestida de un pragmatismo a conveniencia; es la arquitectura de la esquizofrenia social que nos invade. Lo que decía Groucho: si no te gustan estos principios, tengo otros. 

Ante la discutible gestión de nuestros políticos actuales, existe la opinión de que los males presentes son consecuencia de la democracia; hay quien lo sostiene con ignorancia, tergiversación histórica o manifiesta malicia, hasta llegar a afirmar con un desquiciado mantra de que “con Franco vivíamos mejor”. La democracia es un sistema que tiene muchas virtudes, aunque también pequeñas cargas o defectos, pero corregibles; uno de ellos, -condición indispensable- es que para que haya democracia y ésta sea efectiva, es necesario que haya demócratas. Así como es necio que se le pida al gobierno que organice la oposición, es injusto y estúpido incoar un proceso contra la democracia. No existe peor sistema de gobierno que aquel que no necesita que nadie se le oponga porque la ciudadanía es mansamente sumisa.

En la actual sociedad los medios de comunicación nos ofrecen una realidad que, con frecuencia, no coinciden con los hechos. No solo falsean la realidad, sino que la sustituyen por otra cosa: por una versión de los hechos con una intencionalidad o intereses determinados. Y bien sabemos que, desde la ética política, la verdad, la honestidad, la coherencia y la transparencia, al menos en democracia, no deberían ser negociables. ¡Qué riesgos tiene creer que el mundo aparente de las redes sociales es el mundo real! Sostenía Maquiavelo que los hombres son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar.

Con la sagaz inteligencia que le caracteriza, escribía Javier Marías en El País sobre la incapacidad de visión larga, de futuro y estratégica que tienen los políticos y la aversión que está produciendo en los ciudadanos, descartando como consecuencia de su opción a quienes en modo alguno desearían ver en La Moncloa; concluía con esta premonición alertando sobre los pactos: “nunca es grato ver cómo alguien con historia se perjudica, o se suicida”. El problema, en mi opinión, no es ver cómo los políticos se perjudican, ¡allá ellos!, sino cómo perjudican y devalúan la democracia. Un líder político debiera ser alguien con capacidad de convencer, de atraer, de dialogar y de escuchar hasta conseguir lo que parecía imposible. Nada de eso existe ahora. Los elegimos, incluso valiendo poco, para que den solución a los problemas, no para que ellos sean el problema como dicen las encuestas del CIS; según las últimas, la preocupación por la política y los políticos alcanza máximos históricos desde 1985; en ellas se señala la “mala gestión” del multipartidismo, la confrontación y la falta de capacidad para llegar a acuerdos; desde hace más de un año los políticos nos están manteniendo en una situación de constante “provisionalidad”, signo claro de que no están haciendo bien el trabajo para el que les hemos elegido. Empleando cierta analogía, si “a priori” los seres humanos pueden vivir sin “dioses”, “a fortiori” los ciudadanos podríamos vivir sin políticos. Tantos meses con un gobierno en funciones podría llevar a la conclusión de que podemos vivir “sin gobierno y, por tanto, sin políticos”. Pues que se lo piensen y saquen conclusiones.

Aristóteles afirmaba que “la dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos”; y no hay honor, ni honradez, ni dignidad en aquellos que pretenden utilizar a los ciudadanos para sus intereses particulares, amparados en políticas enfrentadas y diseñadas para generar caos y desorden. Ser una persona honorable es ser una persona respetada y respetable. Pero es bien sabido que la respetabilidad no viene dada, hay que ganársela y mantenerla cada día. Robert Owen, industrial y socialista utópico galés del siglo XVIII, decía que “un político sin coherencia, sin dignidad, sin principios no puede pretender gobernar pues carece de fuerza moral”. Tal vez sea esto lo que les está sucedido a algunos de nuestros políticos españoles.

No quiero acabar sin hacer una reflexión puntual de nuestra actualidad. Estamos celebrando la Cumbre del Clima (COP25) de la que saldrán compromisos con el objetivo de asentar una economía verde a nivel mundial pues no deben existir fronteras en este empeño. Frente al interés creciente sobre un tema que compartimos millones de personas en el mundo de forma planetaria y transversal, no llego a entender el interés mediático que, desde hace tiempo, pero más últimamente, está concitando la niña sueca Greta Thunberg. Es verdad que se ha convertido en un referente mundial. Su activismo mediático, en forma de discursos exaltados, bien adoctrinada y conducida por intereses económicos, ha encabezado protestas en toda Europa, obteniendo una gran cobertura de prensa por parte de muchos entusiastas y dando visibilidad a movimientos por el clima, con su cartel “Skolstrejk för Klimatet” (huelga escolar por el clima) y provocando todo tipo de abandonos escolares en todo el mundo para “crear conciencia” y protestar por el llamado “cambio climático”. Su forma de vida, que algunos señalan como contradictoria, conduciría a la imposibilidad real de desplazamientos normales con necesidad de ayuda y medios extraordinarios. En cambio, extrañamente, se ha ignorado otra figura, Boyan Slat y su ecologismo real. Un joven inventor y emprendedor holandés, creador de la fundación sin ánimo de lucro The Ocean Clean, y su interés activo por la contaminación de los plásticos en los océanos. Con la creación de nuevos diseños para la recolección de basura de plásticos que circulan como islas por los océanos, el joven Slat, con un coste mínimo considera que un plazo de 5 años se habrá limpiado por completo la basura plástica del pacífico.

Está visto lo fácil que resulta, con los medios actuales de comunicación, que nazcan “mesías” o se suba a los altares a jóvenes “Juanas de Arco”. Más, frente a los llamamientos de Greta Thunberg a la emoción mediática y su extraña forma de vida que haría inactivo el propio desarrollo normal de la vida, está la innovación creativa de Boyan Slat y la eficaz y necesaria limpieza del plástico de nuestros océanos. En esa comparativa entre los objetivos y métodos de Thunberg y Slat, creo que el ganador es bastante claro. 

Mañana viernes, cuando en el marco de la Cumbre del Clima (COP25), la “diosa Thunberg” participe en el centro cultural La Casa Encendida de Madrid y después se ponga a la cabeza de la “Marcha por el Clima”, a lo mejor me viene a la cabeza la célebre sentencia atribuida a Napoleón: “De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso”. Y en esta exaltación desmedida de la Thunberg, considero que lo estamos dando.