miércoles. 24.04.2024

Mentiras oficiales y barruntos demoscópicos

urnas

“Knowledge is the beginning”
Documental de Paul Smaczny. D. Barenboim y la orquesta Divan Este-Oeste. Concierto de Ramala, agosto 2005


La reciente publicación del último barómetro del CIS se ha convertido, tal y como era de esperar, en un ingrediente más de la próxima confrontación electoral en Catalunya. Para ello  los ‘medios’ –con honrosas excepciones (Antonio Antón Público
17/11/2017)
- han centrado su atención allí donde la Encuesta, por el momento y las circunstancias en que se ha realizado, resulta ser menos significativa y de menos interés: es decir en sus aspectos ‘predictivos’, sobre todo en los relativos a Catalunya. Déficit de confiabilidad  debido no solo a la extraordinaria volatilidad que impone el oscilante y accidentado acontecer político sino, además, al ámbito y tamaño de la muestra (2.500 entrevistas para todo el territorio del Reino y por tanto posiblemente no más de 400 en Catalunya).

Otros aspectos más estables como la ya secular desconfianza hacia “los políticos”, en especial hacia sus principales líderes, han pasado más desapercibidos o han sido destacados de modo sospechosamente selectivo: apenas si se menciona que tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez susciten muy poca o ninguna confianza en porcentajes en el entorno del 80% ( 83% el segundo y 78,6% el primero), superando ambos, incluso con creces, el 90% cuando se excluye del cómputo a los votantes del propio partido (Pedro Sánchez inspira poca o ninguna confianza en más de la mitad de quienes votaron al PSOE en las últimas elecciones generales; mientras que a Mariano Rajoy le sucede lo mismo con un tercio de quienes votaron al PP).

En cambio, el paulatino e incesante  descenso de la popularidad del líder de PODEMOS (con una puntuación de 2,67 que le sitúa en los niveles más bajos de apreciación), no ha dejado de resaltarse junto al descenso predictivo del voto a su formación, al tiempo que se silenciaba la muy elevada puntuación media  (próxima a los valores máximos) de otros líderes  de aquélla como X. Domenech  (3,9) o A.Garzón (3,85), por encima de la obtenida por Rivera (3,75) y bastante más que la de Sánchez (3,61) o Rajoy (3,02).

Otras, cuestiones  bien interesantes relativas a la volatilidad sí han merecido atención pero centradas principalmente en la confirmación del consistente ascenso en las expectativas del voto a CIUDADANOS (C’s) y menos en el conjunto del flujo de votos. Pero de ello habrá ocasión de ocuparse de nuevo en un próximo artículo.  

Pero más allá de esos aspectos, la Encuesta contiene información de suma importancia para comprobar en qué medida la denominada ‘cuestión nacional’ define de modo sustancialmente estable un eje político transversal y hasta qué punto el supuesto oximorón entre ‘nacionalismo’ e ‘izquierda’ se ve o no verificado en las preferencias que expresan los electores respecto a las formas de organización territorial del Estado.

Analizando las respuestas de los encuestados por el CIS respecto a tales preferencias en su cruce con diversas variables (edad, género, nivel de instrucción, tamaño del hábitat, clase social funcional, categoría socioeconómica, partido al que se votó en las últimas elecciones, autoubicación ideológica en el eje izda - dcha y por último territorio/comunidad autónoma a la que se pertenece), se puede comprobar cuáles de ellas son más determinantes en la conformación de dichas preferencias, habida cuenta por otra parte  de la interdependencia entre algunas de esas mismas variables.

Los gráficos que se incluyen en Anexo y que reflejan dónde se producen las mayores desviaciones respecto a los valores medios resultan bien expresivos de todo ello.

Con esa finalidad, para la confección de los gráficos se han agrupado esas  formas  de organización del Estado en 3 grandes grupos que, para simplificar en su atribución a las preferencias de los sujetos, hemos denominado aquí “centralismo”, “soberanismo” y “conformismo/inmovilismo”, identificando a esta última con el régimen o sistema de comunidades autónomas resultante de la CE78 y su desarrollo de facto.

PREFERENCIAS  DE OT del ESTADO CCAA tabla 1

ANEXO. CONSULTAR

Las variables más determinantes  resultan ser por un lado las propiamente territoriales, y además las directamente vinculadas a la adscripción política y señaladamente al eje convencional izquierda – derecha

Las preferencias de los dos partidos de la derecha (PP y C’s) que ahora se autotitulan constitucionalistas,muestran-paradójicamente- una inquietante concentración(cercana a la mitad de sus votantes) a favor de fórmulas distantes de la CE78  (“un Estado en que las CCAA tengan menor autonomía” es la preferida por más de la cuarta parte de los votantes naranja); o incluso claramente contrapuestas al modelo constitucional  (un único gobierno central sin autonomías, fórmula preferida por casi un tercio de los votantes del PP), al tiempo que dichos partidos de la derecha muestran un mayor rechazo a las opciones  opuestas (mayor autonomía e incluso independencia)

Justamente lo inverso sucede en el extremo opuesto del referido eje: en la izquierda mayor rechazo (relativo) a las 2 formulas asociadas al centralismo (más o menos ‘jacobino’) y mayor afinidad a las otras dos modalidades de mayor o de máximo grado de autogobierno.

El mayor grado de conformidad con lo que ahora hay – y por tanto la escasa credibilidad de su proclamado afán ‘reformista’ o sedicentemente federalista - lo expresan los votantes del PSOE al mostrar más de la mitad de ellos (52,9%) su preferencia por el mantenimiento del ‘statu quo’ en la organización  territorial del Estado.  

Como ya se ha señalado, las mayores desviaciones respecto a los valores promedio corresponden a la ubicación relativa en el eje político izquierda- derecha, tanto si el indicador es el partido al que se vota como si lo es la autodefinición ideológica.

Así los más “jacobinos” resultan ser el 54,5% de quienes se colocan próximos al extremo derecho del eje (valor 8) y el 47,8%  de los votantes del PP (en abril de 2016 eran el 64,9% en la extrema derecha y el 52,7% en el PP); al optar por un único gobierno central sin autonomías o uno en que éstas tengan menores competencias que en la actualidad. Muy significativa desviación en ambos casos respecto a valores promedio del 28,2% (30,9% en abril de 2016)

Eso mismo se expresa en el mayor rechazo a mayores grados de autogobierno (sólo el 4,8% de los votantes del PP- el 4% en abril del 2005-apuestan por mayor autonomía). Notable desviación también respecto a la media del 23,5%.

Por el contrario, los menos “centralistas” resultan ser los autoubicados en la izquierda (valores 1, 2 y 3  de la escala) que “solo” en un 12,2%-15,9% (respecto a la antedicha media de 28,2 %) se muestran partidarios de esas dos primeras opciones (1+2). Continente  político que al mismo tiempo es el que manifiesta superior preferencia por mayor grado de soberanía o autogobierno (un 64,3%-57,2% así lo expresan en desviación aún más notable que en la derecha respecto al valor medio del 23,5%).

En el resto de las variables las desviaciones resultan ser bastante menos significativas. Por ejemplo, en las opciones que hemos llamado ‘centralistas’ (1+2), el electorado se sitúa en los valores extremos por encima de media del valor promedio del 30,9%, en cada una de las variables analizadas, conforme a la siguiente gradación:

  • El 54,5% de la derecha casi extrema   (valor 8 de la escala); en abril de 2016 el 64,9 de la extrema derecha ( valor 10 en la escala)   
  • El 58,3% en Castilla-León o el 57,7% en Aragón
  • El 48,3 % de los votantes de C’s o el 47,8% del PP
  • El 37,2 % de los y directivos y profesionales 
  • El 32,9 % de los mayores de 65 años
  • El 32% de los que tienen estudios superiores
  • El 31,7 % de los habitantes en ciudades medias (entre 100 mil y 400 mil habitantes)
  • El 31 % de las clases alta y medio altas
  • El 30% de los hombres

Por debajo de esa misma media (30,9%) y en gradación creciente de su desviación:

  • El 26,3% de las mujeres
  • El 25,8% de los que han llegado en sus estudios solo a la 1ª etapa de secundaria
  • El 25,3% de los habitantes de ciudades grandes ( entre 400 mil y 1 millón de habitantes)
  • El 22% de los parados o el 21,8% de los estudiantes
  • El 21,6 % de los votantes de PODEMOS ( pero solo el 1,5% de los que en Catalunya votan a En Común).
  • El 20% de los más jóvenes ( entre 18 y 24 años)
  • El 12,2% de quienes se autoubican en el extremo de la izquierda ( valor 1 en la escala del eje).
  • En torno al 11% en Catalunya

Pero por otro lado la transversalidad del factor territorial (es decir de la preferencia en la organización del Estado) opera con gran intensidad en el interior de cada una de las formaciones políticas, produciendo tensiones y divergencias sobre todo en las situadas en la izquierda.

Porque no es solo la izquierda más “oficial” la que profesa el dogma de la incompatibilidad entre “nacionalismo” e “izquierda”, sino que del supuesto oximorón y del “jacobinismo” (castellano) participan no solo destacados e incluso exponentes entre sí lejanos de esa izquierda oficial que ha apoyado con fervor  el 155 (desde Bono y Rodríguez Ibarra hasta Borrel, pasando por el ‘leninista’ Frutos), sino que incluso entre aquellos que se ubican en el extremo izquierdo (valoración 1) del famoso eje, hay 12,2% que propugnan recortes en las competencias autonómicas (6,6%) o incluso un “Estado con  un único gobierno central sin autonomías” ( 6,6 % igualmente). Porcentajes que en el caso de PODEMOS, por poner otro ejemplo, alcanzan el 9,9% y el 11,7% respectivamente (21,8%, en total), con marcada diferencia respecto a sus socios catalanes (En Comú) en los que el conjunto de ambas preferencias se queda en el 1,5%.   

Tales  tensiones en un clima de shock (N.Klein) -propiciado por la sobresaturación de la ‘cuestión nacional’ que los medios de comunicación han logrado con su obsesiva inflación ”informativa” (más bien desinformativa de todo lo demás) sobre el así llamado “conflicto de Catalunya”-, tienden a  traducirse en un rechazo hacia “los catalanes” en tanto presuntos responsables (ellos y no los medios) de una ocultación de problemas tan graves como la desigualdad y la corrupción, con el consiguiente fortalecimiento y  ascenso de la derecha (sin mención alguna a quienes, con su incondicional apoyo político ‘contra natura’, están contribuyendo de modo efectivo a  tal fortalecimiento).

Mentiras oficiales y barruntos demoscópicos