jueves. 28.03.2024

La brecha. El espacio político catalán

Para tratar de comprender la realidad política catalana es requisito indispensable partir de la caracterización pluridimensional de su espacio político.

En esta serie de dos artículos sucesivos se analizan y cuantifican las profundas diferencias que muestran Cataluña y el resto del Reino en cuanto a las respectivas preferencias de sus ciudadanos sobre distintos “modelos de organización territorial”. A través las opiniones de los entrevistados por el CIS y las expresadas al respecto por los votantes catalanes el 27- S, se construye un cuadro comparativo que puede ayudar a comprender mejor la verdadera naturaleza del “conflicto”.

“Este tipo de mapamundi medieval ilustra tan solo la parte accesible de una tierra esférica, ya que se creía que nadie podía ser capaz de cruzar el clima tórrido cerca del ecuador para pasar al otro lado del globo”.

TIERRA PLANA Wikipedia

Para tratar de comprender la realidad política catalana y su dinámica, y para actuar en consecuencia, es requisito indispensable partir de la caracterización pluridimensional de su espacio político.

Un enfoque simplista bien sea como un espacio lineal de una sola dimensión ( E-O o “izquierda” –“derecha”), bien sea como uno plano de dos únicas dimensiones (la anterior más la N-S o “arriba” y “abajo”) no se compadece con tan compleja e inestable realidad y por tanto las acción sustentada sobre tan pueril visión está condenada inevitablemente al fracaso (tal y como se ha podido verificar el pasado 27 S).

Ni siquiera la consideración un poco más incisiva de una tercera dimensión, como sería la que viene a ser expresión de procesos de adquisición de conciencia social o de identificación colectiva es ni mucho menos suficiente para una correcta y más completa aproximación cognitiva (y de acción política).

Tal espacio ha de ser concebido además como lugar cruzado por múltiples y diversos vectores, entre ellos la dimensión temporal tanto en su acepción borgiana, como en la más rupestre de cortos, medios y largo plazos, tan condicionantes -en sus requerimientos- de la táctica y de la estrategia políticas.

Largos tiempos de formación de conflictos políticos de elevada densidad que al no lograr resolverse terminan sedimentándose en dilatados periodos de hibernación para aflorar más tarde tras haber experimentado intensas mutaciones.

Y por último interdependencia e interacción con otros espacios vecinos o alejados, como son los que conforman las relaciones entre la nación “grande” (Espanya) y la “pequeña”(Cataluña) o la de ésta con los Estados tanto los más próximos (Europa) como los más alejados pero igualmente influyentes (EEUU).

gago(En la imagen: Adaptación del siglo XV de un mapa O-T)

Quizás algo tenga que ver en esas estrechas visiones, la mostrenca especialización de las enseñanzas y saberes, con omisiones o ausencias tan llamativas en el caso de no pocos politólogos –tanto en los aparcados en el campo del análisis como en los que recientemente cruzaron la frontera que los separaba de la acción- que parecen desconocer algunas nociones básicas de la física (relativas al desorden y a la entropía) ya incorporadas hace tiempo a su disciplina; o ser ajenos a la cultura propia de las humanidades, con el consiguiente olvido o ignorancia de aquella inscripción grabada en la entrada de la Academia de Platón: "No entre aquí quien no sepa geometría.".

El derecho a saber : A veces los caminos también confluyen.

En anterior artículo (“Quién salvó la Unidad de España”) he sostenido que las elecciones catalanas del pasado 27 S esencialmente habían cerrado un ciclo que podría denominarse “ejercicio del derecho a saber”.

Gracias sobre todo a ellas, pero también a su conjunción con las sucesivas Encuestas del CIS, disponemos ya de los elementos esenciales para conocer “cómo están las cosas”.

En primer lugar los propios resultados de esas elecciones, que a tal propósito podrían asimilarse a una encuesta a tamaño real (con muestra prácticamente universal, excluidos los que se abstuvieron y los que emitieron un voto inválido a estos efectos).

En segundo lugar tres Encuestas del CIS: una solo para Cataluña que precedió a la celebración de las elecciones (realizada en agosto-septiembre de 2015); y en concreto la pregunta 19 relativa a las preferencias en cuanto al “modelo de Estado” y cuyas respuestas en este extremo anticipan casi al milímetro los posteriores resultados electorales.

Además de ésta, otra realizada anteriormente -tras las elecciones autonómicas y municipales del 24 M- con muestras y datos desagrados por Comunidades Autónomas (excluidas las de aquellas que no las celebraron en esa fecha, tan significativas a nuestros efectos como la propia Cataluña y además Galicia, País Vasco, Andalucía ). En concreto la pregunta sobre modelo de Estado en este caso es la 29 del cuestionario, que más adelante se reproduce aquí

Complemento de la anterior, las realizadas en 2012  (preelectorales o postelectorales) en las antedichas Comunidades

Y finalmente la última ha sido el denominado Barómetro del mes de septiembre, realizado antes de las elecciones catalanas (2 a 12 de septiembre), referido al ámbito estatal y publicado en estos días. En concreto en esta ocasión la pregunta fue la nº 30 del cuestionario.

Preguntas del cuestionario del CIS

Se reproducen a continuación, literalmente, los items relativos a las preferencias sobre el “modelo de organización territorial”. Entre paréntesis se incluye la denominación sintética con la que en el presente artículo como en el que le complementará se identifican y califican las correspondientes preferencias:

1. Un Estado con un único Gobierno central sin autonomías (“ultracentralistas”)

2. Un Estado en el que las Comunidades Autónomas tengan menor autonomía que en la actualidad (“involucionistas”)

3. Un Estado con Comunidades Autónomas como en la actualidad (“inmovilistas”)

4. Un Estado en el que las Comunidades Autónomas tengan mayor autonomía que en la actualidad (“reformistas moderados”)

5. Un Estado en el que se reconociese a (¿todas?) las Comunidades Autónomas la posibilidad de convertirse en estados independientes (“soberanistas”)

Con independencia del evidente sesgo que introduce la inadecuada formulación de ese último ítem (5) – y por tanto la confusión que seguramente ha inducido en los entrevistados -, los resultados de las respuestas –, tanto los globales como sobre todo los desagregados por Comunidades- permiten obtener un cuadro bastante preciso sobre el estado de la cuestión, sea de la “cuestión catalana”, sea de la “cuestión española” que esta última ha terminado por suscitar.

En próximo artículo se presentarán y analizarán esos resultados.

La brecha. El espacio político catalán