viernes. 29.03.2024

Política gaseosa

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La edición del Manifiesto Comunista, tuvo menos difusión, en su momento, que la de la tesis doctoral de Pedro Sánchez cuando se hizo pública. Claro, que no había radio, ni televisión y que las redes sociales no pasaban del ámbito de la barra del bar. Y, sin embargo, es ocioso insistir en la trascendencia entre uno y otro hecho.

Cosas parecidas podríamos decir si comparásemos, cada una en su época, la inauguración, por ejemplo, del Taj Mahal con la de cierta casa en Galapagar, o la batalla de las Navas de Tolosa con un voto de censura en Murcia o las decisiones, en cada momento, de Adolf Hitler, Barak Obama o Pablo Iglesias de presentarse a unas elecciones en su circunscripción electoral.

Insisto en que me hago cargo de que los medios de comunicación, en cada momento, unido a la importancia de la opinión pública, son factores fundamentales para que una noticia determinada llegue a ser highlight en una comunidad cultural. Y que, ahora, cualquiera con un ordenador de bajo coste (o un smartphone) y una app determinada, puede convertirse en editor, transmisor o consumidor de noticias, y no digamos, creador. Pero es que da la impresión de que estamos en un momento en que la sobrevaloración de, según qué noticias, puede estar alcanzando dimensiones de rubor.

No me quiero referir a ninguna en concreto pero, pensemos, simplemente, en las grandes noticias de los últimos días que no han durado más que, como diría Sabina, dos peces de hielo en un whisky on te rocks, disueltas por la siguiente gran noticia del día siguiente.

Es como si el mismo coronavirus persistiera más en el aire en forma de aerosol que una noticia trascendente en la actualidad. Realmente, hay hechos políticos que duran lo que un titular periodístico, y todo el mundo sabe lo que es eso: pan para hoy y hambre para mañana. O, gastronómicamente, hablando, pura gaseosa.

Tengo un amigo que se ha enfadado mucho conmigo, y con razón, porque yo estaba prestando más atención mediática a las peripecias de Toni Cantó que a la instalación en España de una nueva fábrica de baterías eléctricas que va a crear muchos puestos de trabajo en la zona donde se ubique. Pero es que, y sea dicho en defensa propia, lo de Cantó ha sido noticia, no solo nacional, si no de primer orden, mientras que lo de la fábrica estaba perdido en alguna página par de medios muy especializados. Solo cuando Cantó dijo que había recibido ofertas de dos productoras de TV, bajó el soufflé. No se sabe si porque parecía resolverse su futuro inmediato o porque el país recibía, al fin una buena noticia, la de su despedida de la política.

Pero todos los componentes del circo mediático siguen, seguimos, representando la función diariamente. Actores de la noticia, profesionales de los medios y público en general, seguimos alimentando el perpetuum mobile de la actividad política. Unos porque no dan para más, otros porque viven de ello y, los demás, porque a falta de drogas más duras, necesitamos eso para calmar nuestro mono. Y lo justifican, los primeros con su vocación de servicio público, los segundos con el ejercicio de un derecho fundamental y los consumidores con nuestra obligación de ser ciudadanos informados.

Pero, si tenemos bien organizado el sistema, ¿por qué no lo dedicamos a cosas más relevantes? No se trata de que cada semana se tenga que editar un nuevo Manifiesto Comunista, o una Biblia, pero entre la nadería y la trascendencia hay un amplio margen. Y, el día que no haya nada relevante que contar, podrían hacer lo que en el segundo canal de TVE: poner un reportaje de animalitos.

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