jueves. 28.03.2024

Il candidato é mobile

El electorado español, como cualquier otro, se puede dividir en dos grandes grupos, el de aquellas personas que, a priori, tienen decidido su voto, por ideología o por costumbre, y que ese voto lo mantienen elección a elección, y aquellas otras que, cada vez, deciden a quien votar en función del momento, de las ofertas electorales o de vaya usted a saber por qué. Llamemos a ambos grupos, para entendernos, los alineados y los no alineados, respectivamente, y centrémonos en adelante en el segundo de estos grupos.

Independientemente del porcentaje exacto de los no alineados, se puede adelantar que se trata de un número importante de electores, o de posibles electores, finales. Al inicio de cada proceso electoral, las encuestas suelen medir más de un 30% del electorado potencial el que se apunta al "No sabe, no contesta" pero el porcentaje de personas que se adscribirían a este epígrafe si la encuesta incluyera varios procesos seguidos, sería considerablemente mayor, muy posiblemente de alrededor del 60 % según algún estudio del CIS. Por eso, este importante grupo es objeto de deseo de la maquinaria electoral de cualquier grupo en liza y ponen en el escaparate de las ofertas aquellos productos con los que atraer a parte de esos indecisos. La tarea, obviamente, parece más asequible que tratar de convencer a los fieles de otros partidos y, desde luego, más necesaria que convencer a los ya convencidos.

Pero si esta dedicación a captar electores no alineados entra dentro de la lógica, no lo parece tanto el tratar de captar elegibles no alineados para incluirlos en sus listas. Yo, al menos, encuentro dificultades para entender eso. Como aficionado al futbol no soy un forofo de que los equipos se deban nutrir, exclusivamente, de jugadores de su cantera y, en cambio, prefiero que mi equipo fiche a los mejores jugadores vengan de donde vengan. Por eso, admito que esos jugadores se besen el escudo de la camiseta y repitan ese gesto sea cual sea el escudo que están besando porque, en todo caso, es el del equipo que les está pagando en ese momento. Pero eso es futbol.

En política las ventajas sentimentales o ideológicas no se suplementan con la de meter goles que puede aportar un jugador foráneo recién fichado. Esa ventaja suplementaria, que podría equivaler a la de atraer votos de electores no alineados es, de tan dudosa, prácticamente inexistente y, más, cuando el recién fichado es transformista profesional y tiene en su currículo varios cambios de camiseta. Si nos guiáramos por la lógica (segunda vez que uso este término en estas líneas, quizás indebidamente) podríamos pensar que los nuevos votantes que se pretende atraer quieren reconocerse en personajes de ideas firmes sobre lo que se ha decidido votar en lugar de en personas que cambian de principios con facilidad.

Admitiría una excepción a lo anterior y es cuando, volviendo a la paráfrasis futbolística, un partido ficha a un crack de esos que tienen seguidores propios dada su extraordinaria calidad futbolística. Pero, en política, esos cracks no suelen cambiar de partido si no crear uno para ellos solos, como hicieron, con un éxito como el ya conocido, gente como Adolfo Suarez o Rosa Díez.

Pero, si para atraer nuevos votantes esos fichajes no parece un procedimiento probado, para perder votos si que puede servir esta técnica. Quien haya militado en un partido político sabe lo mal que se acepta que los responsables de hacer las listas incluyan en ellas a los independientes. Y, mas, cuando estos no deben someterse a primarias en aquellos partidos que usan este procedimiento. Y, mas aún, cuando esos independientes lo son tanto que no han conseguido anidar en los varios partidos por los que han pasado anteriormente.

Por ello, ha de tenerse cuidado para que, después de que se haya apuntado con sumo cuidado, no termine saliendo el tiro por la culata en forma de votos propios que se pierden. Tengo que volver al símil futbolístico para recordar que un buen conocedor del tema, como Alfredo Di Stefano, decía que la primera obligación de un guardameta era no meter en la portería los balones que iban fuera.

Pero, entonces, ¿por qué los partidos siguen practicando este método?. Se me ocurren dos razones: una, que la decisión la toman los dirigentes del partido sin contar con eso que se llaman las bases y, solamente asesorados por los respectivos Departamentos de Ideas Geniales (DIG). Abona esta hipótesis el hecho de que esos fichajes de estrellas rutilantes se dan en mayor medida cuanto menor es la importancia de las primarias en cada partido político y, por tanto, la opinión de los militantes.

La segunda razón es que, a lo mejor, esto de fichar  personas de ideología variable es una cosa estupenda y los que estamos equivocados somos los que opinamos que una lista electoral cerrada y bloqueada, como las que usamos en España, no debiera estar trufada con potenciales tránsfugas.

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