jueves. 18.04.2024

Elogio de la crítica

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No hay actividad humana que no sea susceptible de admitir una opción contraria a la misma y, por consiguiente, no hay nada que pueda evitar la crítica a cualquier cosa que se haga. Incluso el propio hecho de criticar algo, es criticable. Y, sin embargo, no voy a ser yo quien lo haga ahora, si no todo lo contrario. Mas bien, me gustaría decir: critica, que algo queda. Y, especialmente en la actual situación, esa de la que no hace falta decir cuál es.

Durante una situación de pandemia mundial, las sociedades nacionales, deben seguir el mandato de sus autoridades, cosa que debería ser tan normal como en momentos en los que no hay pandemia pero, dado lo que se juega, las repercusiones de ello son mayores. Porque, nada menos que la supervivencia está en juego y el amplio catálogo de derechos humanos queda en un segundo plano. Aunque no aspiro a que todo el mundo, obviamente, esté de acuerdo.

De ahí, el que las posibilidades de desacuerdo sean múltiples: ¿Debe primar la economía sobre la salud?, lo que significa priorizar la lucha contra la pobreza sobre la lucha contra el virus, ¿o al revés? ¿Deben adoptarse medidas preguntando a la población o a los expertos?, lo que significa, quizás, situarse en la escala totalitarismo-democracia. ¿Deben adoptarse medidas global o localmente?, es decir debe limitarse la iniciativa de alguien en aras de la homogeneidad de la solución.

La constitucionalidad, o no, de las medidas adoptadas está sometido a la crítica cuando hay unos números crecientes de infectados y de muertos

La constitucionalidad, o no, de las medidas adoptadas, la selección, o no, de los segmentos de población más vulnerables, el acierto, o no, de la elección de materiales y recursos sanitarios, son aspectos sometidos a la crítica cuando hay unos números crecientes de infectados y de muertos que se supone, ucrónicamente, que podrían ser menores si se hubieran adoptado medidas distintas de las que se han adoptado. ¿Y quién puede asegurar que no?

El grupo más importante de críticas en tiempos de coronavirus se refiere a la intensidad del aislamiento de las personas. Esta intensidad es inversamente proporcional a la actividad laboral por lo que, a mayor aislamiento, menor cantidad de gente trabajando en actividades, muchas de ellas necesarias para el mantenimiento de la vida de las personas aisladas. En el límite, un aislamiento total debería hacerse sin alimentos o servicios básicos de agua, gas y electricidad, por ejemplo. Y sin sanidad, obviamente.

Pero este catálogo no es completo, hay quien ha criticado las donaciones de particulares por considerar que no sería necesaria la caridad si hubiera justicia social. Y tiene razón. Pero el mismo criterio se podría aplicar a la consideración de que no sería necesaria la sanidad si no existiera la enfermedad. Se que no es exactamente igual porque la enfermedad y la injusticia social no tienen el mismo origen pero, ambas, existen. Y mientras no encontremos la fórmula de erradicarlas, ambas, habrá beneficiados por la caridad que lo agradecerán en tiempos de coronavirus. A no ser que aboguemos por el contagio revolucionario.

Hay que tener en cuenta que el periodo de alarma puede combatir, reducir y eliminar el coronavirus, pero no la estupidez. Se puede ser un imbécil sin y con corona virus ya que el contagio se produce independientemente del funcionamiento de las neuronas de cada persona. A no ser que un funcionamiento indeseado de estas fomente el contagio. Pero, esto, no tiene que ver con la crítica. Así como puede ocurrir que se esté "rogando y con el mazo dando", también puede suceder que se estén criticando unas medidas que, sin embargo, se están cumpliendo.

En este punto debería justificar lo erasmista que me ha quedado el título pero no todas las críticas pueden deberse a la estulticia. Las hay basadas en el oportunismo político y derivan de errores impredecibles por la novedad de la situación.

Estas críticas, y la que se basan en las medidas que no se han adoptado pero que debieran haberse implementado, o que se ha hecho tardíamente, también son útiles. Servirían para que puedan ser utilizadas en la próxima pandemia. Y, también, para indicar que, en esa próxima pandemia debiera de haber otras autoridades distintas de las actuales. Aunque, los que las profieren no parecen tener tanta paciencia y preferirían un cambio más inmediato.

La crítica política, por otra parte, es esperanzadora. Significa que se tiene confianza en que la crisis pasará y se pretende una buena posición de salida para cuando llegue ese momento. Puede parecer un poco indecente pero es lo que hay y, ya se sabe, la política es el arte de lo posible.

Así pues, debe decirse que, sin ninguna duda, de las críticas, como del cerdo, puede aprovecharse todo. Aunque, a mí, que me gusta el jamón, no me gusta tener cerdos en casa.

Elogio de la crítica